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444 años tras Lepanto, la olvidada. Desde sus banderas a los naufragios,hoy

444 años tras Lepanto, la olvidada. Desde sus banderas a los naufragios,hoy
Javier Noriega el

Ya las armas se encuentran, ya se embisten, ya se traban; de don Juan y el turco Alí, las galeras capitanas, furiosos tiros escupen,fieros cañones disparan, humo que los aires ciega, fuego que los hombres mata. ¡Qué de mástiles y proas desmenuzan y quebrantan,  los herrados espolones deshacen y desencajan! 

Lope de Vega

 

El choque de civilizaciones es tan antiguo como la historia, e igualmente tan antigua es la ceguera de los hombres que las buscan, que las generan. Pero queraámoslo o no, son las bisagras, los puntos de inflexión de la historia. La batalla que hoy recordamos en espejo de navegantes, en su 444 aniversario es uno de esos puntos importantes de inflexión de la historia. En la segunda mitad del siglo XVI, los tambores de guerra sonaban musulmanes y el muftí del sultán otomano proclamaron la yihad contra Occidente. Pío V, el papa del momento si entendió que la verdadera batalla que se libraba, era la que empujaba un choque de credos, que a modo de cruel duelo hacía peligrar la  propia existencia misma del Occidente cristiano y su forma de vida. Casi nada.

Y era curioso, han pasado varios siglos y la actualidad geopolítica de Oriente Medio nos parece traer ecos del pasado con extraordinaria viveza. ¿Quien duda del valor de la historia?. Es para tomársela en serio, por mucho que nos empeñemos en delegarla y degradarla al olvido…Por aquel entonces se rompió la unidad de la cristiandad (en Europa), como consecuencia de las revueltas protestantes, latente en los países del Norte. “El Norte está lleno de cosas enredadas y textos, con los ojos doloridos”,  rezaban las letras de aquellos rumores de los cristianos viejos. Una grieta que el poder otomano iba a aprovechar terriblemente. Sabían lo que se hacían en esto de la estrategia. El Islam tenía su oportunidad y era el momento del zarpazo hegemónico y militar. El Imperio Otomano, la sede del poder islámico, puso su ojo y su mano claramente para controlar el Mediterráneo. Y movía ficha.
Golfo e isla de Djerba del gran cartógrafo otomano Piri Reis.
Y lo hacía de una manera diversificada, planificada, como si de una partida de ajedrez se tratara. Los corsarios allanaban el norte de África con sus continuas razzias. La enorme flota del sultán anclada en el Mediterráneo oriental dejaba bien claro su poder y magnificencia presta a acudir allí donde estableciesen. Los ejércitos islámicos a lo largo de las costas de África, el Medio y Cercano Oriente, presionaban contra el Adriático, con la consecuencia que sus numerosos ejércitos musulmanes amenazaban claramente el Imperio de los Habsburgo a través de los Balcanes.
Toma de Malta por los Otomanos 6 años antes de la batalla de Lepanto. Plaza por plaza el Mediterráneo se iba rindiendo hegemónicamente a sus pies.
Fruto de este expansionismo salvaje, tuvo como inevitable efecto la batalla de Lepanto. No había otra. Se estaban esperando. Uno de los grandes choques entre Oriente y Occidente, con la consabida victoria para la Santa Liga de las naciones cristianas. Una victoria que dejó un reguero de recuerdos conmemorativos en las ciudades Europeas, con gran importancia en su momento. Hoy, todo eso prácticamente se ha olvidado. Máxime en nuestro país, en donde la historia marítima y sus frutos se han relegado en demasiadas ocasiones al olvido. ¿Que hay de aquellos barcos?. ¿De aquellos naufragios?. ¿De aquellos marinos y soldados?. O de sus banderas, sus armas, sus gallardetes, sus tambores y sus rodelas, sus espolones, sus cañones o sus velas…Aunque parezca mentira es difícil rastrear su pista en lo material, no así afortunadamente en abundantes obras históricas, en muchos casos por autores Españoles, que han tratado magistralmente el tema. Sobre dicha cuestión, la del olvido ya nos habló, entre otros,  el profesor Manuel Lucena del Consejo superior de investigaciones científicas (CSIC) en su “la trama global de los viajes y las expediciones Españolas en época moderna“. Notable y suficiente literatura y trabajos históricos sobre el asunto, ninguna arqueología de época moderna y poca materialidad y museo sobre la maritimidad y su papel en la edad de oro. Menos mal que tenemos esa joya del Museo Naval de Madrid.  Sobre la mítica batalla, aparecen medallas conmemorativas, una legendaria bandera abandonada entre la oscuridad y esquinas de remotas capillas europeas que se asoma tras siglos de espera…

