En el post anterior encuentro un comentario que arremete contra los compañeros de ABC que hoy valoran la fotografía de las niñas de Zapatero. Lo que me produce una enorme sorpresa, y es que a estas alturas de la historia me cuesta creer que haya un solo español que pueda culpar a los medios de la publicación de esta fotografía o de los comentarios sobre ella.
Todo un presidente de Gobierno se lleva a sus hijas a una recepción pública con el hombre más poderoso de la tierra, se hacen una fotografía con él, ¿y aún queda alguien que pueda pretender que esa fotografía sea privada? ¿O que las hijas de Zapatero tengan derecho a la intimidad? Cuando es su padre el que ha decidido exhibirlas en el acto más público que quepa imaginar. Pero el abuso del padre es aún más grave cuando tenemos en cuenta que es él mismo el que se ha pasado cinco años exigiendo a los medios de comunicación discreción absoluta para con sus hijas.
Y la gravedad llega a un punto intolerable en un estado democrático cuando La Moncloa presiona a todos los medios desde el jueves por la tarde para que no publiquen esa fotografía. Una fotografía ya pública, colgada en la web de la Casa Blanca. Ahí está el escándalo, en esa presión, no en la publicación de la fotografía.
Sobre el look gótico de las hijas del presidente y los comentarios sobre él en la prensa de hoy, cuando uno se salta las normas de la etiqueta, ejerce quizá la libertad de expresión (eso sería objeto de otro debate), pero se convierte también en el foco prioritario de atención. Y eso va con todo el mundo, incluidas las hijas de Zapatero. Si ellas deciden aparecer vestidas de esa guisa, la noticia es el aspecto, por supuesto. ¿O es que nos hubiéramos abstenido de comentar el look si llegan a ser Zapatero y su esposa los engalanados con una vestimenta absolutamente inapropiada para la ocasión?
Cuando el pasado jueves por la noche, varios compañeros y yo estábamos en la tertulia de Pepa Sastre en Punto Radio y la fotografía comenzó a aparecer en internet, pensamos en un primer momento que estaba trucada, que no era real. Dejémonos de correcciones políticas y de estupideces. Nosotros, como el resto de los españoles, no podíamos dar crédito ni a la vestimenta de las hijas de Zapatero en tal ocasión ni a la exhibición pública a la que las había sometido su padre. Y sí, ambas cosas eran reales, el look y el patinazo paterno, y de eso no tienen la culpa los periodistas.
Derecho a la intimidad
