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Blogs Crónicas de un nómada por Francisco López-Seivane

La Uppsala de Linneo, el descubridor de la sexualidad de las plantas

Karl von Linneo (1707-1778) fue botánico, médico, naturalista, profesor de universidad, geólogo, explorador y viajero

La Uppsala de Linneo, el descubridor de la sexualidad de las plantas
Jardines y museo de Lineo. Una visita imprescindible en Uppsala.
Francisco López-Seivane el

Si Alcalá de Henares está marcada por la poderosa figura literaria de Cervantes, su hijo predilecto, Uppsala lo está por la de Linneo, el gran naturalista, médico y viajero, padre de la botánica moderna. Lo que más destaca en esta idílica ciudad universitaria son las agudas torres góticas de su catedral, que se proyectan orgullosas hacia el cielo, como queriendo reafirmar su supremacía sobre cualquier otra iglesia cristiana de Escandinavia. Es un templo magnífico que se eleva ciento dieciocho metros sobre el verde esplendoroso de los alrededores, dominando toda la ciudad. No parece un mal lugar para albergar los restos mortales del más afamado científico y viajero sueco de todos los tiempos: Karl von Linneo, quien, por cierto, también tiene una calle en Madrid, muy cerca del Manzanares, conocida como calle Lineo.

La gran catedral de Uppsala, la primera y más alta de Suecia

Botánico, médico, naturalista, profesor de universidad, geólogo, explorador y viajero, Linneo es sin duda la mayor figura de la historia sueca. Aunque de corta estatura -medía un centímetro menos que Napoleón, muy poco para ser sueco-, su extraordinaria perspicacia, dotes de observación y eso que Gardner llamaría “inteligencia naturalista” le llevaron a indagar la sexualidad de las plantas, algo inconcebible en el siglo XVIII, sentando las bases de la moderna botánica con su famosa clasificación de las especies, de acuerdo con el número de estambres que, como es bien sabido, constituyen el órgano masculino de la flor. Los amantes de la botánica pueden aprender y disfrutar muchísimo recorriendo en Uppsala los lugares donde vivió, estudió, enseñó y amó este genio adelantado a su tiempo que llamaba “apóstoles” a sus discípulos y no tenía empacho en atribuirse un rol de cooperador necesario en los planes divinos: “Dios crea y Linneo clasifica”, solía repetir a sus estudiantes.

La casa de campo que se construyó en Hammarby, a sólo diez kilómetros de Uppsala, está situada sobre una elevación del terreno que dominaba el ancho cauce del río Fyrisan. Pero un buen día el agua cambió de curso, y hoy, Lineo sin duda se sorprendería al ver al caudaloso Fyrisan convertido en un campo de cebada que culebrea entre colinas. En su época se ignoraba que las orillas del Báltico, liberadas del ingente peso del hielo glacial que las cubría, se levantan a un ritmo de un metro cada cien años. La casa principal de la finca es amplia y de gran sencillez. Una de las estancias de la planta baja, amueblada con un atril y espartanos bancos de madera, hacía las veces de sala de conferencias. Arriba, se hallan el escritorio del científico y su dormitorio. Me llamó poderosamente la atención la diminuta cama en que dormía, apenas un cajón de madera con techo y cortinas, mientras la de su mujer, más amplia y luminosa, se hallaba al otro extremo de la casa.

Interior de la modesta casa de campo de Linneo

Vale la pena regresar a Uppsala por el mismo camino que el científico solía recorrer a pie cada mañana en verano para dar clases en la universidad. Su paseo terminaba indefectiblemente en Svartbacksgatan, la calle más populosa de la ciudad, una arteria peatonal y bullente que lleva justamente hasta la casa familiar que ocupaba durante el curso académico, hoy convertida en museo dentro del primer jardín botánico de Suecia, establecido en 1655.

Jardines y museo de Linneo. Una visita imprescindible en Uppsala.

El umbroso vergel sigue siendo visitado por estudiantes de botánica de todo el mundo. Allí están aún, a la derecha, las plantas perennes, debidamente clasificadas y primorosamente cuidadas, que el científico mandó plantar. A la izquierda, se encuentran las caducas, que han de ser replantadas cada año. En una esquina del jardín se halla la casa/museo del viejo profesor, llena de recuerdos y objetos que le pertenecieron, incluido el atuendo sami con el que pidió la mano de su mujer.

La casa-museo de Lineo

Aunque en Uppsala el nombre de Linneo se repite como un mantra por calles, plazas, bibliotecas y cafés, ésta es una ciudad culta, cuna de Suecia, y cuenta con una larga lista de hijos ilustres, entre los que cabe destacar a Celsius, el inventor de la escala de temperatura, o al gran Ingmar Bergman. Pero nada es comparable en el corazón de los suecos a Gamla Uppsala, la antigua ciudad vikinga que aún conserva tres túmulos funerarios, la colina del ‘parlamento’, donde los vikingos discutían los asuntos de la ciudad y una bellísima iglesia construida sobre un templo pagano, “donde se adoraban ídolos magníficos”. Quizá por eso los reyes de Suecia lo eligieron para bautizarse, tras abrazar la fe cristiana en el siglo XII. Gamla Uppsala es mucho más que unas ruinas vikingas, es la levadura, el germen, la semilla de la que nace la Suecia cristiana. Uppsala fue sede del primer arzobispado del país y, en 1477, de la primera universidad, cuyo prestigio ha sobrevivido hasta nuestros días.

La primera iglesia de Suecia en Gamla Uppssala y, al fondo, el parlamento vikingo que marca los orígenes de la ciudad

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