En cientos de rincones de lejanas iglesias, remotos conventos,  en dispersos museos y en pequeñas colecciones, que van desde el conocido monasterio de San Lorenzo de El Escorial a  la Real Armería de Madrid, pasando por las catedrales de Toledo y Santiago. Recónditos monasterios como el de Santa María de las Huelgas, el de Monserrat o Montesión. En el Museo del ejército o en el querido y omphalos marítima del país, nuestro querido Museo naval de Madrid. En pequeñas iglesias como la de Medina del Campo. En museos y palacios de Venecia, impresionante ciudad artística, que maravilla la pintura de Vicentino en la sala del colegio del palacio ducal. Para no olvidar. Para mi una de las más impresionantes (junto con el cuadro del Museo naval de Madrid), sobre Lepanto. En la comuna de Forno di Zoldo, en la iglesia de Santo Stefano de Pisa, en la iglesia de Santa ágata de Spelona, en el castillo de Rivalta, en la iglesia de San Domenico de Turín, en Génova, por supuesto en la Santa sede e incluso en la lejana Viterbo….La batalla de Lepanto nos la encontramos atomizada por todos lados.  A modo de solitarios símbolos han sido guardados para la historia de una manera paradójica, ya que curiosamente no han sido objetos de un museo, de un lugar de reencuentro y de memoria (importantes batallas como Waterloo o el DIA D, lo tienen y no fueron menos importante que esta, es más fueron otros goznes importantes de la historia, como la propia Lepanto). No existe una huella que nos recuerde tal día como hoy de manera claridad. La claridad en la que toda Europa fue una, liderada por un capitán Español. Desgraciadamente encontraremos pocos legados en la historia que reflejen este hecho.

Figuras en soledad, muchas veces descontextualizadas de un mensaje, de una historia. La de la más grande batalla que conoció la Cristiandad. Vayamos a recordar donde y que ocurre con los verdaderos protagonistas de los naufragios de Lepanto. Hoy en su aniversario, vamos a ver si encontramos sus restos.
De Arqueología submarina sobre Lepanto. Nada de nada.

