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Blogs Los cuatrocientos golpes por Silvia Nieto

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IMÁGEN DE "LA JETÉE"
Silvia Nieto el

El otro vi «La Jetée» (1962), una película de Chris Marker, un cineasta francés, que me dejó muy pensativa. Vaya por delante que mi conocimiento de cine es limitado y que eso no lo cambia una suscripción a Filmin, por lo que mis comentarios sobre lo que observé tienen un valor relativo, aunque me voy a intentar explicar.

La película, construida a base de fotografías que se suceden y narrada por una voz, nos cuenta el experimento al que someten a un prisionero en un París apocalíptico, destruido después de una guerra que ha arrasado con parte de la humanidad. Los vencedores de la contienda, conscientes de la imposibilidad de vivir en un mundo en ruinas, eligen a varios presos para empujarles a viajar en el tiempo, con el objetivo de que encuentren, en el futuro, una fórmula que salve a los seres humanos; en el intento, sin embargo, todos enloquecen o mueren. Arrastrados por la desesperación, repiten la prueba con un cautivo que reúne condiciones excepcionales: atesorar imágenes fijas, muy potentes, de su infancia; en concreto, una en la que observa, de niño, cómo una mujer presencia el asesinato de un hombre en el aeropuerto de Orsay. Cuando su memoria se libera, asistimos a sus recuerdos, algunos felices y vinculados con alguien a quien quiso.

No voy a decir cómo termina la película. Me imagino que cada uno extrae sus propias conclusiones al verla. Algunos se sentirán fascinados por el cierre del final, que es una maravilla; otros, por la fotografía. A mí lo que más me interesó fue la cuestión de la memoria. A veces tengo la impresión de que gran parte de nuestra literatura, de nuestro cine, consiste en una investigación sobre ese asunto espinoso. ¿Definen nuestros recuerdos nuestra identidad? ¿Cuánto de fiable hay en ellos? ¿Por qué guardamos imágenes de un tiempo pasado que es irrecuperable?

Hace unos meses, cuando fue mi cumpleaños, pedí en casa que bajaran de un altillo unos álbumes familiares que no miramos con frecuencia. Contenían fotografías de muchas personas a las que he querido y ya no están. De entre todas las imágenes, la que más me llamó la atención fue una del verano de 1998; allí estábamos mi abuela y yo, una señora mayor que vuelve la mirada con una media sonrisa y los ojos entrecerrados a una niña, disfrazada de arlequín y muy seria, que estrecha su mano. A mi abuela, por todo el cariño que nos regaló en nuestra infancia, la tengo presente todos los días. Sé que mis hermanas y mi madre también. Su vida nos parece un ejemplo y una lección.

Lo que me gustó de «La Jetée» es que insinuaba que un recuerdo concede una fuerza extraordinaria a un individuo. Tengo la impresión de que los momentos felices, registrados en la memoria, son una fuente de energía o un oasis donde pararnos a descansar. Estos años, con mis más y mis menos, he atesorado unos cuantos. Y me siento afortunada.

Cuando miro la fotografía, me pregunto si ella estaría contenta. Tengo la impresión de que sí.

Suficiente.

Feliz Navidad.

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