Ya las armas se encuentran, ya se embisten, ya se traban; de don Juan y el turco Alí, las galeras capitanas, furiosos tiros escupen,fieros cañones disparan, humo que los aires ciega, fuego que los hombres mata. ¡Qué de mástiles y proas desmenuzan y quebrantan, los herrados espolones deshacen y desencajan!
Lope de Vega
De esa forma rastrearon la zona entre Mesolongi y la isla de Oxeia. Para la filmación de un documental sobre la batalla de Lepanto (1571), el canal alemán Spiegel TV si se interesó más recientemente. Aunque parezca mentira, los germanos si se asoman con interés a aquella ventana de la historia. No existe una sola nave musealizada de la época, ninguna nave que nos hable de las maravillas de la arquitectura naval de la época, de su tecnología de sus formas de hacer las cosas. Si acaso, para conocer algunas de los rastros de aquella cultura marítima tendremos que acercarnos al “Dieniz Musezi” de Estambul. Un museo marítimo recientemente renovado, en el que podemos encontrar algunos rastros de aquella legendaria cultura marítima Otomana. No podemos olvidar que en aquella batalla se entremezclan las naves y los naufragios de las naves occidentales junto a la de aquel gran Imperio naval con aquella magistral tradición oriental. Cuando estuvimos en sus salas y tras conocer sus fondos, podemos decir que el museo alberga más de 20.000 piezas interesantisimas para su estudio y quizás lo más importante, un impresionante archivo en Besiktas cuyo corazón alberga buena parte de la memoria naval de aquella época. Una extensa colección que espera ser descubierta para los investigadores y los ciudadanos. Decenios de años de apasionante investigación. Si la arqueología no ha nutrido a las investigaciones, ni a los museos de excavaciones, de material, de investigaciones, ¿que podemos encontrar sobre la batalla de Lepanto hoy?. Restos aislados, en ocasiones excepcionales, pero que como si se tratase de singulares “reliquias medievales”, se exhiben como si fueran restos milagrosos de una episodio histórico. No existe un discurso narrativo, explicativo en su conjunto de lo que significó aquel gozne de la historia. Toda una oportunidad pérdida, que hoy en el aniversario de su efemérides es buen momento para recordar. Si bien esa es la triste realidad sobre la cuestión, acerquémosnos a cuales son los “restos de la batalla más grande de la historia”…Comencemos por sus banderas.
Del gallardete de Don Juan se Austria a las insignias Otomanas. La cuestión de las banderas
Los turcos habían desplegado unos 328 buques, de los cuales 208 eran galeras. En todas ellas, en sus popas y en sus “árboles”, transportaban sus valiosos estandartes y pendones de las diferentes naciones y advocaciones que iban a la batalla. Como ha ocurrido siempre en los campos de batalla, se trataba del botín de honor más preciado tras el fragor de la misma. Curiosamente en esta cuestión de Lepanto, a modo de “mártires insignias”, muchas de estas banderas se desperdigaron a modo de diaspora por toda Europa. Como si se tratasen de “importantes reliquias”, lanzaban un claro y poderoso mensaje; el de la victoria de Cristo. Aquellas banderas tenían la bendición del Papa y el estandarte papal; las ministraciones de jesuitas, dominicos, los franciscanos y capuchinos que acompañaron a la flota, las oraciones de los fieles; y los rosarios que fueron presionados en las manos de cada remero cristiano. Aún recuerdo vivamente las palabras de González-Aller cuando descubría, apuntando con su dedo el en el cuadro de Lepanto del Museo Naval de Madrid, en el vestíbulo de los Austrias. Exclamaba certera y con su viva voz el papel ideológico de los sacerdotes que participaron junto a los alcázares de las naves, crucifijo en alto e invocando a las fuerzas de la virgen y de los arcángeles. Era una visión casi mítica. Y se podía ver, es más lo pueden ver cada uno de ustedes si visitan el museo y pueden observar allí, acercándose bien al óleo, como en primer plano, aparecen aquellos monjes jerónimo, franciscanos o dominicos vociferando en la batalla.
Y sobre las banderas se pueden decir muchas cosas. Afortunadamente demasiadas. Para empezar, curiosamente, los próximos días 15 y 16 de Octubre se celebra en Huelva el congreso nacional de vexicología. En suma, mucho debate sobre banderas. Su obra, la de esta asociación, con su “Lepanto, las banderas en la más alta ocasión”, un detallado y profundo estudio que nos desgrana el papel de las mismas en la batalla de Lepanto.
Pero sigamos con las banderas, más adelante trataremos a las armas. Merece la pena detenerse sobre el gran Estandarte o bandera de la batalla de Lepanto. En damasco azul, y perteneciente al conjunto que entregó después de la victoria, Don Juan de Austria. Tiene decoración vegetal en dorado, con cenefa exterior .Aquí el Crucifijo es grande, proporcionado a la longitud del estandarte que mide 16 metros y los escudos son los de la Liga Santa, es decir, España, Venecia y el Papa. Debajo el escudo de Don Juan de Austria. Aquí están dispuestos en sentido vertical, y el final de la bandera se divide en dos puntas. Toda una joya histórica. Se ha encontrado durante siglos en la Catedral de Toledo. Año tras año en una de las grandes catedrales de España adornada solemnemente los oficios religiosos de aquella catedral castellana. Allí, impresionante con su cuidada iconografía del siglo XVI.