Si hablamos de una batalla naval y de las naves que naufragaron en la contienda, a todos nos viene rápidamente a la mente la cuestión arqueológica. Es normal. La arqueología representa la vanguardia de la historia y para la cuestión marítima, para sus hegemonías y sus redes de intercambio, que mejor que explicarla mediante pecios y los hitos del legado subacuático, con muchos e importantes los resultados y el significado que deja siempre una campaña arqueológica. Aunque parezca mentira aún no se ha excavado íntegramente ningún galeón de época moderna, por lo que no podemos esperar a que encontremos desgraciadamente ninguna campaña de investigación sobre las galeras de Lepanto, de esos barcos que preservaron con su victoria, los valores del Occidente de por aquel entonces, las raíces de nuestra actualidad. Sin embargo si encontramos y recientemente, a los científicos del INA, (Institute, Nautical Archeology de Texas) excavando, con el arqueólogo español Casabán integrado en el equipo, a un barco cargado de adornos suntuarios y lujosos espejos y cristales, además de pigmentos, para el palacio del sultán otomano Murad III. El «Gagliana grossa». Una nave grande, de remos, fletada por una rica familia de Dubrovnik y que partió de la costa Dálmata en 1583 con el fin de satisfacer la demanda del mercado. Una tormenta desatada nada más partir lo hundió, con su rico cargamento, junto a Gnalic, en un pequeño islote apenas a 3 millas de la ciudad croata de Biograd. Pero todo esto será diez años después de Lepanto. Afortunadamente es de los pocos registros que tenemos sobre los pecios de la época, por lo que queda mucho por investigar en la materia. Intentemos hacer de un problema, una oportunidad. ¿Nos podríamos imaginar lo que significaría estudiar la batalla de Lepanto en profundidad desde la arqueología?. Olvidada para la cultura, sin embargo si ha sido sopesada como un objetivo por los “desastrosos” cazatesoros. Lo de siempre. Además de estos, Throckmorton, ya se interesaba sobre la zona. Normal, es una de las grandes batallas navales de la humanidad. Y no sólo se interesó, sobre la zona realizaron campañas de prospección submarina que en su momento supusieron cierta relevancia,  fue la primera vez en Grecia que se utilizó la tecnología de los sistemas de sónar. Las cinco expediciones que tuvieron lugar entre 1971 y 1972 tenían el objetivo de localizar naufragios, sobre todo naves del siglo XVI. Buscaban a Lepanto. Y eso fue hace más de cuarenta años.

De esa forma rastrearon la zona entre Mesolongi y la isla de Oxeia. Para la filmación de un documental sobre la batalla de Lepanto (1571), el canal alemán Spiegel TV si se interesó más recientemente. Aunque parezca mentira, los germanos si se asoman con interés a aquella ventana de la historia. No existe una sola nave musealizada de la época, ninguna nave que nos hable de las maravillas de la arquitectura naval de la época, de su tecnología de sus formas de hacer las cosas. Si acaso, para conocer algunas de los rastros de aquella cultura marítima tendremos que acercarnos al “Dieniz Musezi” de Estambul. Un museo marítimo recientemente renovado, en el que podemos encontrar algunos rastros de aquella legendaria cultura marítima Otomana. No podemos olvidar que en aquella batalla se entremezclan las naves y los naufragios de las naves occidentales junto a la de aquel gran Imperio naval con aquella magistral tradición oriental. Cuando estuvimos en sus salas y tras conocer sus fondos, podemos decir que el museo alberga más de 20.000 piezas interesantisimas para su estudio y quizás lo más importante, un impresionante archivo en Besiktas cuyo corazón alberga buena parte de la memoria naval de aquella época. Una extensa colección que espera ser descubierta para los investigadores y los ciudadanos. Decenios de años de apasionante investigación. Si la arqueología no ha nutrido a las investigaciones, ni a los museos de excavaciones, de material, de investigaciones, ¿que podemos encontrar sobre la batalla de Lepanto hoy?. Restos aislados, en ocasiones excepcionales, pero que como si se tratase de singulares “reliquias medievales”, se exhiben como si fueran restos milagrosos de una episodio histórico. No existe un discurso narrativo, explicativo en su conjunto de lo que significó aquel gozne de la historia. Toda una oportunidad pérdida, que hoy en el aniversario de su efemérides es buen momento para recordar. Si bien esa es la triste realidad sobre la cuestión,  acerquémosnos a cuales son los “restos de la batalla más grande de la historia”…Comencemos por sus banderas.

Del gallardete de Don Juan se Austria a las insignias Otomanas. La cuestión de las banderas

Exposición reciente del impresionante y valioso gallardete de la galera capitana de Don Juan de Austria, expuesto en la catedral de Santiago.

