El envejecimiento se asocia con disminución de la salud física y también cognitiva. En el plano físico, implica multiplicar la fragilidad, la artritis, y la incidencia de enfermedades crónicas como las cardiovasculares, la diabetes tipo 2 y el cáncer (Fried, 2000). Y el envejecimiento cognitivo afecta a la velocidad con que nuestro cerebro procesa la información, a la memoria y a la función ejecutiva.
La función ejecutiva, localizada principalmente en el lóbulo frontal, hace referencia al conjunto de habilidades cognitivas que permiten la anticipación y el establecimiento de metas, el diseño de planes y programas, el inicio de las actividades y de las operaciones mentales, la autorregulación y control de las tareas, la selección de los comportamientos y las conductas, la flexibilidad y la organización en el tiempo y en el espacio.
Y a su vez la salud cognitiva se asocia fuertemente con la actividad física y los hábitos sedentarios. Las personas mayores tienden a ser menos activas, participar en actividades físicas más suave, y a pasar más tiempo sentadas (Evenson et al., 2011). Y el sedentarismo es un factor de riesgo para la diabetes (Thorp et al., 2011), la depresión (de Wit et al., 2011), tiene un impacto negativo sobre la salud del cerebro (Voss et al., 2014), es uno de los principales factores de riesgo par el alhzéimer y puede acelerar el deterioro físico, (Booth et al., 2011).
Varias investigaciones han encontrado que una capacidad cardiorrespiratoria alta en los adultos se asocian a una mejor función ejecutiva y aumenta el volumen cerebral en regiones clave del cerebro.
La resistencia o capacidad cardiorrespiratoria es la capacidad de nuestro organismo para realizar tareas que necesitan el movimiento de grandes grupos musculares durante periodos de tiempo prolongados. En esas circunstancias, nuestro corazón y nuestros pulmones necesitan adaptarse para llevar la suficiente sangre oxigenada a los músculos y recuperarse del esfuerzo realizado.
Sin embargo, se desconoce cómo la capacidad cardiorrespiratoria mejora la función cerebral y en especial la función ejecutiva. Y ahora un nuevo estudio del Instituto Beckman de Ciencia y Tecnología Avanzada de la Universidad de Illinois parece aclararlo y apunta la conexión entre la activación del cerebro, la capacidad cardiorrespiratoria y la función ejecutiva en los adultos mayores. El trabajo se ha publicado en Frontiers in Aging Neurociencia.
Varios test permiten evaluar la función ejecutiva, entre ellos, el paradigma de doble tarea, ya que requiere la coordinación, mantenimiento e integración de los dos trabajos simultáneos. Los estudios han encontrado que el paradigma de la doble tarea es sensible a la edad (Verhaeghen et al., 2003) y al ejercicio (Hawkins et al., 1992).
El equipo, dirigido por Art Kramer, director Instituto Beckman y profesor de psicología neurociencia en Illinois, examinó los datos de resonancia magnética funcional del cerebro y la forma física de 128 adultos entre 59 y 80 años. Y encontraron que ciertas regiones del cerebro se activaban más al realizar dos tareas simultáneas en comparación con una sola tarea.
“Miramos la doble tarea porque es una medida de la función ejecutiva, que se requiere para múltiples procesos cognitivos, como la memoria de trabajo, gestión de tareas, coordinación e inhibición”, explican los investigadores. El equipo encontró que la relación entre los niveles altos de capacidad cardiorrespiratoria y la función ejecutiva puede explicarse en parte por la activación en una región del cerebro llamada la corteza cingulada anterior (CCA) y el área motora suplementaria (AMS).
“Analizamos las áreas del cerebro que se activan cuando los participantes estaban completando dos tareas, y encontramos que la activación en esas áreas se asociaba con una mayor capacidad cardiorrespiratoria. Son zonas importantes para las funciones de nivel superior, como la gestión de conflictos y la multitarea”, señalan.
“Esta investigación se suma a nuestra creciente comprensión de la relación entre la actividad física y la función cognitiva y el cerebro – y sugiere que podemos mejorar nuestra salud cerebral cambiando nuestro estilo de vida, incluso a medida que envejecemos”, dijo Kramer.
Se puede fortalecer la resistencia o capacidad cardiorrespiratoria, directamente relacionada con el buen funcionamiento cerebral, realizando actividades como carrera suave, natación, bicicleta, remo, andar a ritmo ligero, salto, bailar, subir y bajar escaleras, remar…
Nuestro trabajo es directamente aplicable a la creciente población de adultos mayores, en los que un estilo de vida activo que potencie la capacidad cardiorrespiratoria puede ser una manera eficaz y accesible para combatir los aspectos negativos del proceso de envejecimiento cognitivo. En consecuencia, los adultos mayores con mayor capacidad cardiorrespiratoria puede ser capaces de mantener su independencia y continuar contribuyendo positivamente a la sociedad.
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