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El equilibrio mundial en la balanza (1)

Emilio de Miguel Calabia el

Desde hace unos años existe una categoría de libros dentro de las relaciones internacionales dedicados a discutir sobre quién va ganando en la rivalidad entre China y EEUU. Uno de los primeros, que data de comienzos de los 90, fue “The Coming Conflict with China” de Richard Bernstein y Ross Munro. Ya entonces Bernstein y Munro apuntaban a que una guerra en Asia era una posibilidad y que la rivalidad entre China y EEUU sería especialmente dura en Asia Oriental. Los autores no se planteaban quién vencería en esa rivalidad. Eran los tiempos del momento unipolar norteamericano y la respuesta parecía obvia.

Quince años después la respuesta no parecía tan obvia. Arvind Subramanian escribió en 2011 “Eclipse. A la sombra del dominio económico chino” en la que aventura varias hipótesis: China está a punto de adelantar económicamente a EEUU; China traducirá inevitablemente su poderío económico en poder político; el renmibi desplazará al dólar como divisa de referencia; EEUU muestra todos los síntomas de la decadencia (parálisis política provocada por la polarización política; crecimiento lento; debilidad fiscal con un déficit impagable; erosión de la capacidad adquisitiva de la clase media). El corolario de estas premisas es que China está llamada a convertirse en la gran potencia mundial y que tendrá un poderío mayor aún que el norteamericano.

Gideon Rachman del Financial Times publicó en 2016 “Easternization: Asia’s Rise and America´s Decline. From Obama to Trump and Beyond”. Rachman cree que los 500 años de primacía occidental se están terminando y que el futuro del mundo vendrá forjado por los Estados del Indo-pacífico.

La defensa del auge inevitable de China también la han hecho otros autores con una visión de la Historia a largo plazo. En 1998 André Gunder Frank publicó “ReOrient. Global Economy in the Asian Age”. Su tesis es que la superioridad de Occidente sobre Asia se debió a factores muy concretos como una tecnología militar superior y la ventaja que le proporcionó la Revolución Industrial. Ahora que la inercia de esas ventajas se ha terminado, las cosas han vuelto a sus cauces históricos: China volverá a ser la primera economía del planeta y la India recuperará su puesto entre las principales economías del mundo. Ian Morris en “Why the West Rules for Now?” se retrotrae hasta el 11.000 a.C. Históricamente Occidente es quien ha dominado, incorporando al resto del planeta a su sistema. China, que es una de sus últimas adquisiciones, goza de las ventajas de las que siempre disfruta la periferia frente al centro; la principal es la capacidad de innovar, cuando el centro ha comenzado a volverse obsoleto. Dado que ya no quedan nuevas tierras que incorporar a Occidente, la implicación es que el siglo XXI será completamente chino.

Más reciente y con una visión menos global, tenemos “Has China Won?” del diplomático singapureño Kishore Mahbubani, que se entrega con gusto a su deporte favorito: fustigar a Occidente. La respuesta a la pregunta del título del libro es, obviamente, que sí, que China ya ha ganado.

Un último libro que ha sido muy leído es el de Graham Allison, “Destined for War. Can America and China Escape Thucydide’s Trap?”, que comenté aquí en agosto de 2020. La gente se ha quedado con la copla de si el ascenso de China comportará una guerra con EEUU. A mí me interesa más saber lo que piensa Allison sobre la inevitabilidad del ascenso de China al primer lugar y el declive de EEUU. Allison estima que EEUU aún dispone de cartas para gestionar la situación, pero leyendo entre líneas no lo tengo tan claro. Cuando una potencia revisionista ha surgido, la alternativa ha sido: o bien, fracasaba en el intento, generalmente mediante una guerra, o bien,- en la mayoría de los casos-, desplazaba al anterior hegemón pacífica o militarmente.

El último libro en sumarse a la categoría de libros sobre la rivalidad chino-norteamericana es “Liderazgo mundial en la balanza. El choque por la supremacía China-EEUU” del periodista francés especializado en Asia Oriental Pierre-Antoine Donnet.

Donnet comienza con una presentación de los sistemas políticos norteamericano y chino. El modelo democrático norteamericano ha disfrutado de un inmenso poder de atracción desde el final de la II Guerra Mundial. Los países que pasaron por las tres oleadas democratizadoras de los 70 y los 90 (cronológicamente: Europa meridional, Latinoamérica y Europa Central y Oriental) buscaban insertarse en Occidente, cuyo modelo parecía insuperable. Parecía que habíamos llegado al fin de la Historia, como dijo Fukuyama, y que lo que quedaba era saber a qué ritmo y por qué sendas cada Estado llegaría al destino final de todos que era la democracia occidental.

¿En qué momento el mundo perdió su enamoramiento con el modelo norteamericano? La guerra de Vietnam supuso un aldabonazo, que demostró que EEUU no podía todo, pero EEUU se rehízo y acabó ganando la Guerra Fría. Lo que acabó con el enamoramiento fue la actitud de EEUU durante su momento unipolar. EEUU trató de evitar el ascenso de cualquier rival por todos los medios (la denominada “Doctrina Wolfowitz”, aunque también se hubiera podido denominar ”Doctrina Brzezinski”, que pensaba lo mismo), pero lo que muchos no le pudieron perdonar fue la invasión de Iraq.

Maya Kandel en “Los Estados Unidos y el mundo” afirma que lo que hacía que la hegemonía norteamericana fuese fácilmente aceptable era la creencia expandida en la superioridad del modelo norteamericano. Yo añadiría que otro elemento era la convicción de que EEUU en general se comportaba éticamente y respetando las normas. La invasión de Iraq y la intensa polarización de los últimos años, de la que Trump no fue más que el reflejo, quitaron una buena parte del atractivo que tenía el modelo.

China, por su parte, es un sistema autoritario que en los años ochenta aprendió dos lecciones de la caída de la URSS: 1) No te liberalices en lo político porque a la larga eso suprimirá el monopolio del poder por el Partido Comunista; 2) No cuestiones la sabiduría de los grandes líderes del pasado (Stalin en el caso de la URSS, Mao en el de China) porque eso te deslegitimará a la larga. Una tercera lección aprendida un poco más tarde es que se debe evitar la infiltración de determinadas ideas occidentales muy atractivas, tales como la libertad de prensa, los derechos civiles o la independencia del Poder Judicial.

En la actualidad el sistema chino toma como guía el denominado “sueño chino”, que consiste en una mezcla de reformas económicas y nacionalismo vehemente, que están llamadas a conseguir a medio plazo una mejora general en los niveles de vida y que China ocupe el sitio que le corresponde (se supone que el primero) en los asuntos internacionales. El sueño recurre a la gloria pasada de China y así habla de “renacimiento del pueblo chino”.

 

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