Los turcos habían desplegado unos 328 buques, de los cuales 208 eran galeras. En todas ellas, en sus popas y en sus “árboles”, transportaban sus valiosos estandartes y pendones de las diferentes naciones y advocaciones que iban a la batalla. Como ha ocurrido siempre en los campos de batalla, se trataba del botín de honor más preciado tras el fragor de la misma. Curiosamente en esta cuestión de Lepanto, a modo de “mártires insignias”, muchas de estas banderas se desperdigaron a modo de diaspora por toda Europa. Como si se tratasen de “importantes reliquias”, lanzaban un claro y poderoso mensaje; el de la victoria de Cristo. Aquellas banderas tenían la bendición del Papa y el estandarte papal; las ministraciones de jesuitas, dominicos, los franciscanos y capuchinos que acompañaron a la flota, las oraciones de los fieles; y los rosarios que fueron presionados en las manos de cada remero cristiano. Aún recuerdo vivamente las palabras de González-Aller cuando descubría, apuntando con su dedo el en el cuadro de Lepanto del Museo Naval de Madrid, en el vestíbulo de los Austrias. Exclamaba certera y con su viva voz el papel ideológico de los sacerdotes que participaron junto a los alcázares de las naves, crucifijo en alto e invocando a las fuerzas de la virgen y de los arcángeles. Era una visión casi mítica. Y se podía ver, es más lo pueden ver cada uno de ustedes si visitan el museo y pueden observar allí, acercándose bien al óleo, como en primer plano, aparecen aquellos monjes jerónimo, franciscanos o dominicos vociferando en la batalla.

Detalle del impresionante cuadro sobre la batalla, en el que encontramos la imagen de Don Juan de Austria comandando a la galera Real. Tras él, un monje crucifijo en alto arengando a las tropas en el alcázar de popa. Toda una fotografía del ataque a la Sultana. Los óleos, que ya tocamos en espejo de navegantes con anterioridad, adquiere una dimensión importante en lo relativo a la batalla de Lepanto.

 

Y sobre las banderas se pueden decir muchas cosas. Afortunadamente demasiadas. Para empezar, curiosamente, los próximos días 15 y 16 de Octubre se celebra en Huelva el congreso nacional de vexicología. En suma, mucho debate sobre banderas. Su obra, la de esta asociación, con su “Lepanto, las banderas en la más alta ocasión”, un detallado y profundo estudio que nos desgrana el papel de las mismas en la batalla de Lepanto.

 

 

Sobre los trofeos de las armas, las banderas y los otros efectos de guerra ganados a los turcos las fuentes nos hablan algo sobre la cuestión. Poco, pero interesantes descripciones de lo poco que podemos salvar de la batalla. El repartimiento que entre las naciones que formaban la santa liga, se efectuó de los bajeles, de la artillería y de los esclavos cogidos al enemigo. Cosa diferente es la distribución de las banderas, las armas, y los objetos que se adquirieron. Los documentos de la época nos da cuenta del envío del estandarte que enarbolaba la capitana turca y que fue traído por Don Lope de Figueroa con la nueva del triunfo, y  destinado al Escorial. Al corazón de aquella España de Felipe II. También lo fueron cuatro fanales de galeras capitanas turcas. Parece que no fueron los únicos, hoy mismo, en este mismo periódico, Jesús García Calero, su redactor de cultura se hacía eco de una noticia importante relativa a Lepanto, como el marqués de Santa Cruz depositaba en Toledo su archivo histórico… Parece que el traje del almirante Ali Baja, y su poderoso e importante alfanje, el de su hijo  y otras armas se conservaron por parte de los reyes de España en sus armerías. Su conocimiento apenas pasa de los estudiosos e investigadores que se interesan por el asunto. Sobre la enseña, fue curioso. Quedó reducida a cenizas en un incendio que sufrió el Escorial en 1671, al ser almacenado en una torre y en un incendio fortuito y terrible. Toda una pena, pues tenía que ser impresionante. “Entrego Hernando de Beiviesca un estandarte de lienzo dorado, de 15 palmos de largo y ocho de largo, escrito todo el de letras arábigas, parte dellas doradas y parte negras, y por la una parte tiene cuatro círculos de las dichas letras, mas menudas todas con sus orlas de letras grandes doradas”. Sobre los fanales, dispuso Felipe II, remitiéndose dos de dichas linternas al monasterio de Guadalupe. En la sacristía pude ver en su momento el latón dorado, envejecido de aquella linterna de popa. Pude imaginar como tenía que alzarse sobre la nave sultana del Otomano. Y como pudo ir a parar a aquel impresionante monasterio al otro lado del mundo de donde fue apresado dicho trofeo.

