No sé qué me sorprende más del debate que ocupa a los franceses a cuenta del burka y del polígamo. Si el triste intento de la izquierda francesa de cuestionar el proyecto de prohibición del burka aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid o, en este caso, que el polígamo espabilado ha saltado a la palestra. O la jeta del polígamo en cuestión.
Resulta que en Francia han multado a una señora que conducía con el rostro cubierto. Y la multa ha llevado a descubrir que se trata de una de las cuatro esposas de un ciudadano francés y musulmán. Lo que ha llevado al Gobierno, a su vez, a amenazarle con quitarle la nacionalidad y a la izquierda a mezclar este asunto con el proyecto de ley del burka.
Entre unos y otros, brilla con luz propia el polígamo, Liès Hebbadj, que ha conseguido, al parecer, que cada una de sus cuatro mujeres cobre un subsidio estatal como familia monoparental. Y que, no contento con eso, ha reivindicado la normalidad de su poligamia. “Las amantes no están prohibidas en Francia”, ha afirmado.
Y a ver quién rechista precisamente estos días en que se publica el libro de un escolta del fallecido François Miterrand en torno a la doble vida que llevaba su jefe, unos días con la mujer e hijos oficiales y otros con la amante y la hija extraoficial. ¡Touchés! que dirían los franceses
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