Emilio de Miguel Calabia el 02 jun, 2022 En 1992 Dave Walker y Richard S. Ehrlich publicaron “Hello mi big big honey!”, que podría traducirse como “¡Hola mi gran gran quesito!”. Se trata de una recopilación de cartas que los novios extranjeros han escrito a sus novias, intercaladas con entrevistas con las chicas, en las que ellas presentan su visión de la jugada. Dave Walker en la introducción hace un análisis muy bueno de lo que hay detrás de esos amores inverosímiles: “Muchas de las mujeres [se refiere a las chicas entrevistadas en el libro] se sorprenden de lo rápido que los extranjeros parecen enamorarse de ellas y cuántos de ellos se vuelven posesivos y celosos después de haberlas conocido sólo por un breve tiempo. Para la chica del bar es sólo negocio. Para muchos hombres es amor. No es difícil ver cómo un extranjero podría enamorarse de una chica de bar asiática. Pueden ser amables, divertidas, poco complicadas, esbeltas, pasionales. Pero también pueden ser astutas, despiadadas y manipuladoras (…) Las chicas de los bares son amigas de los perdedores. Un extranjero que viene a Asia está lejos de su rutina diaria. Está en un nuevo mundo extraño. Se encuentra con mujeres hermosas, disponibles (por un precio) y exóticas que le tratan como a un rey (…) Cualquier hombre, con independencia de su aspecto o de su edad, se puede convertir en un playboy popular si tiene suficiente dinero. A muchos hombres les gusta pensar que son diferentes de los otros hombres en los bares. Algunos adquieren un complejo misionero. “Salvaré a esta pobre chica de esta vida de depravación”, piensan. A las chicas de los bares parece que les gusta este tipo de persona, porque son los que normalmente les mandan más dinero.” El texto que he transcrito es largo, pero creo que merecía la pena, porque explica muy bien la psicología del turista sexual y la de la chica. Walker advierte que en ocasiones el hombre pasa de cliente a novio y que algunas de esas relaciones funcionan y la chica nunca vuelve a un bar. Aquí es más optimista que Trink. Dos años posterior es “Hermanas de Patpong” (“Patpong Sisters”) de Cleo Odzer. Odzer era un producto de la contracultura norteamericana de los años sesenta. Vitalista, extravagante, tan interesada por el mundo como por las sustancias exóticas que uno puede inhalar o inyectarse en vena… También era antropóloga. A finales de los ochenta realizó un estudio de campo entre las chicas de los bares de Patpong. De ahí salió “Hermanas de Patpong”. En el libro casi tan importantes como las chicas, es su autora y la relación que entabla con un chico de bar, que también existen, aunque van dirigidos al público homosexual masculino. Aunque a veces el tonillo buenista y New Age de Odzer irrite, el libro contiene ideas y observaciones interesantes. Por ejemplo, la gradación jerárquica entre las chicas. En lo más bajo de la escala están las chicas que trabajan en bares donde se ofrecen mamadas y el acto sexual en directo. A continuación vienen las chicas que bailan desnudas o realizan espectáculos sexuales en bares que suelen despellejar a sus clientes. En lo alto de la escala estaba trabajar vestida normal y no tener que bailar. Odzer introduce una explicación histórico-cultural de la existencia de la prostitución en Tailandia que resulta convincente. La prostitución está conectada con el estatus de la mujer en la sociedad. En términos religiosos, nacer mujer era muestra de tener un karma negativo. Además, no pudiendo ordenarse monjes, era dudoso que las mujeres pudieran progresar lo suficiente en esta vida como para alcanzar la iluminación. En el mejor de los casos, si se portaban bien, podrían reencarnarse en hombres en la próxima vida. La prostitución y las concubinas (“mía noi” o “esposa pequeña” en tailandés) eran un derecho de los hombres y un símbolo de estatus. La prostitución, además, se vio fomentada cuando la esclavitud fue abolida en 1905 y desapareció la categoría de la esposa-esclava. Esta descripción que hace Odzer se aplica al mundo urbano, pero deja fuera el mundo rural. Allí la situación era distinta. Muy pocos hombres podían permitirse tener concubinas, pero allí también se daba la cultura de mostrar la virilidad teniendo amantes o yendo con prostitutas. Lo más habitual era la irresponsabilidad de los hombres, que hacía que muy a menudo la crianza de los hijos recayera en las mujeres y en los abuelos. En un contexto de pobreza generalizada y poca educación, la prostitución era una de las escasísimas salidas para las chicas que no querían quedarse en el pueblo trabajando en los campos y repitiendo la vida sacrificada de sus madres. Odzer, que centra su libro más en las chicas que en los clientes, tiene un alto concepto de ellas. Son mujeres luchadoras, que han optado por casi la única vía de progreso que tenían abierta, dado su origen social. Sí, les importa mucho el dinero, pero una buena parte del dinero que consiguen va para mantener a sus padres. Culturalmente se espera que una buena hija cuide de sus padres en la vejez. Muchas de ellas saben que su profesión las coloca al margen. Ningún hombre tai decente las consideraría como novias o esposas potenciales. Odzer es consciente de los problemas de la vida que llevan y de sus defectos: consumo de alcohol desmedido, pasión por el juego, en el que se pueden dejar muchísimo dinero, inconstancia, incapacidad de pensar a largo plazo, engaños y mentiras a sus clientes, que leyendo el libro resultan casi justificados… Odzer también tiene su explicación sobre los clientes y, para mi gusto, lo hace mucho mejor que Dave Walker: “Para los hombres farang (denominación que reciben los occidentales en Tailandia) atrapados en una relación sentimental intensa con prostitutas tailandesas, hay otro factor presente- el síndrome de Eliza Doolittle. El farang se obsesiona con “salvar” a una mujer y convertirla en una dama. Quiere protegerla de las vicisitudes de la vida. Intenta inculcarle los valores de su cultura, como la ética del trabajo o la búsqueda de conocimiento. Le ayuda en su compromiso abnegado para apoyar a su familia. Los cuentos occidentales y los videojuegos enfatizan al héroe que salva a la damisela en apuros. Patpong y Tailandia ofrecen a los hombres occidentales los ingredientes para representar ese guión. En tanto que occidentales ricos, se les ve como algo especial. Entonces, creyendo que su cultura es superior, utilizan la ideología occidental como una herramienta de rescate. Más allá de los sentimientos de amor, y mucho después de que el romance haya muerto, los hombres se sienten obligados a vivir ideales que puede que sí o puede que no hayan vivido en sus casas. Honestidad, ser de confianza y nociones de caridad cristiana garantizan que los hombres occidentales sigan mandandoles dinero y apoyándolas durante largos períodos de tiempo. Viven así el papel de héroes.” Otros temas Tags Cleo OdzerDave WalkerPatpongProstituciónRichard S. EhrlichTailandiaTurismo sexual Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 02 jun, 2022