 

Pero sigamos con las banderas, más adelante trataremos a las armas. Merece la pena detenerse sobre el gran Estandarte o bandera de la batalla de Lepanto. En damasco azul, y perteneciente al conjunto que entregó después de la victoria, Don Juan de Austria. Tiene decoración vegetal en dorado, con cenefa exterior .Aquí el Crucifijo es grande, proporcionado a la longitud del estandarte que mide 16 metros y los escudos son los de la Liga Santa, es decir, España, Venecia y el Papa. Debajo el escudo de Don Juan de Austria. Aquí están dispuestos en sentido vertical, y el final de la bandera se divide en dos puntas. Toda una joya histórica. Se ha encontrado durante siglos en la Catedral de Toledo. Año tras año en una de las grandes catedrales de España adornada solemnemente los oficios religiosos de aquella catedral castellana. Allí, impresionante con su cuidada iconografía del siglo XVI.

Don Juan, otorgó su porción del botín capturado a sus católicas majestades, tanto a Felipe II, como al papa, redoblando su generosidad añadiendo a su tesoro los 30.000 ducados le otorgó por la ciudad de Messina. También hizo regalos de dos banderas capturadas, las principales, no podía ser de otro modo: El estandarte imperial otomana fue al Papa; la fabulosa bandera de seda verde fue a Felipe II, le acompañaba el informe posterior a la acción. Con él vinieron 34 banderas que serían repartidas por el Imperio, incluidas las impresionantes banderas Otomanas. La colección existente en la Real Armería en Madrid, es sin lugar a dudas una de las más importantes del mundo, como nuestra Real Armería, que junto a real armero, uno de los hombres y equipo de patrimonio nacional que son toda una institución en si para la historia y la memoria del pasado a nivel internacional .Sobre las banderas Otomanos disponemos fotográficamente a continuación las existentes en dicha Real Armería de Madrid.

 

La cuestión de las armas

El museo del ejército Turco, una obligada y apasionante visita para estudiar las impresionantes armas de mano del fiero imperio Otomano. Recordemos el valor que tuvo en la batalla los temidos arcos turcos y los afilados ayagates.

A la muerte de Don Juan de Austria, lo heredó su hermano, el rey, que a la sazón mando de nuevo depositar en la real armería dichos trofeos. Fue Don Juan de Austria, como gran vencedor de la batalla el que recibió buena parte de los honores. Habría que ver que fue de los líderes venecianos. “De los despojos ganados al turco”, fueron, aparte de los bajeles, (que sumo nada mas y nada menos que un total de 16), junto a 720 esclavos de cadena, la celada y el brazalete de Ali baja; ocho cabos de estandarte, cuatro colas de caballo, tres hacerlas de armar, arcos, flechas, carcaxes y otras armas blancas. Recuerda poderosamente a los trofeos de las batallas de la antigüedad. Con total poderío recogía los despojos de los vencidos. . ¿Y donde están en la actualidad?. Como hemos visto, para el público en general, apenas sin ser conocidas. Consta además que se entregaron en la armería once banderas cristianas, azules, con sus cordones y borlas de igual color y oro, las cuales fueron regaladas por el otro gran vencedor. El papa Pío V a Don Juan de Austria.

El alfanje del almirante turco Ali baja.”Cuando la poesía formaba parte de las batallas”.

