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Gneisenau, el naufragio que da título a la ciudad de Málaga

Gneisenau, el naufragio que da título a la ciudad de Málaga
Javier Noriega el
Días más tarde, la prensa europea recogió el naufragio de la fragata Gneisesnau, exaltando la actitud de los malagueños: “El ‘nombre de Málaga ha sido pronunciado con respeto en todo el mundo civilizado, coincidiendo en sus juicios respecto a los rasgos de heroísmo realizados en tan solemnes momentos y la hospitalidad tributada después a los marinos alemanes”. 

A las 11.30 de 16 de Diciembre de 1900 la fragata de guerra Gneisenau, ya zozobraba, pegando bandazos con la amura una y otra vez contra la escollera del dique de Levante. Era inevitable, el barco ya estaba perdido. Tal día como hoy hace 115 años, naufragaba de manera trágica en mi bella ciudad Málaga, de la que soy oriundo, el buque escuela Alemán Gneisenau. Una ciudad que desde siempre, ya sea en el pasado, como en la actualidad permanece en el inconsciente colectivo de todos como una ciudad bañada por el azul de una bahía amable, serena, de mar tranquila. Y es así en la gran mayor parte del año, pero como en todo, la moneda de la vida también tiene un anverso, o un reverso. Y aquellos días de Diciembre, se despertó el reverso con una terrible tempestad, en la que los vientos salvajes, los nubarrones y la mar gruesa iban a ser los causantes directos de una gran tragedia. Ya sea por el terrible viento de sudeste que hundió al buque escuela alemán, como el del sudoeste que hundió muy cerca de aquí, en la bahía de la Herradura a una de las flotas más numerosas hundidas que nos encontramos en España,  la flota de Juan de Mendoza del siglo XVI, este temporal es asesino para las naves que durante siglos han surcado las aguas del mar de Alborán. En ninguno de los casos se podían imaginar lo que les vendría encima el día después a aquellas proas que surcaban la mar. El caso del buque escuela alemán es de manual. Una nave poderosa de 470 tripulantes , mandada por el comandante Kretschmann, se encontraba anclada en la rada del puerto de Málaga en espera de recoger al embajador alemán, de misión en Marruecos. La apacible bahía se suponía sobre el papel que sería un fondeadero tranquilo para aquel experimentado capitán de la marina de guerra alemana. Una nave, que acostumbrada a navegar por las aguas del Báltico no entraba en ninguno de los esquemas mentales de aquellos oficiales, que pudiesen naufragar a pocos metros de la orilla de una lejana ciudad mediterránea. Pero la cosa empezó mal. El día 15 se presentó, como hemos dicho, desapacible en la ciudad, los barómetros de la nave así lo indicaban y al amanecer del día siguiente se desató la tormenta. Fuerte temporal de Levante. Desde el puerto, se aconsejó a las autoridades de Marina recomendar al comandante alemán que fondease la nave en su interior. Algunas fuentes, como las del cineasta y brillante guionista malagueño, Jaime Noguera nos habla que aquella notificación no llegó al barco y no se dieron por enterados.

En todo caso, aquel lobo de mar, Kretschmann, con sus instrumentos meterológicos incluidos a bordo, mandó anclar a la nave. Estaba seguro que aquello bastaba para soportar, por aquel robusto buque escuela, cualquier tormenta que se podía dar en aquella rada. ¡Que diablos¡, aquella nave y su quilla había atravesado olas de 9 metros en el Sagerrak. A eso de las 11:30 h. de la mañana ya se mascaba irremediablemente la tragedia. Las anclas garreaban incomprensiblemente por el fondo arenoso de la bahía. Dada la fuerza del viento, la nave se arrastraba irremediablemente hacia la costa, zarandeando a todo el barco y empujándolo peligrosa e irremediablemente hacia las piedras del dique de Levante. El fantasma del encallamiento y del choque brutal contra aquel dique era ya una realidad. La solución se hacía mas difícil y angustiosa. Finalmente se rompería también la segunda y última ancla y fue entonces cuando la fragata quedó a merced de las olas y del huracanado viento. El punto y final de su nave era cuestión de minutos.

Muerte y naufragio alas puertas de la ciudad

La fotografía de arriba es completamente esclarecedora. Los palos y parte de la estructura del impresionante buque, acostados, en su lecho de muerte sobre el dique de levante del puerto de Málaga. En esos momentos estaba agonizando como barco. De todas las fotografías que he podido cotejar del hundimiento del barco, allá en el archivo Temboury –con nuestro siempre atento y amable archivero Manuel- o en el otro coqueto archivo de la ciudad, el Díaz Escobar, la que siempre me llamó más la atención es a que disponemos unas líneas más arriba, como hemos dicho. Posiblemente por ser hasta hace poco la menos conocida, quizás porque ese momento desgraciadamente era el punto más álgido de la tragedia.En esta terrible situación se dispuso la evacuación de la tripulación, botando al mar varias lanchas y haciendo todo lo que se podía por salvar la nave y a su tripulación.  Las campana de las iglesias de la ciudad tocaban arrebato, en el puerto se hundía un barco, que se estrellaba contra las rocas. Las otras eran zarandeadas por las impetuosas olas y sin ningún control de sus aterrados ocupantes. “Botes que tan pronto se llenan de náufragos como se hunden en el mar, arrastrando la carga de muchos hombres que se confunden con las irritadas olas”. En la batiente, de la mar contra el espigón, aquí es donde se dio el mayor número de muertos, empujados contra las piedras, destrozando sus jóvenes cuerpos…

