
(Al-Jazeera, un ejemplo muy exitoso de diplomacia pública
El segundo fue la lucha por la narrativa. Como la diplomacia pública, la lucha por la narrativa es tan antigua como el hombre. Uno de los primeros pueblos en utilizar la narrativa fueron los asirios. Una inscripción de Tiglatpileser I (1114-1076 a.C.) dice: “Soy Tiglatpileser, el rey legítimo, el rey del mundo, el rey de Asiria (…) Marché a la tierra de los arameos (…) Les aplasté como una inundación. Me llevé sus posesiones, quemé sus ciudades con fuego y les impuse el yugo de mi gobierno.” Esta inscripción tiene tres elementos bien marcados: 1) Defensa de la legitimidad de las acciones emprendidas por Tiglatpileser. En tanto que rey legítimo y rey del mundo, puede hacer lo que le plazca con otros pueblos; 2) Descripción regodeada de la derrota que infligió a los arameos. Esto es, mostrar su poder; 3) Combinando 1) y 2), justificar la subyugación de los arameos, que es la finalidad última de la inscripción.
Cuando durante la pugna con Marco Antonio por hacerse con el control de la República romana, Octavio defendió que Marco Antonio se había orientalizado, que estaba bajo el dominio de la reina de Egipto y que había abandonado las tradicionales costumbres romanas, eso era una narrativa, que además en este caso concreto triunfó. Otro ejemplo de narrativa exitosa fue la de los rebeldes protestantes holandeses cuando crearon la Leyenda Negra del imperio español. La descripción de los abusos, crueldades y tiranías supuestamente cometidas por el imperio sirvió para justificar su rebelión contra su legítimo señor, Felipe II. Asimismo sirvió para ganarse la simpatía y el apoyo de otras potencias protestantes que podían sentirse amenazadas por el imperio español.
Emmanuel Adler definió en “Communitarian International Relations” (2005) las narrativas como “historias coherentes que los actores cuentan para dar un sentido a los acontecimientos internacionales, legitimar políticas y movilizar el apoyo doméstico internacional.” Vemos que prácticamente esta definición puede aplicarse a los tres ejemplos históricos que he dado. Un elemento que le falta a la definición de Adler es que con la narrativa se puede pretender modificar percepciones. Otra cosa que le falta es decir que en la actualidad la narrativa se distingue poco de la propaganda y que no le duele recurrir a noticias falsas si hace falta.
Un ejemplo notable y actual de narrativas exitosas la proporciona Rusia. Aunque fue ella la que comenzó la guerra de Ucrania en febrero de 2022 con la invasión no provocada del país, ha conseguido colocar una narrativa que afirma que Rusia fue víctima de la agresión de Occidente y de presentar como tal agresión la aproximación defensiva de Ucrania a la UE y a la OTAN.
Uno de los cambios más significativos desde 2010 ha sido el ascenso meteórico de las plataformas digitales. Twitter, Facebook, YouTube y, más recientemente, TikTok, se han convertido en instrumentos clave de comunicación diplomática. Gobiernos, ministerios de relaciones exteriores y embajadas utilizan estas plataformas no solo para comunicar mensajes oficiales, sino también para moldear narrativas, responder a crisis y conectar directamente con audiencias extranjeras. Esta “diplomacia digital” ha democratizado parcialmente el acceso a la información diplomática y ha permitido una comunicación más ágil, aunque también ha introducido desafíos como la desinformación, la polarización y el uso propagandístico de estas herramientas.
La diplomacia pública sigue evolucionando y se ha convertido ya en una práctica diplomática insustituible. De cara a los próximos años, algunas tendencias que ya se advierten son: 1) Creciente ideologización de la diplomacia pública con un enfrentamiento entre modelos autoritarios y democráticos; 2) Importancia creciente de la diplomacia científica; 3) Uso creciente de la inteligencia artificial y los análisis de datos para segmentar audiencias y personalizar mensajes.
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