Y es que la espada del Turco es un testimonio importante de la batalla. Una impresionante pieza, un alfanje turquesco, dorados y la guarnición una cruz, de oro, al igual que el pomo, de terciopelo pardo…En el campo del lado izquierdo, junto a la espiga, varios animales fantásticos y un circulo que contiene una leyenda árabe. En trazados de oro y confeccionados a la damasquina. La leyenda siempre me impresionó sobremanera. Eran otras épocas en las que las armas iban revestidas de advertencias y eran bendecidas. En el caso del alfanje existente en la Real Armería, (que abajo disponemos en fotografía de su hoja, ya que la imagen de arriba pertenece al alfanje de “Soleiman el magnífico”, del museo del ejército Turco), vertida al castellano decía algo así como; “Tus acciones sean en buenas obras; sed buena, fortuna, a la obra de Hachi Murad”. Parece que siempre los Dioses acompañan a cualquier ejército, sean vencedores o vencidos, como veremos más adelante, curiosa egolatría. Lo que se extiende a lo largo de la letra con hojas de oro, dice; “Ciertamente te abrimos camino manifiesto para que te perdone Dios tus pecados pasados y venideros, te conceda sus beneficios y te guíe por el camino recto”. Sigue en idioma turco. “Si me son terribles con tu asistencia, es que das, como el sol, a las criaturas la luz, haces a todo siervo con tu gracia beneficios y que sea yo una gota, siendo tu mar profundo. Nuestro señor el jeque Abdelcader el Sivazi”.
“Y cuando venga el auxilio de Dios y la victoria, y veas a la gente abrazar en tropel la religión de ala, alaba si tu señor , gratificándole y pide perdón, pues ciertamente es condenador”. Al otro lado de la hoja decía; «El auxilio de Dios y la victoria próxima”. Mucho nos tememos que dicha Victoria no le llegó nunca en Lepanto.

 

La celada de Ali Baja
Una celada de hierro damasquino, que se gano el día de la batalla naval. El yelmo en cuestión era impresionante. “Tenía, nada más y nada menos que treinta seis rubíes, los treinta pequeños  en el cabo alto e los seis en las orejas e cuatro turquesas e dos diamantes e toda ella listado de alto a bajo de oro”. La pedrería y el oro de las listas desaparecieron con el tiempo. Seguramente la codicia hizo de las suyas. El buril en el lanceó del lado  nasal así como en las cartelas que rodeaba el borde inferior de la celada, decía: «En el nombre de Dios clemente y misericordioso; ciertamente te abrimos camino manifiesto para que te perdone Dios sus pecados y venideros, te conceda sus beneficios y te guíe por el camino recto. En el auxilio viene de Dios y la victoria esta próxima. Felicita por tanto a los creyentes, ¡oh mohamad!. Y en la visera continuamos con los versos sagrados; refugióme en Dios (para que me libre de) Satanas el apedreado; poco falta para que los infieles te miren con ojos de malicia cuando oyen el Coran, y digan; es un alucinado; pero ello no es sino una advertencia para todo el Universo”.
Colección de yelmos europeos del siglo XVI. Algunos de ellos pertenecientes de las naciones de la Santa Liga. Museo del ejército Turco. Estambul.
Yelmo Otomano de la batalla de Lepanto.

 

La armada católica había sido visto por los buques espías musulmanes (pintados totalmente de negro para que por la noche pasasen desapercibidos).  El 7 de octubre de 1571, puestos de observación de don Juan dieron la alarma como las naves cristianas entraron en el Golfo de Patras. Los otomanos, de su base naval de Lepanto en el Golfo adyacente de Corinto, habían formado una línea de batalla, su frente vestida de tres “batallas”. Por delante de las “tres batallas” de don Juan, una cuña de galeaza, más lentos, artillados y menos maniobrables, pero que compensaba su falta de movilidad, con su potencia de fuego sin igual. Pero donde se dirimió la batalla fue en lo relativo a las armas blancas, los arcabuces y la fuerza bruta de los soldados que se enfrentarían entre las bordas de aquellas naves…La mar tuvo que tintarse de rojo y sangre. No había otra. La batalla se resumió en que, las galeazas dibujaron las primeras sangres, con las cubiertas llenas de plasma de turcos y astillas por todos lados. Los otomanos, básicamente navegaron alrededor de las naves cristianos, con el objetivo, de lidiar con las naves católicas y que la batalla girase en un violento e incesante  combate cuerpo a cuerpo flotante de cimitarras musulmanas, arcos, espadas y mosquetes contra las católicas, picas y arcabuces  De ahí  la importancia de estos legendarios trofeos de guerra…

