Emilio de Miguel Calabia el 03 nov, 2019 Cuando leí hace años “La venganza de la geografía” de Robert D. Kaplan, hubo tres ideas que se me quedaron grabadas. La primera fue la importancia de la geografía como determinante en la Historia de los Estados. Incluso en esta época tecnificada y globalizada es un elemento ineludible. La geografía no cambia, pero, por efecto de la tecnología nuestra relación con ella sí que cambia. No es lo mismo ser una isla y que te separen del continente los 33 kilómetros del Canal de La Mancha, cuando lo más avanzado en tecnología naval son los veleros, que cuando hay misiles y bombarderos estratégicos. Asimismo nuestras propias concepciones de los datos geográficos cambian. Hasta la década de los setenta del siglo pasado era normal hablar de Asia. A partir de los años ochenta se puso de moda el término Asia-Pacífico. De pronto se subrayó la conexión de Asia con el Océano Pacífico y más allá de él con la costa pacífica del continente americano. Esto puede parecer ocioso, pero gracias a que se había popularizado el concepto, el Primer Ministro australiano Bob Hawke pudo proponer en 1989 la creación de una comunidad económica transpacifica: el APEC (Asia-Pacific Economic Cooperation). Por cierto, que la popularización del concepto Asia-Pacífico marginalizó a Europa. Cuando se hablaba de Asia a secas, la distancia conceptual que iba de Asia a Europa y de Asia a América era la misma. Al hablarse de Asia-Pacífico se introdujo una comunalidad entre Asia y América que dejó al margen, muy muy al margen, a Europa. Laos es un país que ha sufrido mucho por su geografía y su condición de país enclaustrado. Ahora está intentando remodelar la manera en que concibe su propia geografía para convertirse en un país de encrucijada. El reino laosiano de Lan Xang se formó en el siglo XIV en la cuenca media del río Mekong. Su creación fue parte del gran movimiento de pueblos tais en dirección sur, aprovechando el declive del Imperio Khmer. Fue el mismo proceso que vio la creación de los reinos de Lanna, Sukhothai y Ayuthaya. A partir de la segunda mitad del siglo XV comenzaría lo que Anthony Reid ha denominado la Edad del Comercio. El comercio marino se convirtió en un elemento clave para la riqueza de los estados y lentamente fue desplazando en importancia a las rutas terrestres anteriores. Igual de importante era que el comercio marino daba acceso a las armas de fuego europeas, que eran superiores a las de fabricación local y otorgaban a sus poseedores una ventaja clave en las guerras. Si durante los siglos XVI y primera mitad del XVII Lan Xang aún había podido ser un actor, secundario acaso, pero actor, en la geopolítica regional, las luchas intestinas, unidas al enclaustramiento y a la falta de acceso a las armas europeas, determinó que el reino, dividido, pasase a ser un títere en las luchas entre vietnamitas y tailandeses, hasta quedar convertido en vasallo de Siam en el último cuarto del siglo XVIII. El destino de Laos hubiera sido terminar absorbido por Siam, como le ocurrió a Lanna, pero la geografía intervino. Francia hizo su aparición en Indochina en 1859, cuando conquistó Saigón y se hizo con la entonces denominada Cochinchina. Al igual que a finales del siglo XX, uno de los grandes sueños de las potencias occidentales era entrar en el mercado chino. Francia, que controlaba el delta del Mekong, pensó que este río podía proporcionarle un medio de comunicación directo a los mercados del sur de China. Una expedición científico-militar en 1866-67 reveló que en su curso medio y alto el Mekong tenía varias cataratas que lo hacían impracticable como vía de comunicación. El historiador del Sudeste Asiático, D.G.E. Hall, afirmaba que los británicos primero desarrollaban intereses comerciales y una vez que los tenían, buscaban el control político, mientras que los franceses primero conquistaban y luego se preocupaban por ver cómo podían rentabilizar la conquista. El Imperio colonial francés a menudo