Cuatro notas sobre el discurso de Zapatero en el debate sobre el Estado de la Nación:
1) Su abrazo a los Indignados. Salvo expresiones minoritarias de coacciones y amenazas, ha dicho, hemos visto demandas hechas desde la democracia y que reivindican el valor de la política. ¿Se refiere Zapatero al rechazo de los Indignados de la clase política? ¿Al rechazo de la democracia representativa, es decir, de la única democracia existente?
2) La sentada de Rubalcaba mientras todos los diputados socialistas aplaudían puestos en pie al final del discurso de Zapatero. Zapatero se había puesto emotivo en sus notas finales de despedida, pero Rubalcaba ha roto la magia mostrando las despiadadas entrañas de la lucha por el poder: yo soy el nuevo poder y no me levanto a aplaudirte como los demás pues ahora deben aplaudirme a mi. Sentado junto a Zapatero y sin aplaudir, se ha dignado a incorporarse únicamente en los segundos finales, para marcar diferencias, para marcar su poder
3) La abrumadora sensación de aislamiento, de soledad, de incomprensión colectiva que destilaba su larga exposición de los grandes esfuerzos del Gobierno para atajar la crisis. Nadie le cree, nadie confía en él, nadie ve la salida del túnel que anunciaba al principio de su discurso, ni siquiera los diputados de su bancada
4) Los escasos aplausos de la bancada socialista a su líder: cinco brevísimos aplausos a lo largo de 65 minutos de discurso. Un cálido aplauso final, de despedida más que de apoyo, y estropeado por el gesto de Rubalcaba
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