Momentos antes, el comandante, sobre cubierta, daba órdenes a diestro y siniestro, “pero un golpe de mar le echó fuera, comenzando una lucha desesperada con el terrible elemento durante dos horas, agotando sus fuerzas”. El caso paradigmatico de un capitán que muere con su nave . Desde los primeros momentos de la tragedia numerosas personas se acercaron al puerto llevados por los rumores y el constante tañir de las naves en la ciudad. Varias embarcaciones se hicieron a la mar, logrando rescatar a algunos marineros casi desfallecidos; otras no tenían la misma fortuna y eran a su vez presa de las aguas. Otros grupos arrojaban desde las peñas cuerdas a los hombres que luchaban desesperadamente contra las olas y las rocas.  Todo esto lo describían a la perfección los periódicos de la época. En este naufragio tan conocido para los investigadores e historiadores malagueños, posiblemente otro de los momentos que más impresiona, es leer detenidamente la descripción de este angustioso momento. Incluso la prensa de Madrid se hace eco del hecho con tremenda viveza. El titular, furioso temporal, escena horrible, muchas desgracias...

También de la valentía de los malagueños, entre los cuales hubo algunas víctimas, las fuentes históricas nos hablan en torno a una docena que se arrojaban al agua, que sujetaban los cabos por los que se deslizaban los marineros para alcanzar de forma sobrevenida aquel dique infernal..

 El hundimiento que dio título a la ciudad de Málaga. Muy hospitalaria

En nombre de mi gusto hijo del rey don Alfonso XIII y como reina regente del reino. Vengo en conceder a la ciudad de Málaga el título de muy hospitalaria a qué tan honrosamente se ha hecho acreedora, rivalizando todas sus clases. Corporaciones y Ayuntamiento en el sábado salvamento de náufragos de la fragata de guerra alemana Gneisenau acreditando una vez más las altas dotes de abnegación, valor y calidad que distinguen a tan noble pueblo. Dado en Palacio a 3 de enero de 1901.

El ministro de la Gobernación, Javier Ugarte

Con estas palabras el ministerio de gobernación lo dejó bien claro. A tan noble pueblo. La reina María Cristina, en nombre de su hijo el rey Alfonso XIII, concedió a la ciudad de Málaga el título de “Muy Hospitalaria”, que desde entonces rotula el escudo de la ciudad. Málaga entera, junto con los supervivientes, acudió al enterramiento y oficios religiosos de las víctimas, “demostrando en los actos el luto que rodeaba a la población y el sentimiento que la embargaba a la vez que la muestra de consideración y amistad a la nación amiga”. Es lo que ocurre con las ciudades que miran de cara al mar. Ese mar que posiblemente cuente sus mejores historias, también las más dolorosas en la siempre dura vida de la mar.

 

Así pasaría a la historia. ¿Y sus restos?. ¿Su recuerdo?.

Una vez los buzos terminaron el desguazamiento y el rescate de las partes más importantes del barco, la memoria del naufragio quedaría grabado para la eternidad en el escudo de la ciudad, en la memoria de sus habitantes y en la arena de los sedimentos del fondo marino, numerosas publicaciones e incluso un trabajado y reciente documental. Un lugar aquella curva del dique de Levante en el que una tumba de guerra y los restos de un pecio, que con el tiempo y el avance del puerto, (en la primera mitad del siglo XX), desaparecerían lentamente su huella material. Hasta hace no mucho, era posible observar como algunas dotaciones de marinos ascendían al “cementerio inglés de la ciudad” a rendir homenaje a sus compañeros caídos en la mar. Un mausoleo recoge los restos de estos hombres, conservándose aún hoy día las tumbas de los marineros y de algunos oficiales. Una corona de laurel con un lazo con los colores germanos y algunas flores perduran todavía la memoria de aquellas víctimas.

Y eso hasta hoy, en donde la memoria del buque Gneisenau queda ligada para siempre a la siempre hospitalaria y bella ciudad de Málaga a la que tanto admiro. Es por ello que hoy, a pesar del olvido hacia la mar, de una ciudad que campea y naufraga en una España convulsa políticamente y que le ha hecho abandonar aquello que contó los mejores renglones de su historia; las historias que venían del azul, desde su fundación, en época fenicia, hasta ese fértil  burgués y naviero siglo XIX, pasando a la actualidad, donde la impronta marinera empuja la vida de la ciudad. Con sus crucero y su turismo, sus espetos y sus ansiadas playas. Todo lo mejor, hasta hace muy poco, posiblemente le ha venido de desde la mar y no podemos olvidar su historia, de ahí que hoy hayamos querido recordar este importante episodio del pasado, haciéndolo vivo. Por aquellos que tan noblemente dieron la vida por aquellos marinos alemanes, y por el afecto y la gratitud del pueblo de Málaga tiene hasta hoy en día con el alemán. Tal y como reza la placa que en el “puente de os alemanes”, junto a la iglesia de Santo Domingo nos recuerda los lazos de fraternidad que tenemos entre dos grandes naciones Europeas. Porque la mar siempre ha unido a los pueblos y a las personas. También da títulos a las ciudades que hacen gala de su valor y amor hacia la mar. A la muy hospitalaria ciudad de Málaga.

 

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