se movió más por cuestiones de prestigio que por cálculos económicos fríos. En principio, una vez que se había demostrado que el Mekong no era navegable hasta China, Laos hubiera debido de dejar de resultarle interesante a Francia, pero no fue así. La Francia posterior a la guerra franco-prusiana de 1870-71 era un país traumatizado, que acababa de perder dos provincias riquísimas (Alsacia y Lorena) y que andaba buscando un culo al que darle los puntapiés que no podía dar a los prusianos. La necesidad de ilusionar a la nación y de encontrar una salida a las rencillas domésticas provocó un nuevo impulso colonial. Los vietnamitas fueron de los primeros que lo advirtieron. En 1885 Francia conquistó Tonkín, que era la parte de Vietnam que le faltaba para completar el puzzle y su interés por el Mekong se reavivó. Los motivos fueron varios. En primer lugar, Francia se sentía la legítima heredera de todos aquellos territorios que alguna vez hubieran estado bajo la soberanía vietnamita, por tenue y nominal que ésta hubiese sido. En segundo lugar, se trataba de cortarle a Inglaterra, que acababa de conquistar lo que quedaba de la Birmania independiente, el acceso a curso alto del Mekong. Poco importa que no fuese navegable y que su rentabilidad económica resultase dudosa. Es como esos niños que se pelean por un juguete que no interesa realmente a ninguno de los dos, sino que lo que cada uno quiere realmente es que no lo tenga el otro. Finalmente, Francia consideró que el Mekong le ofrecía una frontera muy fácilmente defendible. En 1893 un incidente en el que se mezclaron la torpeza diplomática siamesa y las ambiciones francesas, hizo que Francia se incorporase toda la ribera izquierda del Mekong. Tras varios años de incidentes fronterizos, Francia y Siam firmaron la Convención de 1904 por la que Siam cedió territorios en la orilla derecha a la altura de Luang Prabang y en la zona de Champassak. Hasta que llegaron los franceses, Laos había sido un país que había mirado principalmente hacia el sur (donde se hallaban otros estados fundados por pueblos thais) y hacia el norte (donde se encontraban los mercados chinos). La intervención francesa hizo que los laosianos pasaran a mirar casi en exclusiva hacia el este, hacia Tonkin. Por un lado, procuraron romper todos sus vínculos con los tailandeses y se esforzaron por estimular la identidad nacional laosiana, subrayando todo lo que les separaba de los tailandeses. Crearon un Instituto Budista en Vientiane y restauraron el Wat Sisaket, para que la sangha laosiana dejase de mirar hacia Tailandia. Estandarizaron el idioma laosiano y fijaron su escritura. Reescribieron la Historia laosiana, exaltando sus períodos de gloria y presentando a la potencia colonial como la salvadora y reinstauradora de una nación laosiana amenazada por Tailandia. Laos empezó a mirar exclusivamente hacia Tonkin. Los franceses construyeron carreteras modernas y el ferrocarril para enlazarlo con Tonkin. Económicamente lo vincularon a Tonkin, aunque el país era tan poco productivo para los intereses franceses, que éstos consideraron que para lo más que podía servir era como reserva de terreno para reasentar a los excedentes demográficos vietnamitas y fuente de recursos para desarrollar Vietnam. Con esto, también se rompió la vinculación que tenía con el sur de China: su economía ahora estaba orientada hacia los intereses de la colonia francesa de Vietnam; además, en todo caso, con el auge del comercio marino, las rutas terrestres habían perdido una buena parte de su importancia pretérita. Aquí tenemos un buen ejemplo de cómo la geografía no cambia, pero sí que puede cambiar la manera en que la concebimos. Laos dejó de ser un país de encrucijada entre el sur de China y el norte de Tailandia y de ser un país vinculado a la geopolítica de la cuenca del Chao Phraya para convertirse en un país de la Indochina francesa, que miraba hacia el este y dentro del conjunto indochino su papel era el de patio trasero