La editorial Renacimiento publica una selección de artículos de Clara Campoamor titulada “La Mujer en la Diplomacia” que incluye una auténtica oda a la carabela española.
Antes de la admirable biografía que a Clara Campoamor le dedicaran Concha Fagoaga y Paloma Saavedra, no se recordaba ya gran cosa de la ilustre republicana y campeona del sufragio femenino. La enciclopedia Espasa nada decía de doña Clara aparte de que era biógrafa de Sor Juana Inés de la Cruz… Fagoaga y Saavedra volvieron a colocar a uno de los personajes españoles más interesantes de toda la Historia en el mapa que le correspondía, y ahora mismo calles, escuelas e institutos llevan el nombre de doña Clara. Y también un buque, el remolcador polivalente Clara Campoamor.
Manuel Campoamor y su maqueta. El Clara Campoamor surca los mares y da la casualidad de que el mar ocupa un lugar importante en la figura de nuestra gran sufragista. La persona más influyente sin duda en Clara Campoamor fue su malogrado padre, Manuel Campoamor, que murió cuando la niña Clara sólo tenía diez años. Manuel, empleado de La Correspondencia de España, era un republicano a machamartillo que le contaba a su hija que los regalos no los traían los Reyes Magos sino la República “que es más bonita”, un destacado miembro del comité republicano federal de Madrid, y un hombre de letras, bibliotecario de su sección. Sabemos también que le entusiasmaba el mar, como se deduce del hecho de que él y su amigo Benito Parra construyeran en 1884 un modelo del buque Jorge Juan —una maqueta de más de un metro— que no sé si se trataba del histórico vapor de ruedas botado en Ferrol en 1850 que sirvió en Filipinas y participó en la guerra de Cochinchina, o si se trataba más bien, como parece más probable, del primer aviso o crucero construido en Toulon (Francia) en 1876, y destinado a Cuba donde acabó hundido durante la guerra hispano-americana. Una de las misiones de dicho crucero consistió en trasladar la reproducción de la nao Santa María con motivo del IV Centenario del Descubrimiento, durante la parte final de la singular singladura de dicha carabela moderna
Barcos con sabor a salvación. Clara Campoamor confesó que amaba el mar y los barcos desempeñaron un papel fundamental en su vida: en un barco alemán consiguió salir de España en 1936, camino de Génova, librándose de ser apiolada por algún culto miliciano. A Argentina viajó en barco, en 1938, y permaneció allí hasta 1955. En 1939, en la obra que firmó con Fernández Castillejo Heroísmo criollo: la marina argentina en el drama español (1939) recordó la gesta del crucero 25 de Mayo y del torpedero Tucumán que evacuaron a más de un millar de argentinos y españoles cuya vida en “zona republicana” corría serio riesgo, y entre otros a los miembros de la familia Fernández Castillejo, que fueron evacuados en el Tucumán.
Un nuevo libro de Clara Campoamor. Sin un duro, sin poder ejercer su carrera más que de tapadillo, Clara Campoamor vivió durante su larguísimo exilio de sus traducciones y colaboraciones en prensa. Del considerable magma de artículos de doña Clara, publica ahora Renacimiento, con prólogo de Concha Fagoaga, una selección, La mujer y la diplomacia —título de uno de los artículos— particularmente interesante a la hora de dar pistas sobre la Clara Campoamor real, sus querencias intelectuales y los temas que más le podían interesar.
Entre los artículos seleccionados hay uno que me ha llamado particularmente la atención, titulado “Carabelas” donde doña Clara recuerda que Carabela, España y América conforman una trilogía que desemboca en el Descubrimiento, ese hecho tan extraordinario como inacabado puesto que contrariamente a la Conquista, el Descubrimiento mutuo entre españoles de aquí y de allí continúa hoy, como pude recordar con motivo de una entrevista que me hizo Jesús Calero en este mismo periódico. La Carabela ha sido el vehículo del más asombroso encuentro de la Historia, inmortalizado en todas las lenguas y singularmente en la de Molière. Recordemos al respecto el poema “Les Conquérants”, de José María de Heredia, que varias generaciones de jovencitos franceses memorizaron antes del desastre pedagógico actual […] Ou, penchés à l’avant des blanches caravelles / Ils regardaient monter en un ciel ignoré, / Du fond de l’Océan des étoiles nouvelles.
Algunas líneas. Quiero reproducir algunas líneas de Clara Campoamor particularmente reveladoras:
“La Carabela es y será por siempre, nuestra nave, la representación de nuestro contenido y capacidad espiritual; el bajel a donde nos embarcaremos para llegar a donde queríamos ir, o si error hubiere, aún más allá […] Creo que todos los que de nosotros amamos al mar, la lucha y la aventura, no embarcamos nuestras divagaciones ni en un bote, a lo Dumas, ni en una fragata a lo Drake, ni en un bajel turqués: por un pliegue histórico-racial, nos embarcamos en una Carabela. Porque es la nao en que se embarcaron los hombres que fueron a donde nadie había ido, y porque eran la patria flotante, de un pueblo que en ellas realizó lo que todos los pueblos del orbe hubieran querido entonces realizar. […] Algún día será agregado un dicho más a los que en uso están para pintar singularidades de una raza; y como se llama “levantar castillos en España” a la fantasía o “tomar los molinos por gigantes” al acometer sin tregua y sin reposo, se llamará también “Carabela española” a toda empresa de ilusión y denuedo, de realidad y superación”.
Presentación en Pozuelo (Madrid): La mujer en la diplomacia se presenta el próximo jueves 20 de abril en la librería Alejandría Libros de Pozuelo de Alarcón, a las 19.30.
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