Un trabajo publicado en Current Biology concluye que las personas con ansiedad ven el mundo de forma diferente, en concreto perciben más amenazas que las que en realidad hay. “La generalización excesiva de estímulos peligrosos es una posible explicación para los trastornos de ansiedad, sin embargo, los mecanismos neurales de este comportamiento siguen siendo vagos. En concreto, no está claro si se trata de una elección en un entorno inseguro, del tipo ”más vale prevenir que curar ”, o un cambio en la forma de percibir los estímulos”, señalan los investigadores.
Este estudio muestra que las personas con diagnóstico de ansiedad son menos capaces de distinguir entre un estímulo neutro (en este caso, un sonido) y otro que anteriormente estaba asociado con una amenaza de pérdida de dinero. En otras palabras, cuando se trata de las experiencias con carga emocional, muestran un fenómeno de comportamiento conocido como generalización excesiva, apuntan los investigadores.
“En las personas con ansiedad, la experiencia emocional induce cambios en los circuitos del cerebro que persisten después de que la experiencia ha terminado”, explica Rony Paz del Instituto de Ciencia Weizmann, en Israel. “Tales cambios se producen en los circuitos que más tarde median la respuesta a nuevos estímulos, lo que resulta en una incapacidad para discriminar entre el estímulo experimentado originalmente y otro nuevo estímulo parecido. Por lo tanto, responden emocionalmente en situaciones nuevas, aparentemente irrelevantes”.
En el estudio, Paz y sus colegas entrenaron a personas con ansiedad para asociar tres tonos distintos con tres resultados, respectivamente: pérdida de dinero, ganancia de dinero, o ninguna consecuencia. En la siguiente fase, los participantes se les presentaron 15 tonos y se les preguntó si lo habían oído antes. Si acertaban, eran recompensados con dinero.
La mejor estrategia era no confundir (o sobregeneralizar) un nuevo tono con los que habían oído antes en la fase de entrenamiento. Sin embargo, los investigadores encontraron que las personas con ansiedad eran más propensas que los controles sin ansiedad a pensar un tono nuevo era uno de los tonos que habían oído antes. Es decir, eran más propensos a asociar erróneamente un nuevo tono con la pérdida o ganancia de dinero. Esas diferencias no se explican por las diferencias en la capacidad auditiva o de aprendizaje de los participantes. Ellos simplemente percibieron los sonidos que antes estaban vinculados a una experiencia emocional de forma diferente.
Las imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI) de los cerebros de los controles y las personas con ansiedad mostraron diferencias también. Esas diferencias se encuentran principalmente en la amígdala, una región del cerebro relacionada con el miedo y la ansiedad, y también en las regiones sensoriales primarias del cerebro. Estos resultados refuerzan la idea de que las experiencias emocionales inducen cambios en las representaciones sensoriales en el cerebro de los pacientes de ansiedad.
Se identificó además una red activa, amígdala- corteza cingulada anterior (CCA), durante el condicionamiento que correlacionaba con el grado de generalización en los participantes con ansiedad. La actividad de la CCA durante los ensayos de pérdida condicionada contribuyó después a una menor discriminación, y correlacionaba con la actividad de la amígdala. Esto está en consonancia con las evidencias que demuestra que la interacción entre la corteza prefrontal medial (mPFC) y la amígdala es necesaria para una correcta discriminación del miedo.
Un hallazgo adicional fue que las personas con ansiedad sobregeneralizan también el estímulo asociado a una ganancia. Esto podría reflejar el hecho de que constantemente están pensando en escenarios futuros adversos, y una situación de ganancia activaría automáticamente la posibilidad de una pérdida.
Los hallazgos podrían ayudar a explicar por qué algunas personas son más propensas a la ansiedad que otros, señalan los investigadores. Que señalan que los rasgos de ansiedad pueden ser completamente normales, e incluso beneficiosa evolutivamente. Sin embargo, un evento emocional, incluso a veces de poca importancia, puede inducir cambios en el cerebro que podrían conducir a la ansiedad como estado [permanente]”, explican.
Un estudio previo publicado en Nature Neuroscience demostró que las neuronas individuales de la amígdala pueden distinguir entre sucesos neutros y peligrosos. Generalmente esa predicción es correcta, pero en caso de sucesos con alto contenido emocional, pueden perder su capacidad para discriminar lo peligroso de lo que no lo es.
En cualquier caso, la buena noticia es que lo aprendido se puede desaprender y que la terapia cognitivo-conductual se muestra efectiva a la hora de reducir la ansiedad.
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