Don Juan, otorgó su porción del botín capturado a sus católicas majestades, tanto a Felipe II, como al papa, redoblando su generosidad añadiendo a su tesoro los 30.000 ducados le otorgó por la ciudad de Messina. También hizo regalos de dos banderas capturadas, las principales, no podía ser de otro modo: El estandarte imperial otomana fue al Papa; la fabulosa bandera de seda verde fue a Felipe II, le acompañaba el informe posterior a la acción. Con él vinieron 34 banderas que serían repartidas por el Imperio, incluidas las impresionantes banderas Otomanas. La colección existente en la Real Armería en Madrid, es sin lugar a dudas una de las más importantes del mundo, como nuestra Real Armería, que junto a real armero, uno de los hombres y equipo de patrimonio nacional que son toda una institución en si para la historia y la memoria del pasado a nivel internacional .Sobre las banderas Otomanos disponemos fotográficamente a continuación las existentes en dicha Real Armería de Madrid.
La cuestión de las armas
A la muerte de Don Juan de Austria, lo heredó su hermano, el rey, que a la sazón mando de nuevo depositar en la real armería dichos trofeos. Fue Don Juan de Austria, como gran vencedor de la batalla el que recibió buena parte de los honores. Habría que ver que fue de los líderes venecianos. “De los despojos ganados al turco”, fueron, aparte de los bajeles, (que sumo nada mas y nada menos que un total de 16), junto a 720 esclavos de cadena, la celada y el brazalete de Ali baja; ocho cabos de estandarte, cuatro colas de caballo, tres hacerlas de armar, arcos, flechas, carcaxes y otras armas blancas. Recuerda poderosamente a los trofeos de las batallas de la antigüedad. Con total poderío recogía los despojos de los vencidos. . ¿Y donde están en la actualidad?. Como hemos visto, para el público en general, apenas sin ser conocidas. Consta además que se entregaron en la armería once banderas cristianas, azules, con sus cordones y borlas de igual color y oro, las cuales fueron regaladas por el otro gran vencedor. El papa Pío V a Don Juan de Austria.
El alfanje del almirante turco Ali baja.”Cuando la poesía formaba parte de las batallas”.
La armada católica había sido visto por los buques espías musulmanes (pintados totalmente de negro para que por la noche pasasen desapercibidos). El 7 de octubre de 1571, puestos de observación de don Juan dieron la alarma como las naves cristianas entraron en el Golfo de Patras. Los otomanos, de su base naval de Lepanto en el Golfo adyacente de Corinto, habían formado una línea de batalla, su frente vestida de tres “batallas”. Por delante de las “tres batallas” de don Juan, una cuña de galeaza, más lentos, artillados y menos maniobrables, pero que compensaba su falta de movilidad, con su potencia de fuego sin igual. Pero donde se dirimió la batalla fue en lo relativo a las armas blancas, los arcabuces y la fuerza bruta de los soldados que se enfrentarían entre las bordas de aquellas naves…La mar tuvo que tintarse de rojo y sangre. No había otra. La batalla se resumió en que, las galeazas dibujaron las primeras sangres, con las cubiertas llenas de plasma de turcos y astillas por todos lados. Los otomanos, básicamente navegaron alrededor de las naves cristianos, con el objetivo, de lidiar con las naves católicas y que la batalla girase en un violento e incesante combate cuerpo a cuerpo flotante de cimitarras musulmanas, arcos, espadas y mosquetes contra las católicas, picas y arcabuces De ahí la importancia de estos legendarios trofeos de guerra…
Los cañones estallaron, las flechas llovieron sobre los cristianos, y los arcabuces escupieron bolas de plomo. De todo hubo sobre aquellas naves. De un lado volaban garfios; de otros, los cristianos lanzaban redes para repeler asaltantes y seguir con los disparos. Todo un espectáculo. Y la lucha cerrada mano a mano a bordo de las cubiertas. Los católicos que volvían los cañones giratorios sobre las naves enemigas, y los arqueros turcos disparando andanadas de flechas oscuras que se cobraron, entre otras, la vida de Agostini Barbarigo, comandante del ala izquierda católica, cuyo ojo fue traspasado cuando levantó la visera de emitir órdenes. Y parecía épica la paliza que le daría Lucas a las dotaciones del Victory siglos después den Trafalgar. Desde luego no se quedaba atrás la imponente batalla de Lepanto.
A la cabeza del centro católico fue Don Juan a bordo del buque insignia real. Para él, y para el comandante musulmán Ali Pasha, la batalla fue toda una justa. Dispararon para anunciar su presencia el uno al otro, y luego condujo al choque, el uso de sus galeras como corceles. Las naves se estrellaron juntos. Don Juan a la cabeza, y en todas partes la línea estallaron con explosiones de cañones, bombas, disparos, y el choque de espadas y hachas de batalla, mientras que las flechas mortales y silenciosas, volaban, resonando en la madera y los hombres. Todo un infierno.
Al parecer, el barco de don Juan y los hombres estaban recibiendo la peor parte, hasta que Marco Antonio Colonna, comandante de las galeras papales, embistió su propia insignia contra la de Ali Pasha. Las fuerzas católicas crecientes, en lo que se había convertido en una batalla de infantería luchada a través de las cubiertas de los barcos, barrieron a los musulmanes ferozmente. El propio Ali Pasha fue muerto y decapitado, y cuando Don Juan hizo un gesto, de esos que pasarían a la historia, gritaría, arrojando la cabeza cortada del caudillo enemigo a un lado. No tiene pérdida lo que dicen los cantares….
Derriban con presteza el estandarte
del Turco capitán, y al punto arbolan
en lo alto del carces la cruz sagrada,
con la effigie mortal de Iesu Christo».
(Felicissima Victoria, Canto XIV. 1a edición, Lisboa 1578)
“A todos los parecía un sueño, por ser cosa que no se ha jamás visto ni oído esta batalla y victoria naval». Luego mandó el Señor D. Juan gritar victoria en la galera Real, y por consiguiente se gritó lo mismo en las demás “galeras que estaban cerca». Victoria. Victoria. Victoria.