Los cañones estallaron, las flechas llovieron sobre los cristianos, y los arcabuces escupieron bolas de plomo. De todo hubo sobre aquellas naves. De un lado volaban garfios; de otros, los cristianos lanzaban redes para repeler asaltantes y seguir con los disparos. Todo un espectáculo. Y la lucha cerrada mano a mano a bordo de las cubiertas. Los católicos que volvían los cañones giratorios sobre las naves enemigas, y los arqueros turcos disparando andanadas de flechas oscuras que se cobraron, entre otras, la vida de Agostini Barbarigo, comandante del ala izquierda católica, cuyo ojo fue traspasado cuando levantó la visera de emitir órdenes. Y parecía épica la paliza que le daría Lucas a las dotaciones del Victory siglos después den Trafalgar. Desde luego no se quedaba atrás la imponente batalla de Lepanto.

 

A la cabeza del centro católico fue Don Juan a bordo del buque insignia real. Para él, y para el comandante musulmán Ali Pasha, la batalla fue toda una justa. Dispararon para anunciar su presencia el uno al otro, y luego condujo al choque, el uso de sus galeras como corceles. Las naves se estrellaron juntos. Don Juan a la cabeza, y en todas partes la línea estallaron con explosiones de cañones, bombas, disparos, y el choque de espadas y hachas de batalla, mientras que las flechas mortales y silenciosas, volaban, resonando en la madera y los hombres. Todo un infierno.

Detalle del cuadro de la Batalla de Lepanto que narra precisamente el momento en el que la galera de Don Juan de Austria embestía a la Sultana para posteriormente decapitar a Alí Bajá. Su comandante. El momento del cenit de la batalla. Para verlo de cerca. El Museo Naval de Madrid.

Al parecer, el barco de don Juan y los hombres estaban recibiendo la peor parte, hasta que Marco Antonio Colonna, comandante de las galeras papales, embistió  su propia insignia contra la de Ali Pasha. Las fuerzas católicas crecientes, en lo que se había convertido en una batalla de infantería luchada a través de las cubiertas de los barcos, barrieron a los musulmanes ferozmente. El propio Ali Pasha fue muerto y decapitado, y cuando Don Juan hizo un gesto, de esos que pasarían a la historia, gritaría,  arrojando la cabeza cortada del caudillo enemigo a un lado. No tiene pérdida lo que dicen los cantares….

Derriban con presteza el estandarte
del Turco capitán, y al punto arbolan
en lo alto del carces la cruz sagrada,
con la effigie mortal de Iesu Christo».
(Felicissima Victoria, Canto XIV. 1a edición, Lisboa 1578)

 La Bandera de la Santa Liga se planteó en alto, junto a  la insignia del Otomano capturado,  la reconocida bandera de Ali Pasha, finalmente rendida. Con esto acabó realmente la batalla. Con esto se apagaron para siempre los ecos de una de las mayores batallas de la historia de la humanidad.

“A todos los parecía un sueño, por ser cosa que no se ha jamás visto ni oído esta batalla y victoria naval». Luego mandó el Señor D. Juan gritar victoria en la galera Real, y por consiguiente se gritó lo mismo en las demás “galeras que estaban cerca». Victoria. Victoria. Victoria.

En Museo naval de Madrid. Junto a uno de los estandartes de Lepanto.

 

 
 

 

 

 

 

 

 

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