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Las irresistibles raíces del imperio

Las irresistibles raíces del imperio
José María Lancho el

 

Al margen de su extensión global, su heterogeneidad racial y su longevidad, y del éxito remanente de su consecuencia última: la capacidad de dar forja a la comunidad hispana, la clave del éxito del imperio fue su original y rápida capacidad de mestizaje.

Si Aragón ideó una meta, la que proporcionó el método fue Castilla: Una frontera organizada políticamente que debido a la integración original de las minorías (y a veces mayorías)  judías y moriscas en la economía y en la más alta administración del Reino producía horror, así como su éxito producía rencor, a los europeos del norte.

El mestizaje original del imperio se sirvió de herramientas tan elementales como efectivas: la extraordinaria capacidad de pacto (por asimétricos que acabaran siendo), la aculturación / asimilación flexible y militante de los hispanos, adaptación ideológicamente prendida del ecumenismo de una religión, la cristiana, que asimismo cambia profundamente en la experiencia global del imperio español.

Esa permeabilidad integrativa de lo hispano le permitió asimilar con enorme rapidez las nuevas realidades y entre ellas un extraño y remoto tubérculo que se encontraba difundido por las laderas de las altas montañas del Imperio Inca: la patata.

Después de la conquista/asociación del imperio Inca, aquella planta conquistó el español, cambiando y adaptándose, lo permitió subsistir en zonas menos fértiles y más ásperas, lo dotó de ventajas que a su vez servirían a esa planta para dispersarse por todo el planeta hasta convertirse en el cuarto cultivo alimenticio del mundo, tras el trigo, el maíz y el arroz. Los cuatro cultivos difundidos por los hispanos por toda la Tierra.

Origen de la patata

Sin embargo, para el mundo académico inglés y francés, tan tutelador y fortuito en la forja de verdades oficiales, se ha sostenido que la patata pasó desapercibida para todos los europeos incluidos los españoles, durante siglos.

Eso es lo que ha quedado en numerosos textos actuales: ni siquiera los españoles consumían patatas hasta bien entrado el siglo XVII, y aún después de los propios holandeses, quienes en realidad -como probaremos- las conocieron de aquellos.

Pero esa es otra mitología negra y pueril sobre la historia hispánica. Vamos a comprobar que la historia olvidada de la patata cambió rápidamente el mundo, especialmente el hispano, y que la tergiversación ideológica por muy inadvertida que sea, sigue siendo uno de los recursos básicos de la visión histórica.  Basta revisar la rápida penetración cultural de la patata en nuestra forma de hablar, en nuestra literatura y en nuestros hábitos culturales y alimenticios para preocuparse por el tipo de seudohistoria en que se ha construido buena parte de la modernidad. Algunos ejemplos resultan oportunos: en Salamanca en 1555 se publica la colección de “Romances o proverbios en romance que nuevamente “colligio y glossó” el comendador Hernan Núñez” donde se recogen distintas referencias populares y comunes sobre las patatas, así era común decir:“Mas valen dos bocados de vaca que siete de patata” o Patata es manjar precioso de las Indias”.

Diego de Torres en su Grammatica y Vocabulario en la lingua general del Peru, llamada Quichua” identifica el nombre original de los tubérculos: papa. La confusión con la denominación de la patata dulce, la batata, produjo una combinación original: patata que es como se la ha conocido en todo el mundo. Si bien es cierto que en ocasiones se dio la confusión entre batata y papa

El mismo Lope de Vega usa en una de sus obras la patata (no sabemos si la confundía con la batata):

Estava entonces gozando
esta muchacha su flor,
enamorando al amor,
y en lugar de amor matando,
Tierna como una patata,
más colorada que rosa…

El botánico sevillano Nicolas Monardes en 1569 escribe con más detalle “Embiaronme del Peru una fruta muy graciosa que se cria debaxo de la tierra, y muy hermosa de ver y muy sabrosa de comer”. Indica que lo mejor es tostarla. “Es fruto sabroso y de buen gusto” “Es fruta tenida en mucho assi entre los Indios como entre los Españoles, y con razon porque yo he comido delas que me han traydo y tienen buen gusto, parece fruta templada”.

Asentistas con la Monarquía como Francisco de Mendoza introdujeron cultivos de la China en Nueva España extraño sería que el circuito no fuera de ida y vuelta.

Pero en el siglo XX durante el pontificado académico y británico del profesor Salaman sobre la historia de este tubérculo tubérculo, no pocas páginas se ven afectadas por los cotidianos prejuicios de su época hacia todo lo hispánico.

