El mar Egeo, con su miríada de islas, bahías, golfos y penínsulas, fue el lugar elegido por los dioses griegos para fijar su residencia en la tierra, según nos transmite la mitología, pero también el lugar donde se cruzaron las más cruentas batallas de la historia antigua, una especie de rompeolas en el que chocaban los imperios de Oriente y Occidente. Hoy, algunas de esas islas, Cos, Lesbos…, siguen siendo el punto de arribo de oleadas de refugiados que huyen de los inacabables conflictos de una tierra maldita, donde los imperios de nuestro tiempo siguen cruzándose los cuernos.
No hay ciudad en el mundo que haya sido objeto de mayor número de asedios y conquistas que Esmirna, fundada por los hititas hace cinco mil años, y tomada por tantos pueblos e imperios que harían falta muchas páginas para nombrarlos a todos, hasta que el gran Alejandro la reconstruyó. A pesar de que durante los últimos cinco siglos formó parte del imperio otomano, siempre tuvo una importante población griega que vio los cielos abiertos con su caída, en 1920. Pero la alegría les duró sólo dos años, los que tardó Turquía en recuperar la ciudad, tras la guerra grecoturca. Esta vez no hubo misericordia con los griegos, que fueron masacrados, intercambiados o expulsados sin contemplaciones. Un millón aproximadamente. Todos los habitantes de la pequeña isla de Prikonis, frente a Esmirna, unas cuatro mil almas repartidas en cuatro poblaciones, fueron forzados a huir con lo puesto en precarias embarcaciones e iniciar una odisea particular en busca de un destino incierto. ¿No te recuerda nada esta historia?
Todo esto me lo cuenta Elena Tsaknis, 60 años, cuya madre nació a bordo de una de aquellas embarcaciones que vagaron por el Egeo sin rumbo ni destino, y hoy regenta un hotel familiar asomado al mar en Ammouliani, el Sunrise, quizá la mejor opción para alojarse en el islote en el que recalaron finalmente los cuatrocientos refugiados de aquel barco, tras una agónica singladura de años.
Ammouliani apenas tiene quince kilómetros cuadrados y es una isla irregular, festoneada de acantilados y ensenadas, con playas deliciosas, situada en lo más profundo del abrigado golfo de Athos. El islote pertenecía al monasterio de Vatopedi, y sobre su único promontorio se levanta aún una pequeña iglesia de piedra y una casa que los monjes utilizaban para descansar en sus ocasionales visitas a los olivares. Ambas siguen siendo punto de referencia de la única población del lugar, en la que viven actualmente los setecientos descendientes de sus primeros moradores. Aunque en invierno, cuando acaba la temporada turística, no quedan ni trescientos.
Bien, pero ¿dónde está el paraíso?. Allí mismo, en la increíble tranquilidad de un lugar sin ruidos ni apenas tráfico rodado, en las asombrosas playas de arenas doradas y aguas cristalinas, en las magníficas vistas de la península y el monte de Athos, a un tiro de ballesta de distancia, en la amistosa hospitalidad de los ammoulianienses, todavía agradecidos al gobierno griego y al monasterio de Vatopedi, que les entregaron tierras y casas, junto a las correspondientes escrituras de propiedad.
Pasar unos días en Ammouliani puede ser una experiencia tan balsámica como gratificante. En un solo día, y de la mano de Penny Tsaknis, me hice con un puñado de amigos que me pasearon por las mejores playas, me alimentaron con los más deliciosos manjares, me contaron la historia y las historias del lugar, me regalaron sobremesas y veladas inolvidables con música, vino y canciones y me abrieron sus brazos para que vuelva pronto. No dejé de explorar ni un sólo rincón de la isla y hasta me hice una lista de honor con mis playas favoritas. La más frecuentada, Alikes, mira al sur y está protegida por una amplia ensenada. Tiene las aguas más limpias y transparentes del mundo, ya que, debido a sus corrientes, se renuevan por completo cada veinte minutos; también son muy saladas. No me gustó tanto que la arena estuviera completamente cubierta de tumbonas y parasoles, aunque las buenas instalaciones del Big Fish Bar me reconciliaron en parte. Nadar allí es un placer de dioses (griegos). Con un poco de imaginación y unos potentes prismáticos, casi se alcanzaría a ver el Monte Olimpo.
Sin embargo, mi ensenada favorita, Magali Ammos (Gran Arenal), se encuentra en el extremo nororiental de la isla. Tiene una parte de arenas más finas, con una soberbia terraza sombreada por árboles gigantes (Island Beach Bar) y otra un poco (muy poco) más ‘salvaje’, tirando ligeramente a hippy, sobre la que se alza el soberbio mirador de la Taberna Megali Ammos, en realidad un restaurante con unas vistas magníficas y una comida como para quedarse a vivir allí. Sus propietarios, Sinodis y Yotas, forman una pareja encantadora que se sienta a comer con sus invitados. Un lugar absolutamente recomendable, casi imprescindible, en Ammouliani.
Desde luego, no recomendaría Ammouliani a quienes busquen marcha nocturna y ambiente a tope, pero es un paraíso escondido para iniciados y amantes de la tranquilidad, un lugar ideal para esconderse con media docena de libros y una buena compañía. ¿O es que puede haber un placer mayor que bañarse en una playa semisolitaria de aguas mansas y cristalinas, antes de disfrutar los opíparos manjares de la cocina macedonia en agradable compañía? Y una advertencia final: en agosto Ammouliani puede llegar a acoger a diez mil visitantes. Sus playas y hoteles están abarrotados y la vida de la isla se transforma. Pero el resto del año es una maravilla.
Un entretenimiento muy apreciado por los turistas de la isla es alquilar una lancha a motor y recorrer los islotes cercanos, donde abundan las playas solitarias. No hace falta ningún tipo especial de permiso. Basta con pagar el alquiler al principio y el combustible consumido al regreso. Sólo añadir que en el pueblecito de Ammouliani todo son tiendas, bares y restaurantes con agradables terracitas y un templete abierto a los cuatro vientos, que los lugareños llaman humorísticamente ‘el Parlamento’, donde se suelen reunir los más viejos del lugar a matar el tiempo y controlar el ir y venir de los ferries que unen la isla a tierra firme cada hora, en una cómoda travesía de menos de quince minutos.
Portada: Deliciosa ensenada en Ammouliani
Mis fotos están tomadas con una cámara Fujifilm serie T X10
Más detalles en: www.mountathosarea.org
Oficina de Turismo de Grecia: www.visitgreece.gr
Para dimes y diretes: seivane@seivane.net
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