Hemos colonizado prácticamente todos los ambientes de la Tierra, hemos viajado al espacio y nos hemos sumergido en la profundidad de los Océanos. Hemos sido capaces de modificar el curso de enfermedades incurables hace unos pocos años incurables. Y todo ello gracias a una delgada capa de neuronas que recubren nuestro cerebro, con apenas unos milímetros de espesor (entre 1,5 y 5 milímetros, en las zona menos y más evolucionadas, respectivamente). Y, sin embargo, los neurocientíficos no saben aún como se originó la parte de nuestro cerebro que nos ha permitido hacer cosas asombrosa y crear herramientas que a la vez condicionan el desarrollo de esta parte del cerebro.
Así lo expresaba uno de los ponentes que participó en octubre pasado en el 3er Simposio Fernando Reinoso Suárez, organizado por la Cátedra en Neurociencia UAM-Fundación Tatiana en memoria de uno de los principales impulsores de la Neurociencia en España a mediados del siglo pasado, que tuvo un papel protagonista en la creación de la Sociedad Española de Neurociencia en 1985. Otro de los ponentes apuntó que los cambios evolutivos en las neuronas, relacionados con la expansión de la corteza cerebral, sustentan parcialmente la variabilidad en las capacidades cognitivas humanas.
Lo excepcional de la corteza cerebral humana es su tamaño y su complejidad. Si pudiéramos extender todos los pliegues de la superficie del cerebro, la corteza, veríamos que ocupa ocupa una superficie aproximada de unos 2.500 centímetros cuadrados. O para hacernos una idea, un área equivalente a 4 folios, o 2 DINA3.
Otra característica singular es la variedad de tipos de neuronas, y la forma tan compleja y a la vez moldeable en que están conectadas unas con otras, es el fundamento de nuestro intelecto y consciencia, como señaló el neurocientífico del CSIC Víctor Borrell, del Instituto de Neurociencias de Alicante en su participación en el III Simposio Fernando Reinoso-Suárez, que se celebra desde hace tres años en octubre coincidiendo con la Semana Cajal, en la que se conmemora cada año el fallecimiento del Nobel Santiago Ramón y Cajal, considerado el padre de la Neurociencia Moderna.
La corteza cerebral humana, que permite el extraordinario desarrollo intelectual de nuestra especie, la parte más evolucionada del cerebro guarda aun el secreto de lo que “nos ha permitido pasar del uso de las herramientas más simples de nuestros ancestros, como piedras o hachas estos con ese material, a crear herramientas tan complejas como un ordenador portátil o la estación espacial internacional que vuela alrededor de la Tierra.
“No sabemos mucho sobre cómo evolucionó hasta lo que es hoy en día. Es un producto de la evolución, y en particular, aumentó dramáticamente en tamaño y complejidad en su evolución más reciente. Y de hecho, podemos relacionar también los cambios en el tamaño y la complejidad de la corteza con el aumento de nuestras capacidades cognitivas, comparando simplemente las herramientas que fueron utilizadas por nuestros antepasados con las herramientas asombrosas que podemos construir hoy en día”, como lo resumía Borrell, que abrió este simposio en el que se analizó desde distintos enfoques un tema de gran interés en Neurociencia como las singularidades de la corteza cerebral humana.
Singularidades del cerebro humano
Javier de Felipe, Profesor de Investigación en el Instituto Cajal (CSIC) especializado en el estudio microanatómico del cerebro, ha hablado sobre “La naturaleza humana en la corteza cerebral”. De Felipe ha detallado que “una de las diferencias clave entre el cerebro humano y el de otras especies reside en la microanatomía de las neuronas piramidales, las principales células denominadas de proyección de la corteza cerebral, que conectan con otras partes de la corteza y sistema nervioso, así como en el número, proporción y tipos de interneuronas (células que conectan neuronas entre sí).
Huibert Mansvelder, de la Universidad Libre de Ámsterdam, se ha centrado en la “Diversidad neuronal de la corteza cerebral, que sustenta la cognición humana”. “Las capacidades cognitivas del ser humano, que se distinguen claramente de las de otras especies animales, se acepta que surgen de la expansión cortical en el curso de la evolución del cerebro humano. Esta expansión cerebral pudo estar impulsada, por un mayor número de neuronas, por adaptaciones en las propiedades de las neuronas individuales y sus circuitos locales”, explico este experto que llevó a cabo parte de su formación en el laboratorio del neurocientífico español Rafael Yuste, en la Universidad de Columbia.
Mansvelder destacó también en su presentación los hallazgos sobre las distintas características estructurales, funcionales y transcriptómicas de las neuronas corticales humanas y su organización en la microestructura cortical, en especial en las capas de la corteza cerebral denominadas supragranulares, que muestran la expansión más prominente durante la evolución del cerebro humano, y en las propiedades de sus células principales: las neuronas piramidales.
Finalmente, Miguel Ángel García Cabezas, de la Universidad Autónoma de Madrid, se referió a la “Vulnerabilidad selectiva de las neuronas en zonas límbicas de la corteza cerebral humana”, que según destacó “no es aleatoria. Y las áreas corticales de arquitectura más sencilla suelen ser más vulnerables a enfermedades como el Alzheimer que las áreas de arquitectura más compleja”.
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