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El imperio que nació de un ataque de celos (y 7)

Emilio de Miguel Calabia el

El establecimiento de la República Popular China el 1 de octubre de 1949 agravó la situación francesa. De pronto al otro lado de la frontera norte de Indochina estaban los correligionarios del Viet Minh. La cuestión de Indochina ya no era un asunto solamente francés, sino que había entrado de lleno en las dinámicas de la Guerra Fría. Entre enero y febrero de 1950 los países del bloque comunista reconocieron a la República Democrática de Vietnam. En respuesta, EEUU y Gran Bretaña reconocieron a los tres Estados asociados de Indochina el 7 de febrero de 1950. Ya la única salida al conflicto parecía ser la militar.

Recurrir a una salida militar, como está descubriendo Putin, sólo resulta aconsejable si estás realmente seguro de ganar. No creo que los franceses estuvieran tan seguros. Aún estaban reconstruyendo el país de los estragos de la II Guerra Mundial. Su dependencia de la ayuda militar norteamericana era muy fuerte. A la debilidad económica, se sumaba la inestabilidad política. Entre enero de 1950, en que la política francesa se orientó decididamente hacia lo militar, y el desastre de Dien Bien Phu de abril de 1954, Francia tuvo once gabinetes ministeriales distintos. En Indochina se sucedieron en esos años cuatro comandantes en jefe distintos, cada uno con sus propias ideas sobre cómo ganar la guerra. Y para terminar de arreglar las cosas, las relaciones entre Francia y los tres Estados indochinos eran cualquier cosa menos fáciles.

La guerra durante esos cuatro años fue un ejercicio de frustración continua. Una serie de victorias francesas que parecían indicar que el punto de inflexión estaba a la vuelta de la esquina, era seguido por un revés que obligaba casi a volver a partir de cero. La batalla de Dien Bien Phu, que se saldó con una derrota aplastante de los franceses, fue en parte fruto de esta frustración. El comandante en jefe, el general Navarre, quería lanzar una gran operación que hiciese pupa al Viet Minh y protegiera a Laos de una posible invasión comunista. En París se quería una victoria fulgurante que reforzase la mano francesa en las negociaciones que se sabía que pronto tendrían que empezarse con el Viet Minh. El resultado fue el contrario del que esperaban los franceses: una derrota sin paliativos que les convenció de que su dominio sobre Indochina no tenía futuro.

La primera guerra de Indochina terminó por los Acuerdos de Ginebra del 21 de julio de 1954. Los acuerdos establecieron la división temporal de Vietnam a la altura del paralelo 17, en espera de la celebración de elecciones en todo el país, que habrían de tener lugar en 1956. Nunca llegaron a celebrarse. Tras los Acuerdos de Ginebra, el nuevo Estado de Vietnam del Sur fue basculando hacia EEUU, ante los ojos impotentes de una Francia derrotada y desmoralizada.

Toda esta serie la he escrito basándome en el libro “Nouvelle histoire de l’Indochine française” de François Joyaux. Es un buen libro de referencia para fechas, acontecimientos políticos y personajes, pero ahí termina su utilidad. Joyaux descuida demasiado el aspecto económico, social y cultural. Cierto que quería centrarse más en el aspecto político y en las relaciones internacionales, pero encuentro que es muy difícil explicar los avatares de la Indochina francesa obviando tantísimo esos aspectos. Habla de los líderes nacionalistas, pero uno no sabe de dónde venían, ni qué apoyos tenían. El mismo Viet Minh es algo que se diría aparecido como por arte de birlibirloque, ya que apenas nos dice nada sobre su base social y sus líderes, aparte de Ho Chi Minh.

Otro defecto del libro, que en realidad refleja lo que era la Indochina francesa, es que, a pesar del nombre, se centra básicamente en Vietnam. De las tres partes constituyentes de Indochina, la que de verdad interesaba a los franceses era Vietnam. Camboya se veía como un lugar para explotar materias primas, que estaba habitado por un pueblo complicado e incompetente. Laos era poco más que el terreno al que transplantar a los laboriosos vietnamitas para que lo desarrollasen. Los franceses tenían muy pobre concepto de los laosianos, pero a los vietnamitas casi los admiraban a su pesar.

Todo historiador tiene sus filias y sus fobias, pero Joyaux se pasa un poco. Le falta poner un índice de malos en el libro. Voy a enumerar los principales: los ingleses, que primero le arrebataron la India a los franceses y luego les cerraron el paso por Birmania; los chinos, que no pararon de hacerles perrerías a los franceses, ya fuera durante la dinastía Qing, durante el régimen del Kuomintang o durante la República popular; el Viet Minh, desde luego, que eran arteros, ladinos y manipuladores; los norteamericanos, que no querían que los franceses estuvieran en Indochina y no les suministraron las armas que hubieran podido cambiar el curso de la guerra.

No sé si por efecto de sus fobias o porque es la realidad histórica, Joyaux da dos datos que yo no había visto en otras partes y con los que no sé si quedarme. El primero es que Ho Chi Minh no era ese nacionalista de ideas comunistas que todos creíamos que era, sino que se trataba de un puro aparatchik de la Internacional comunista, un funcionario al servicio de los dictados de Moscú. El segundo es que Dien Bien Phu fue una victoria china. Los chinos pusieron las armas y hasta la planificación; los vietnamitas únicamente pusieron los muertos. El general norvietnamita Giap poco más o menos que se limitó a ponerse las medallas. Estas dos interpretaciones van en contra de todo lo que había leído. Asumo que Joyaux se lo ha currado más que yo, así que me limitaré a suspender mi juicio.

 

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