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Blogs Crónicas de un nómada por Francisco López-Seivane

Los dorze, o el arte de vivir con la casa a cuestas

Los dorze, o el arte de vivir con la casa a cuestas
Francisco López-Seivane el

Ya he dejado claro en crónicas anteriores que Arba Minch es la auténtica puerta de entrada a las tribus Omóticas del sur de Etiopía. A medida que uno desciende por el mapa desde allí, va encontrando etnias cada vez más primitivas, aisladas y endogámicas. Lo iremos viendo poco a poco, tribu a tribu, en el futuro.

Hoy me gustaría ocuparme de los dorze, una etnia peculiar que vive en las montañas al noroeste de Arba Minch y está mucho más integrada que cualquier otra. Conservan, por supuesto, sus tradiciones y estilo de vida, pero los dorze se han modernizado y han sido capaces de establecer pequeñas industrias textiles familiares y un comercio incipiente, basado en el turismo. Me guía, como siempre en Etiopía, Teddy Milash, director de Memories Tour.

Profusión de coloridas telas de algodón dispuestas para la venta a los turistas/ Foto: Fco. López-seivane

Lo más llamativo cuando uno se acerca por un pista de tierra a su territorio, situado en las montañas Guge, es, aparte del desacostumbrado clima, frío, nublado y húmedo que caracteriza a la región y las espectaculares vistas que se disfrutan por el camino, el estilo tan peculiar y atractivo de sus casas, que parecen gigantescas colmenas. Se trata de cabañas de grandes dimensiones, cuyo tejado puede llegar a alcanzar los doce metros de altura.

Las cabañas están completamente cubiertas con hojas de banano mañosamente entrelazadas/ Foto: Fco. López-Seivane

Están hechas con una sólida estructura de mástiles de madera, separados por tabiques de bambú trenzado. Todas tiene una característica protuberancia en la parte delantera que recuerda la trompa de un proboscídeo, y dos respiraderos en lo alto que parecen los ojos de un elefante. La singular protuberancia no es otra cosa que la cubierta del vestíbulo que todas las cabañas tienen a la entrada, mientras los respiraderos constituyen una salida de humos, ya que el fuego se hace siempre en el interior. Al fondo está la gran sala principal con la lumbre en el centro y algunos asientos alrededor. Es el hogar propiamente dicho. A la derecha, una estancia separada por un faldón de bambú trenzado hace las veces de cuadra para las cabras y alguna vaca, mientras la estancia del otro lado es la habitación del matrimonio. Los niños duermen en la cocina o en el vestíbulo.

Entrada a la cabaña, que recuerda la cabeza de un elefante/ Foto: Fco. López-Seivane
Vestíbulo con su camastro, que lo mismo vale para recibir visitas que para dormir/ Foto: Fco. López-Seivane
Sala principal de la cabaña, con la lumbre en el suelo las calabazas colgando y sillas alrededor/ Foto: Fco. López-Seivane

La enorme cubierta que desciende hasta el suelo está hecha de enset, grandes hojas de falso banano que protegen perfectamente del sol y de la lluvia. A pesar de su frágil apariencia, estas cabañas pueden durar dos generaciones, unos sesenta años, y debido a su ligereza y sólida estructura, pueden ser trasladadas fácilmente a nuevos emplazamientos. Los dorze son bien conocidos por ‘viajar con la casa a cuestas’ y por rodear a sus cabañas de un pequeño jardín. También suelen tener una huerta a la espalda dónde cultivan frutas , verduras y, sobre todo, el falso banano típico de la región, algo inédito en las viviendas de otros grupos Omóticos.

Muchas cabañas tiene pequeños jardines y una huerta a la espalda/ Foto: Fco. López-Seivane
La placita comunal, rodeada de cabañas/ Foto: Fco. López-Seivane

Este pueblo singular ha desarrollado también una incipiente industria textil. Son famosos sus coloridos telas de algodón (shammas), entre las más buscadas y apreciadas de Etiopia. Los turistas los compran en grandes cantidades, ya que son baratas, tienen gran calidad y pueden ser estupendos regalos de viaje. También tejen otras telas más gruesas (gabis) que algunos utilizan como ponchos o mantas. Curiosamente, son los hombres quienes tejen, mientras las mujeres hilan. ¡Y, ojo, no compre sin regatear!

Una mujer hilando en el patio trasero de su casa, mientras la vecina la contempla desde la suya/ Foto: Fco. López-Seivane
Una turista santanderina posa complacida en plena sesión de compras/ Foto: Fco. López-Seivane

Pero lo que caracteriza sobre todo a este pueblo montañés es su habilidad para cultivar en las pendientes laderas de las montañas, donde han aprendido a luchar contra la erosión construyendo ingeniosas paredes escalonadas.  No es infrecuente tampoco encontrar puntos de venta al aire libre en cualquier lugar alejado de las poblaciones, y particularmente en parajes de especial belleza, donde los turistas acostumbran a descender de sus vehículos para contemplar el paisaje.

La venta ambulante en parajes de especial belleza es muy común entre los dorze/ Foto: Fco. López-Seivane

Parece que los dorze han descubierto el dinero y lo buscan con ingenio y seducción desde su más tierna infancia. Lo mismo se encuentra uno a un mocoso contorsionista montado su número en plena carretera de montaña, con absoluto desprecio de su integridad física, como a osadas adolescentes vendiendo sus foulards de algodón a todo extranjero que se cruce en su camino.

Hay niños acróbatas que esperan emboscados a que se acerque un vehículo con turistas para plantarse en medio de la carretera y hacer su show/ Foto: Fco. López-Seivane
Muchas adolescentes están encantadas de aproximar a los turistas y practicar su incipiente inglés/ Foto: Fco. López-Seivane

 Portada: Florido rincón de una aldea dorze

Las imágenes que acompañan este reportaje han sido tomadas con una cámara Fujifilm X T1

 

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