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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

China en español (y 2)

Emilio de Miguel Calabia el

Otra cuestión que naturalmente abordan es la de lo que implica el auge de China para el mundo y qué escenarios cabe esperar de su rivalidad geoestratégica con EEUU. En primer lugar hay que considerar su política exterior, cuyos grandes objetivos son, según los autores: la modernización del país, el reconocimiento internacional de China como gran potencia y la reunificación. A estos objetivos habría que añadir un principio clave: una política exterior autónoma y sin subordinaciones. Un error de algunos decisores norteamericanos fue creer que China estaría dispuesta a integrarse en el orden internacional liberal en el papel de segundo violín.

La evolución de la política exterior china ha conocido tres momentos. En tiempos de Deng Xiaoping predominó el perfil bajo, definido por la denominada “estrategia de los 24 caracteres”: “Observar con calma; asegurar nuestra posición; afrontar los hechos con tranquilidad; esconder nuestras capacidades y ganar tiempo; mantener un perfil bajo y nunca reclamar el liderazgo.” Esta estrategia permitió a China concentrarse en el desarrollo económico. Con Jiang Zemin aunque el crecimiento seguía siendo prioritario para China, el PCCh decidió apostar por el nacionalismo como fuente de legitimidad. