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Día de Santa Cecilia: Diez beneficios de la música

Día de Santa Cecilia: Diez beneficios de la música
Pilar Quijada el

Cantar está de moda, como muestran algunos programas de la tele. No solo nos divierte, además es saludable y nos ayuda a sintonizar con quienes tenemos alrededor. Varios estudios avalan estas propiedades de la música. Un aspecto que conviene resaltar en el día de Santa Cecilia,  patrona de la música.

Acompasa el corazón de quienes cantan

No solo tienden a moverse irresistiblemente al unísono al ritmo de la música (por más que el manual de buenas maneras del coralista lo desaconseje), sino que sus corazones laten también a la vez. A los pocos minutos de empezar a cantar su pulso se acompasa y como consecuencia “el canto crea un patrón emocional compartido entre los miembros del coro”, según un estudio de la revista “Frontiers in Psychology”.

Cantar en un coro es muy saludable y promueve el bienestar, comienzan diciendo los investigadores en su artículo. El motivo del efecto saludable puede deberse a que “cantar supone llevar un ritmo de respiración más lento de lo normal, lo que a su vez repercute en la actividad cardiaca”. Y es que “acoplar el ritmo cardiaco a una respiración lenta tiene un efecto subjetivo y biológico calmante y es beneficioso para la función cardiovascular”, explican.

Facilita las relaciones sociales

Está comprobado que la música modula la frecuencia cardiaca, el pulso, la presión arterial, la temperatura corporal, la conductancia de la piel y la tensión muscular. Además, si es de nuestro agrado, ayuda incluso a sanar el corazón. Pero tiene otro poder “secreto” añadido: facilita las relaciones sociales. Según un estudio que publica “Royal Society Open Science“, cantar en compañía de otros es la mejor actividad para romper el hielo y crear rápidamente lazos de amistad.

Pero hay más ventajas.

Sana el corazón con ayuda del cerebro

No se trata sólo de sanar los «corazones partidos» como canta Alejandro Sanz, sino de mejorar realmente la función cardiaca. Así lo sostiene un estudio presentado en la Sociedad Europea de Cardiología en el que se ha medido el efecto de la música sobre una serie de marcadores relacionados con el endotelio vascular, la lamina que recubre el interior de los vasos sanguíneos y que tiene un papel primordial en el ajuste de la función vascular por la producción de óxido nítrico (NO) y otros vasodilatadores que disminuyen la resistencia vascular.

Ayuda a recuperarse de algunas enfermedades

La música es percibida por el cerebro como una recompensa y puede modificar la tasa cardiaca, la respiración y la temperatura corporal. Además provoca la liberación del neurotransmisor dopamina en cantidades que se relacionan con el grado de placer que experimentamos. Los estudios realizados en el Instituto de Investigación Sanitaria del Hospital Universitario La Paz (IdiPAZ) constatan que escuchar una melodía produce otros efectos fisiológicos destacables, como el aumento del nivel de resistencia al dolor, cambios en el tono muscular y la temperatura, el nivel de glucosa o la secreción hormonal, así como una reducción de la fatiga y el estrés. De ahí que la lista de patologías en las que tiene una utilidad probada sea cada vez más larga.

Nos define

Dime qué música te gusta y te diré como eres. O más bien al revés, porque un estudio publicado en Plos One asegura que el estilo de pensamiento determina nuestro repertorio musical. La música forma parte de nuestras vidas, pero se ha estudiado poco de qué dependen nuestros gustos musicales, argumentan los psicólogos de la Universidad de Cambridge que han hecho el estudio. Y por eso decidieron aportar su granito de arena.

En general, se admite que los gustos musicales reflejan características de la personalidad. Por ejemplo, la gente abierta a experiencias nuevas (apertura mental, según la teoría de los 5 grandes factores de la personalidad) suele preferir blues, jazz, clásica o folk. Y la gente extrovertida y afable (otros dos factores de la teoría mencionada antes) se decanta por el pop, sould, funk, bandas sonoras o música para bailar.

Según este estudio, este es el tipo de melodías que mejor concuerdan en función de la capacidad de empatía:

Para quienes puntuan alto en empatía: Hallelujah – Jeff BuckleyCome away with me – Norah JonesAll of me – Billie HollidayCrazy little thing called love – Queen

Y para los sistematizadores, Concierto en Do – VivaldiEstudio 3 Opus 65 – Alexander ScriabinGod save the Queen – The Sex PistolsEnter the Sandman – Metallica.

Tiene efectos saludables

Un pequeño número de estudios apunta a que la música potencia el sistema inmune y  tiene propiedades antiinflammatorias. Pero además, la capacidad de la música  para regular el eje hipotalámico–pituitario (el que pone en marcha la respuesta asociada al estrés), el sistema nervioso simpático (que regula la respiración, tasa cardiaca y tensión arterial) y el sistema inmunitario, tiene importantes implicaciones en la regulación del metabolismo y balance energético, según un artículo publicado en la revista “Nutrition”.