Esta autolimitación basada en el prejuicio, como sustituto del trabajo de investigación, como auténtica adicción cultural, perdió de vista la apasionante difusión originaria del primer contacto global de la expansión europea, específicamente hispánica. Efectivamente, la patata siguió a casi todos los contactos españoles  en Asia, Oceanía, América y Europa y es un marcador fundamental para corroborar el alcance de la primera globalización hispánica según la profesora Cruz Berrocal.

La “galeonspermia”, término que bien puede cifrar el ciclo de difusión de semillas, cultivos, técnicas, herramientas, de comprensión de la tierra, la meteorología y el agua por todo el globo de la expansión hispánica,  además respondía a un propósito ideológico (desgraciadamente no el único). Efectivamente, este queda muy bien ilustrado en la ceremonia simbólica de la toma de posesión de la isla del Espíritu Santo  por Fernández de Quirós en la que el héroe planta, ceremonialmente, semillas europeas y semillas americanas en aquella tierra Austral y crea una orden de caballería para la defensa del Indio. No en vano la profesora María Cruz Berrocal ha situado en ello una de las líneas de investigación que está siguiendo para conocer el alcance de los primeros contactos españoles en Oceanía. Esperemos que esta iniciativa tan urgente como fundamental merezca la inteligente atención y soporte que necesita.

Francia, el país de la razón, no recurrió a la patata hasta pasada la guerra de los 7 años (1756 – 1763) que el agrónomo Antoine Parmentier convenció a la Corte francesa y a los más prejuiciosos de sus filósofos de la idoneidad de alimentar con patatas a la “masa”. Muy probablemente la patata sirvió para prolongar la monarquía francesa una o dos generaciones aunque no llegó a tiempo para salvar el régimen.

Sin embargo, la patata adquirió un sentido político mucho antes y cuyos extraños efectos han perdurado sin ninguna duda hasta nuestros días.

El conflicto atlántico de fines del siglo XVI y durante el siglo XVII, aunque derivado no más de las guerras civiles secesionistas del imperio hispánico que de las guerras civiles internas del cristianismo, entre católicos y reformistas, propiciaron que territorios periféricos como Irlanda o las Hightlands escocesas, mayoritariamente católicas, perdieran definitivamente su libertad e independencia.

Pesquerías españolas en las costas irlandesas s. XV y XVI

Parte de Irlanda había sido inglesa desde la supuesta donación del Papa Adriano IV (aprox. 1155) al rey Enrique II. Sin embargo la poligamia de patíbulo de Enrique VIII y su decisión de ser rey y papa, hace que el papa Paulo III decida tomar Irlanda bajo su protección. Los jesuitas Alfonso Salmerón, Juan Cudure y Francisco Zapata desde 1541, haciendo parada en la corte escocesa de Jacobo V, pasan a Irlanda y constituyen la primera experiencia hispano-irlandesa de resistencia. Durante mucho tiempo no fue meramente el oro español, que recorrió el Ulster, lo que más vinculó a ambos pueblos.  Ni siquiera el cerco feroz inglés interrumpe un circuito humano y cultural, apenas estudiado, entre irlandeses y españoles. Las pesquerías irlandesas todavía en la década de 1560 despiertan el interés de los navegantes cantábricos cuyas expediciones eran frecuentes, aún, por esas costas. Eso obligaba a crear establecimientos temporales en la costa irlandesa donde el pescado era ahumado y almacenado en barriles por los pescadores españoles.

Los highlanders escoceses eran de origen gaélico como los irlandeses. Fueron empujados hacia el norte y las montañas interiores por los distintos invasores tanto sajones como normandos. Igualmente constituyeron, en lo más  salvaje y agreste de Escocia, un reducto católico.

Las intervenciones militares tanto oficiales como oficiosas, como la de 1579 desde el Ferrol, apoyando y alentando el espíritu rebelde del pueblo irlandés, la apertura de las universidades del imperio a los estudiantes irlandeses así como la creación de escuelas en distintas ciudades para los mismos y, por último, la integración de los excelentes militares irlandeses y highlanders en los ejércitos españoles crearon una comunidad con aportes, sin duda recíprocos. Uno de esos aportes hispanos fue la patata.

Las guerras secesionistas holandesas, el conflicto religioso en Alemania y el antagonismo francés y turco dejaban más margen a Inglaterra que a España en relación a unos territorios en que el imperativo de la proximidad geográfica permitiría que Inglaterra, finalmente, hiciera una larga y terrible digestión de siglos de dominación.

