En la película «¿Teléfono rojo? volamos hacia Moscú», el actor Peters Sellers interpretó a un curioso personaje, el doctor Insólito, que era incapaz de controlar su mano derecha. Ésta parecía tener vida propia y le ponía en serios aprietos. En ocasiones, y ante la desesperación de su dueño, se alzaba inoportunamente saludando al estilo nazi o le ponía al borde de la asfixia, agarrándole por el cuello con la siniestra intención de estrangularle. No es sólo una ficción del cine. Es un raro síndrome neurológico que afecta en ocasiones a personas que han sufrido una lesión cerebral.
El perplejo doctor Insólito trataba desesperadamente de controlar con la mano izquierda a su anárquico brazo derecho, que se empeñaba en ir por libre. Al doctor Freud no le habría costado dar una explicación a este “insólito” hecho desde el psicoanálisis, dejando entrever pasiones ocultas que esa mano anárquica se empeña en airear. Pero desde la neurociencia la explicación es más objetiva. Lo que reflejó el director de cine Stanley Kubrick basándose en la novela «Alerta roja», de Peter George, es un síndrome neurológico denominado de la mano ajena o extraña. Las personas que lo padecen, afortunadamente pocas, se sienten incapaces de controlar uno de sus brazos, que como un niño caprichoso no para de hacer «travesuras».
Así lo reflejaba un paciente: «Esta mano es un demonio, no sólo no consigo dirigirla, sino que hace lo que le viene en gana», se quejaba a su médico refiriéndose a su mano izquierda. Mientras hablaba, tomaba un lápiz con la derecha y obligaba a su rebelde mano izquierda a cogerlo. «Así se estará un ratito tranquila», decía médico con toda naturalidad, a fuerza de haber probado estrategias para paliar la situación.
Pese a todo, ante la asombrada mirada del médico, la mano díscola se alzaba con el dedo índice apuntado al cielo, como si quisiera preguntar algo. El paciente, sin hacer caso, sigue explicando que incluso comer se ha vuelto una tarea fastidiosa porque cuando ha conseguido pinchar la carne con el tenedor, la mano izquierda se lo quita. Y para colmo, a veces la caprichosa mano le propina un bofetón cuando menos se lo espera. «O la obligáis a portarse bien o me vuelvo loco», suplicaba desesperado.
Situación comprometida
Otra paciente se quejaba de que su mano derecha estaba agresiva y necesitaba ayudarse de la izquierda para lograr que dejase de realizar acciones que la pillaban por sorpresa. Citaba como ejemplo una noche en la que comenzó a rascarse de forma tan compulsivamente que se hirió y tuvieron que ayudarla a sujetar a su mano anárquica.
En ambos ejemplos estos extraños comportamientos, que parecen sacados de novelas de ficción, empezaron a manifestarse después de sufrir un ataque de apoplejía. En algunos casos, la recuperación es casi completa, salvo que queda por zanjar el “incómodo asunto” de la mano que empieza a comportarse por libre. En otras ocasiones se produce como resultado de una intervención quirúrgica para reducir una epilepsia severa resistente a la medicación.
La literatura médica refiere el primer caso de mano extraña en 1908, y está descrito por un médico llamado Kurt Goldstin. En este caso, la mano alborotadora, perteneciente a una paciente de 57 años, atacó a su dueña con tal fuerza que se necesitaron dos personas para liberarla. Como en los casos anteriores también había sufrido previamente un accidente cerebrovascular. Afortunadamente los casos de «mano extraña” no son muy frecuentes. Desde 1908 sólo se tiene noticia medio centenar de afectados.
Aunque al leerlo pueda parecer una situación cómica, para quienes lo sufren no lo es tanto, porque de momento los neurólogos no saben cómo meter en cintura a la mano díscola. Sin embargo, conocen algunos trucos para hacer más llevaderas sus múltiples excentricidades, como ordenarla en voz alta lo que se quiere que haga. Y si esto no es suficiente, suelen funcionar medidas más aparatosas, como atarla a la espalda.
Este asombroso comportamiento se produce como consecuencia de lesiones en el cuerpo calloso, un conjunto de fibras nerviosas que comunican los hemisferios cerebrales derecho e izquierdo. Sin esta vía de comunicación, puede decirse literalmente que la mano derecha no sabe lo que hace la izquierda.
Curiosidades