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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

No te creas a quienes te den clases de liderazgo

Emilio de Miguel Calabia el

Un par de veces me sugirieron que me apuntase a un curso de liderazgo. Mi interés fue muy matizado, que es mi manera de decir que les dije que lo haría cuando las ranas criasen pelo. Una vez participé en un curso de una mañana sobre negociación. Salí de allí con un par de ideas interesantes y eso fue todo. Negociar, liderar y tener hijos son cosas que sólo enseña la experiencia.

Por mis pecados, mi karma tuvo la humorada de forzarme a hablar de liderazgo a unos jóvenes de 25 años, que se merecían un maestro mejor. Durante una hora tuve que pretender que sabía algo del tema y resultó que a medida que hablaba me iba dando cuenta que sí que sabía algo. Por ejemplo, que no me gusta hablar de liderazgo. También me di cuenta de que, cuando has tenido que explicar a tu cónyuge por qué llegaste a las tres de la mañana sin que se te mueva un solo músculo de la cara, puedes hablar sin temor y con cara de póker ante cualquier público.

A continuación cuento lo que dije aquella tarde:

Hablar de liderazgo en abstracto es imposible. Es como decir que estás enamorado y dejarlo ahí; sí, enamorado pero de qué/quién ¿de la vecina buenorra del quinto, que te pones colorado cada vez que coincidís en el ascensor? (escenario que parece dirigido hacia un amor platónico y desesperado? ¿del Atlético de Madrid? (escenario que terminará mal y será fuente de frustraciones como el anterior) ¿de la cerveza? (único de los tres escenarios que podrá darte placer, a menos que estemos hablando de tomar una Cruzcampo).

Todo liderazgo viene marcado por tres datos: 1) Las circunstancias. El día D no era lo mismo ser Eisenhower, que disponía de grandes recursos y a quien su presidente le había concedido una gran libertad para planificar la operación que Rommel, que tenía unos recursos limitados y al Führer interfiriendo en sus decisiones; 2) La personalidad del líder. Si mides un metro sesenta, tienes voz meliflua, eres algo inseguro y acabas de entrar en la empresa, no te recomiendo un liderazgo agresivo y de “pormishuevos”. Lo tuyo es un liderazgo más participativo y rezar mucho a la Macarena; 3) Los mandados. Mi amigo Pedro Herrasti escribió “Capitán Franco” sobre Franco en la guerra de África. Me contó que en cierta ocasión un legionario protestó por el rancho y le tiró el plato a un oficial. Franco ordenó que le fusilasen. “¡Pero qué salvajada!”, le dije. Pedro me hizo ver la situación desde el punto de vista de Franco: era joven, pequeño de cuerpo y de voz meliflua (vaya, como mi ejemplo del punto 2)); los legionarios eran en muchos casos ex-presidiarios, gente patibularia que te cambiarías de acera si te los encontrases en la calle. ¿En esa situación funcionaría decirle al soldado que eso que ha hecho está muy mal y que le pida perdón al sargento? No. Franco tenía que demostrar que a salvajes él, si quería salir del comedor con vida.

Igual que el día que un sujeto me habló de negociación y me transmitió un par de ideas interesantes, daré unas cuantas recetas de liderazgo con la esperanza de que alguien encuentre algo de interés en ellas. Adoptaré el tono de Yahvé en el Sinaí, aunque no sé si al final fue muy exitoso con lo de los Diez Mandamientos, que los seres humanos somos como somos:

1) No crearás una cultura de terror, en la que tu gente tema decir lo que piensa, y que al final promueve una visión de túnel, porque todos terminan por pensar lo mismo, que es lo que piensa el jefe. Quien quiera que desee profundizar en este punto no tiene más que ver la película “La muerte de Stalin” de Armando Ianucci.

2) Tomarás los desacuerdos con gracia, como prueba de que tu gente está dispuesta a decir lo que piensa y a contribuir con sus ideas al proyecto común.

3) No tratarás a tus subordinados como a esclavos.

4) No tratarás a tus subordinados como a una masa indiferenciada. Al menos con los más próximos intenta darte cuenta de que estás tratando con personas, que tienen su valor y sus propios anhelos.

5) No temerás que alguno de tus subordinados puedan ser más listos que tú. Estáis trabajando en una empresa común, no participando en una competición de egos.

6) Crearás un equipo. Por muy listo que pienses que eres, llegarás más lejos si vas acompañado. Además, si un día dejas de ser líder bien porque te cesen, bien porque te mueras, el equipo que formaste seguirá y dará continuidad a la empresa.

7) No rechazarás tareas porque pienses que son poco importantes para ti, ahora que eres jefe, pero tampoco caerás en la microgestión.

8) Delegarás y no te entrometerás demasiado en lo que haga tu delegado. Una precondición es que seas bueno juzgando a la gente y elijas bien.

9) No creerás, ni seguirás ninguna lista de recetas sobre cómo ser un buen líder, ni tan siquiera ésta. Aprenderás mediante la experiencia, viendo cómo tus jefes buenos se comportan, para imitarles, y cómo actúan los malos, para no repetirlo.

Me he dejado a propósito un tema clave y es que el líder tiene que ser ético, tiene que respetar unos principios. No todo vale. Un líder ético pone el bien común por encima de sus intereses y de su ego. No creo que sea algo que se pueda enseñar, uno nace con ética o nace sin ella. Lo ideal sería que la sociedad funcionase de tal manera que promoviese a los líderes éticos y no a los narcisistas y psicópatas.

Antes hablé de la importancia de las circunstancias en la que uno es líder. Cuando uno piensa en las circunstancias actuales, lo primero que se viene a la cabeza es la tecnología y lo segundo las redes sociales.

En “The World Order” Kissinger menciona dos de los riesgos de las nuevas tecnologías. El primero es que nos hemos convertido en ignorantes ilustrados. Nos ahogamos en datos y conocimientos, pero somos incapaces de unir los puntos y de distinguir entre lo importante y lo irrelevante. Una advertencia de Kissinger: no confundas la información con el conocimiento, ni el conocimiento con la sabiduría.

El segundo es que las nuevas tecnologías nos permiten meter la pata a una velocidad nunca vista antes. El ritmo se ha vuelto infernal. Reaccionar rápido se ha vuelto más importante que quedarse quieto y reflexionar.

A esos dos riesgos yo añadiría un tercero: las redes sociales. Las redes sociales han permitido que cualquier error tuyo que hubiera podido pasar desapercibido, sea retransmitido por todo el planeta y muchos sientan la necesidad de reaccionar y generalmente no en tu favor. Las redes sociales son, además, como tu madre a la que nunca se le olvida nada de lo que hiciste.

Si después de haber leído lo anterior, sigues teniendo ganas de ser líder algún día, te diré que la juventud es muy osada y que no sabes dónde te metes.

 

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