Emilio de Miguel Calabia el 07 ago, 2024 (Este diagrama muestra cómo ha aumentado la riqueza de las distintas clases en los últimos años. El 1% se ha vuelto riquísimo en proporciones estratosféricas. Las clases bajas han mejorado algo, pero muchísimo menos que el 1% y la paganini ha sido la clase media) Después de esta explicación acongojante e indignante de dónde estamos, Martin Wolf ofrece algunas recetas que, en general, me parecen bastante sensatas. Las enumero: 1) Reforma de la economía, que debería centrarse en los siguientes cuatro objetivos: seguridad. Nadie puede construir una vida digna si no se siente seguro. La incertidumbre sobre lo que ocurrirá al día siguiente es uno de los sentimientos más dañinos psicológicamente; oportunidades. ¿Cómo puede prosperar una nación y conseguir que la gente se levante entusiasmada por las mañanas, si tienen salarios de mierda y saben que nunca tendrán acceso a una vivienda?; prosperidad. Evidentemente es la precondición para que haya oportunidades; dignidad, que implica dejar de centrarnos en la abstracción del “homo oeconomicus” y considerar a las personas en su totalidad, que va mucho más allá de la economía. 2) Dejar de ver la realidad en términos de PIB. Wolf no niega la utilidad de PIB, pero no debemos olvidarnos de sus carencias: no dice si la riqueza está bien repartida, no dice si la economía es sostenible… Resulta interesante. Las críticas al PIB como herramienta de medición son un clamor, pero lo seguimos utilizando y no acaba de aparecer una alternativa viable o al menos eso es lo que nos dicen los economistas y los políticos. 3) Un nivel de vida creciente, ampliamente compartido y sostenible. En los últimos años nos hemos alejado de este objetivo. Las causas principales han sido dos: la insistencia equivocada en la austeridad, haber confiado demasiado en las políticas monetarias. 4) Apostar por la innovación. Siguiendo a Schumpeter, Wolf defiende que la innovación se llevará por delante a las industrias obsoletas, lo cual es bueno… salvo para sus trabajadores que queden desempleados. La “destrucción creativa” de Schumpeter tiene mucho que decir a su favor, pero como tantas veces ocurre con los economistas que viven en sus torres de marfil, se deja fuera el elemento humano. 5) Una correcta intervención del Estado. Tras la borrachera del neoliberalismo, que quería de los Estados se saliesen de la economía y dejasen solos a los sacrosantos mercados, la idea de que el Estado debe intervenir en la economía ha vuelto. Cosas que los Estados pueden hacer por la economía: proporcionar una dirección eficaz, previsibilidad jurídica e infraestructuras sociales y físicas. Wolf no cree que los gobiernos deban inmiscuirse en elegir empresas/tecnologías/productos específicos. Aquí haría yo una salvedad. Esos experimentos han salido mal en sitios tan diversos como Filipinas, Argentina y Libia, pero las experiencias de China, Corea y Taiwán muestran que esa estrategia no conduce irrevocablemente al fracaso. Las condiciones para que funcionen deben ser cero corrupción y criterios técnicos sólidos. 6) Sostenibilidad. Ya hemos visto por dónde nos ha llevado crecer sin atender al medio ambiente. Un paseo por el extinto Mar de Aral puede resultar muy instructivo. Un modelo de crecimiento insostenible es pan para hoy y hambre, mucha hambre, para mañana. 7) Globalización. Resulta curioso que saque este tema que es ahora uno de los más contestados. Puede que la globalización, según se practicó en los 50 y los 60 fuese beneficiosa. La globalización practicada a partir de los 80 bajo el paradigma neoliberal tuvo demasiadas sombras. Unos pocos se enriquecieron a costa de muchos; las naciones vieron comprometida su soberanía, entre otras cosas, con la venta descontrolada de sus activos. Al menos Wolf reconoce que hay algunas formas de apertura económica que pueden ser menos deseables: el capital de cartera, la deuda externa, la financiación bancaria y los flujos de capital a corto plazo. 8) Buenos empleos. Resulta evidente que trabajos repetitivos, mal pagados y precarios no llevan a ninguna parte a una sociedad. Pero en un contexto de demografía elevada y con nuevas tecnologías que pueden destruir más trabajos que los que generan, lo de conseguir buenos empleos está difícil. La generación Z ya ha entendido que pocos conseguirán esos buenos empleos que les permitirían independizarse y acceder a una vivienda. El resultado es que han adoptado una actitud más cínica ante el trabajo, al que ya no ven como una vía de realizarse como personas, sino como algo que hay que soportar, como las almorranas. 9) Igualdad de oportunidades. Según Wolf, “el éxito de las personas viene determinado en gran medida por sus propias dotes naturales y el entorno en el que crecen.” Después de esa frase, Wolf no cae en optimismos buenistas. Reconoce que la igualdad de oportunidades absoluta no es posible, a menos que creas que la Camboya de Pol Pot fue un éxito. Pero hay algo que sí que se pueden hacer en una sociedad democrática: ofrecer a todos la mejor educación posible. 10) Seguridad ante las amenazas exteriores y también ante la precariedad, algo que sólo puede ofrecer el Estado del bienestar. Aquí Wolf se permite lanzar unas andanadas contra la renta básica universal. La principal es que es inasequible. En EEUU proveer de una renta adecuada supondría un gasto del 16% del PIB. Costearla implicaría subidas de impuestos considerables y sus efectos serían menores de los que defienden sus defensores. 11) Acabar con los privilegios especiales para unos pocos. Por ejemplo, la legislación fiscal que carga más sobre los ingresos por las rentas del trabajo que sobre las rentas del capital, cuyos beneficiarios además tienen ejércitos de abogados para que les ayuden a tributar aún menos. Otro ejemplo, el gobierno corporativo, en el que con la excusa de atraer talento, se ofrecen salarios obscenos e injustificados (¿cómo se te queda el cuerpo cuando te enteras de que Sam Altman se compró un coche que vale cinco millones de dólares?). Un tercer ejemplo, las auditorías, en las que las empresas escogen y pagan a la empresa que les auditará. Y un último ejemplo: la responsabilidad, que todos los responsables, empezando por la cúpula, sean condenados en casos de manipulación del mercado y otras tropelías; pensemos en los escasos financieros que acabaron siendo castigados por las irregularidades que condujeron a la crisis de 2008. Que Wolf haya comenzado su análisis y sus propuestas por la economía, indica para mí que es ahí donde tenemos que centrarnos si queremos reforzar la democracia. Primero tenemos que atajar unos procesos que el neoliberalismo generó o que alentó, si ya venían de antes, y cuyo resultado han sido una economía insostenible y una distribución de la renta tremendamente injusta. Sólo con que empezásemos a aplicar estas recetas, los primeros pasos para frenar el populismo estarían dados. Otros temas Tags EconomiaGlobalizacionMartin WolfPIBPolítica Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 07 ago, 2024