y barrera protectora de Vietnam, que era la colonia que de verdad preocupaba a los franceses. Su inclusión dentro de Indochina hizo que pasase por una serie de procesos, que no habría conocido si hubiera seguido con su sumisión a Siam. Así, en marzo de 1945 sufrió la ocupación japonesa, cuando Japón decidió asumir el gobierno directo de la Indochina francesa, desplazando a los franceses. Tras la derrota de Japón y el retorno de los franceses, al igual que Camboya y Vietnam, vivió unos tiempos convulsos con los franceses intentando retrasar el reloj de la Historia hasta ponerlo en 1939 y los nacionalistas laosianos luchando por la independencia. Cuando después de la derrota de Dien Bien Phu los franceses otorgaron la independencia a Laos y abandonaron Indochina, la deriva hacia Vietnam continuó. A comienzos de 1951 el comunismo hizo su aparición en Laos y, como era previsible, fue un comunismo completamente dependiente del gran hermano vietnamita. De hecho, cuando en 1951 Vietnam decidió disolver el Partido Comunista de Indochina y que cada país de la Indochina francesa tuviera su propio partido comunista, los laosianos no eran más que 81 de los casi 2.100 miembros del partido. Laos se vio envuelto en la guerra de Vietnam. La ruta Ho Chi Minh, vital para el abastecimiento de las guerrillas del Vietcong en Vietnam del Sur pasaba por Laos. Laos se convirtió en un campo de batalla y, según la fuente que se consulte, es el primer o el segundo país más bombardeado por los norteamericanos; el otro país es Camboya. En 1975 se implantó en Laos un régimen comunista. En los años siguientes, Laos seguiría una evolución paralela a la de su hermano mayor vietnamita: aislamiento tras el final de la guerra de Vietnam, a causa de la invasión vietnamita de Camboya; tímidas reformas económicas; ingreso en ASEAN (para subrayar que estamos hablando de dos países y un destino, Vietnam y Laos ingresaron al mismo tiempo en la Asociación)… Desde comienzos del siglo XXI la geopolítica regional se está remodelando y con ella también nuestra manera de ver la geografía. Los dos hechos que más están influyendo sobre la nueva concepción de la geografía del Sudeste Asiático son la conectividad y el auge de China. La conectividad en sentido restringido implica la construcción de infraestructuras para conectar países. En un sentido más amplio, abarca también los contactos entre sociedades civiles, las conexiones de internet y la armonización de regulaciones entre otras cosas. En los últimos años se ha convertido en el gran tema en Eurasia. No hay aspecto de la geopolítica y de la economía en Asia-Pacífico que se no haya visto afectado por el auge de China. Uno de estos aspectos es la conectividad. China está volviendo a ser ese gran mercado en un extremo de Eurasia, con el que todos quieren comerciar. China se ha convertido en la abanderada de la conectividad. Puede que dentro de poco digamos que “todos los caminos llevan a Pekín (o a Shanghai)”. En este contexto, Laos está tratando de reinventar su geografía. Uno de sus lemas de los últimos años, que podría ganar cualquier concurso de aliteraciones imaginativas, es: “de país enclaustrado (“landlocked” en inglés) a país conectado (“land-linked”). Se trata de recuperar el papel de lazo entre China y el resto del Sudeste Asiático, que tuvo en tiempos de Lan Xang. La recuperación de ese papel conector ya está en marcha con la construcción de carreteras que la enlazarán con China y de un ferrocarril que, atravesando Laos, conectará el sur de China con Tailandia y puede que más adelante, hasta con Singapur. Laos es un ejemplo de todo lo que determina la geografía a un país. Pero también es un ejemplo de cómo, si las circunstancias ayudan, uno puede cambiar su interacción con ella y dejar de sufrirla, para empezar a sacarle partido. Otros temas Tags Colonialismo francésConectividadGeografíaLaosMekongRobert D. KaplanSiamTonkinVietnam Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 03 nov, 2019