Francis Drake participó junto con Raleigh en la fortísima represión en Irlanda. Recomendamos la lectura de la monografía del profesor Agustin Rodriguez Gonzalez sobre Drake

Allí, la guerra y las duras políticas de sometimiento y colonización británicas, aniquilaron no sólo la capacidad de comercio exterior de Irlanda, sino que su orden social se desmoronó ante la expropiación de las mejores tierras y la fragmentación de las restantes, las restricciones a la iniciativa económica así como la instauración del terror gracias a las diversas masacres de civiles que culminan en las ciudades de Drogheda y Wexford en 1649 por Cromwell. A la altura en eficacia asesina de las del siglo anterior donde merecen citarse a Drake (la masacre de Isla Rathlin) y Raleigh (masacre de Smerwick …) ambos personajes todavía recrean para cierta historiografía inglesa un par de benefactores de la Irlanda, e incluso les atribuyen -falsamente- la llegada de la patata a esas.  Todo ello bien pudo haber aniquilado demográficamente Irlanda y las Highlands . De hecho, lograron prácticamente paralizar el crecimiento vegetativo de la población autóctona hasta el siglo XVIII. ¿Qué lo impidió?

Si la cultura autóctona y la población irlandesa sobrevivieron se debió sin duda al carácter irreductible de su gente, a su decisión de persistir en su ser, aun asumiendo la sangría periódica de la emigración constante.

Pero fue en una parte significativa que la patata ayudó que en las duras condiciones que seguirían para la población gaélica ésta no acabara por desaparecer. La patata, traída por los españoles, fruto en sí mismo del mestizaje, resultó vital frente al propósito aniquilador del racismo, una penosa y abyecta historia occidental del racismo.

De aquellas guerras que ganó el prejuicio y la búsqueda ávida de poder merece la pena recordarse la batalla de Glenlivet, de 3 de doctubre de 1594, uno de los últimos coletazos de los complots españoles en Escocia en la que 2000 highlanders derrotaron a 10.000 a las órdenes del traidor duque de Argyll. La estirpe familiar no olvidaría nunca aquella jornada y todavía se realiza una extraña venganza por aquella gente contra el recuerdo español. Los duques de Argyll durante durante generaciones han saqueado un pecio de la Armada Invencible que descansa en sus dominios. En el gremio son los duques cazatesoros.

Batalla de Glenlivet donde el traidor duque de Argyll fue derrotado por los highlanders confederados con España en la lucha por suslibertades

De la importancia esencial de la patata en la resistencia y supervivencia Irlandesa y Escocesa es ilustrativa la denominada Gran Hambruna Irlandesa,  entre 1845 y 1850, debida a la infestación de los cultivos de patata. La patata, la gran aliada de la resistencia Irlandesa se extinguía y con ella una parte importante de la población irlandesa, más de 2.000.000 de víctimas y un enorme éxodo de millones. El sentido cultural de la crisis de la patata y por ende de la irreductibilidad irlandesa hizo que la Gran Bretaña oficial no reaccionara frente a aquella crisis humanitaria.

Monumento a la gran hambruna por la pérdida de los cultivos de patata

Una herida tan honda e incomprensible hasta el punto que el profesor de derecho internacional Francis A. Boyle, de la Universidad de Illinois ha llegado a sostener que su opinión como educador y abogado internacional en ejercicio, que ha tenido la oportunidad de argumentar sobre asuntos de genocidio ante organismos internacionales, que “la política británica de genocidio por medio del hambre masiva  contra el pueblo irlandés desde 1845 hasta 1850 debería ciertamente incluirse en el plan de estudios de cualquier curso relacionado con la perpetración de “genocidios” en el mundo moderno: por ejemplo, contra el pueblo judío, contra los armenios, contra los nativos americanos, contra los afroamericanos esclavos, etc. Todos estos ejemplos históricos contemporáneos claramente constituirían “genocidio” dentro de las disposiciones definitorias de la Convención de Genocidio de 1948″.

La patata es ya, simplemente, compañera de viaje de nuestra especie, ha rescatado a nuestras minorías adaptándose a nuestros extremos, a nuestros climas más difíciles, a nuestra pobreza, persecución y desigualdad cambiando y mutando para seguir con nosotros allá donde hay voluntad de seguir. Pocos testigos existen como este de nuestra condición humana.

 

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