Al parecer, la música tiene un papel importante en la recuperación metabólica frente al estrés, la regulación de la motilidad gástrica e intestinal, la moderación de síntomas gastrointestinales relacionados con el cáncer y el aumento del metabolismo de lípidos y la eliminación del ácido láctico (que produce las agujetas) durante el ejercicio, así como en la recuperación posterior.

Afortunadamente, para disfrutar de la música sólo es necesario dejarse llevar. Todos los beneficios llegan de forma gratuita. Y por cierto, que educar musicalmente el oído tiene también ventajas notables. Las personas que tocan algún instrumento musical (no olvidemos que la voz –el canto- también es un instrumento) afinan su oído.

Nos produce placer

Nos emociona y nos calma, nos ayuda a recordar (quién no tiene una canción asociada a una persona especial), y también nos hace sentir placer. La música es percibida por el cerebro como una recompensa, igual que ocurre con la comida o el sexo, a pesar de no ser una necesidad biológica. Cuando la experimentamos como muy placentera puede cambiar la tasa cardiaca, la respiración y la temperatura corporal. Además provoca la liberación del neurotransmisor dopamina en cantidades que se relacionan con el grado de placer que experimentamos.

Y quienes tocan algún instrumento tienen mayor volumen de la sustancia gris. La música permite también estudiar la organización cerebral, según el neurocientífico Robert Zatorre, catedrático de Neurología y Neurocirugía de la Universidad McGill, director del Laboratorio de Procesamiento Auditivo del Instituto Neurológico de Montreal y cofundador del laboratorio de investigación BRAMS (Brain, Music and Sound).

Y una de las claves para entender y disfrutar la música reside en la capacidad de nuestro cerebro para buscar patrones en todo lo que nos rodea, que nos permite anticipar la continuación de una melodía, una habilidad que también dispara la molécula del placer (la dopamina).

Reduce la percepción de esfuerzo al realizar ejercicio

Silbando al trabajar…. Se sabe que la música tiene la capacidad de reducir el esfuerzo percibido durante la actividad física intensa. Hasta ahora, la interpretación que se daba de este efecto modulador es que escuchar una melodía nos ayuda a distraernos de las sensaciones corporales desagradables que acompañan al agotamiento. Sin embargo, parece que la música, o mejor, acompasar la actividad con la música, realmente hace que el esfuerzo percibido sea menor y facilita movimientos menos nocivos y más efectivos. Al menos es lo que sostienen un grupo de investigadores de la Universidad de Gante (Bélgica), liderados por Marc Leman del departamento de Musicología.

Cambia nuestro estado de ánimo

Espanta a las fieras o calma los males, según el refranero, y aleja las desgracias, que a veces se representen en forma de plagas, como en el flautista de Hamelin. Y es que la música es capaz de modificar el estado de ánimo de las personas, que varía en función del son que nos tocan. Como sostenían Schopenhauer, la música es capaz de reproducir “todas las emociones de nuestro ser más profundo”. Algo que se conoce desde antiguo y se ha utilizado con diversos fines. Así las trompetas han sonado para movilizar y llamar a la batalla. Por el contrario, la flauta produce relajación y no solo en nuestra especie, como bien sabían los “encantadores de serpientes”. Por el contrario el tambor, utilizado en fiestas y banquetes, nos lleva a un estado placentero.

Y todo ello porque cada uno de estos sonidos es capaz de movilizar un neurotransmisor cerebral diferente: las trompetas, en la música marcial, promueve la liberación de noradrenalina, que despierta la agresividad. La flauta, uno de los instrumentos musicales más antiguos, con sus sonidos más melódicos, nos conduce a un estado de relajación, a través de la liberación de serotonina. Mientras que el sonido de los tambores, que nos induce a movernos, se asocian a estados placenteros, detrás de los que se encuentran la dopamina y las endorfinas.

Ayuda a recordar o a caminar

Ictus, corea de Huntington o párkinson encuentran cierto alivio en el ritmo musical. Una persona afectada de párkinson va por la calle tarareando la Marcha Radetzky para poder caminar y cuando la música para, andar se hace más difícil. Los estudios de neuroimagen muestran que el ritmo activa estructuras motoras corticales, los ganglios basales y el cerebelo, afectados en el párkinson. Es probable que la implicación mecánica de estas estructuras gracias al ritmo sea la conexión entre la música y las mejoras motoras. En definitiva, la música incentiva el movimiento.

Y en los pacientes con otra patología neurodegenerativa, el alzhéimer, puede ayudarles a acceder algunos de sus recuerdos que aún sobreviven.

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Pilar Quijada el

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