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Imágenes para una gran Historia

Imágenes para una gran Historia
Agustín Ramón Rodríguez González el

Algo que llama la atención desde el principio a cualquiera interesado en nuestra Historia Naval es constatar que las imágenes, de época o posteriores, que podrían ilustrar tantos y tales hechos dignos de recuerdo, no se corresponden normalmente, ni en número ni en calidad, con la vastedad e importancia de esos hechos, aunque es cierto que hay notables excepciones.

Entendíendo su necesidad y por afición a estas cuestiones, Carlos Parrilla Penagos (Santander 1958) Licenciado en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando (Madrid) en 1983, y tras un largo recorrido profesional como ilustrador de libros mas generales, en publicidad y en “story boards”, decidió, desde 1995, contribuir a remediar esa carencia, con notable éxito reflejado en las exposiciones de sus cuadros. En ellos, a la dificultad técnica de representar pictóricamente las aguas del mar, cielos y atmósferas, se une la de documentarse convenientemente sobre buques de época y sus aparejos, con temáticas que comenzaron por centrarse en el siglo XVIII para luego extenderse cada vez más desde los Descubrimientos hasta fines del siglo XIX.

El cuadro que encabeza este artículo lleva el nombre de “Alas y rastreras”, representando tres navíos navegando a toda vela y vistos de proa: en el centro el Santísima Trinidad, a su derecha el Príncipe de Asturias (insignia de Gravina en el combate de Trafalgar, que consiguió volver a Cádiz tras un épico combate) y más al fondo un navío de dos puentes, formando los tres veleros una preciosa estampa de la “Marina Ilustrada”, de sus luchas y de sus logros.

Galeones del rey

Pocas veces se recuerda que la lucha que los españoles tuvieron que afrontar por el mar con los holandeses, en la llamada “Guerra de los 80 años”, desde 1568 a 1648, mucho más larga, dura y llena de alternativas que la mantenida contra Inglaterra por la misma época. Y aparte de ellos había otros muchos enemigos, desde los otomanos a los berberiscos, franceses, etc. Pero, y con mucho, fueron las Provincias Unidas las que plantearon el mayor peligro en esa época, si no en el Mediterráneo (Lepanto ocurrió en 1571), si en sus costas y en todos los océanos, especialmente en las posesiones ultramarinas, sobre todo del imperio portugués, unido al español entre 1581 y 1640.

Corsario

Como hemos descrito en estas mismas páginas, hubo muchos y grandes corsarios españoles, incluso en las muy complicadas aguas del Estrecho de Gibraltar. En el cuadro, un falucho corsario español da caza a un bergantín británico, con el célebre peñón de fondo. El pequeño buque arbola la bandera que le corresponde, algo distinta de la de la Real Armada por la colocación de sus franjas rojas, y aprobada como ésta en 1785. Bien pudiera tratarse del Poderoso que, y al mando de Miguel Villalba, pese a no tener más que 43 hombres en su tripulación y llevar solo tres cañones, en 26 meses de campaña, entre 1799 y 1801 hizo nada menos que 16 presas al enemigo, con un total de 95 cañones y 293 prisioneros.

El león contra la jauría

La imagen del Santísima Trinidad batiéndose contra cuatro y luego cinco navíos enemigos en Trafalgar. Pese a ser uno de los mayores buques de su tiempo, con 140 cañones, no pudo soportar el fuego concentrado de los Neptune, de 98 cañones, Conqueror y Leviathan de 74 y del Africa de 64, reforzados al final por el Prince de 98, que sumaban 408 piezas, teniéndose que rendir, destrozado, varias horas después de que lo hubiera hecho el insignia Bucentaure, de Villeneuve, el buque aliado más próximo. Destrozado, no pudo soportar el temporal siguiente, hundiéndose con 205 hombres a bordo, aparte de 108 heridos que pudieron salvarse. Era el buque insignia de Baltasar Hidalgo de Cisneros.

Los primeros en la Antártida

La última navegación del San Telmo, mandado por Rosendo Porlier, con el aparejo destrozado y las velas rifadas por los temporales, a remolque de sus lanchas, buscando refugio en un desierto helado.

En plenas guerras de la “Emancipación Americana”, una agrupación compuesta de los navíos San Telmo y Alejandro, fragata Prueba y la mercante Mariana, zarpó de Cádiz un 11 de mayo de 1819 rumbo al virreinato del Perú. El Alejandro, una de las polémicas compras a Rusia, tuvo al poco que volver, dado su mal estado, continuando el resto en su misión. A primeros de octubre de aquel año, y tras superar grandes temporales en aguas del cabo de Hornos y el intenso frío, llegaron a El Callao las fragatas, que informaron haber perdido de vista al navío el 2 de septiembre, ignorando su suerte. Todavía hoy es un reto para la arqueología encontrar y rescatar los restos del primer buque que se encontró con la Antártida.

Baste esta pequeña muestra para recordar la desde hace ya mucho tiempo necesaria tarea de recordar y valorar nuestra Historia Naval y Marítima, no por simple erudición ni menos por entrar en comparaciones con otras naciones, sino con el fin de conocer y valorar nuestro pasado.

Por supuesto con la investigación histórica y arqueológica, pero también con su recreación artística que nos acerca a ella.

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Agustín Ramón Rodríguez González el

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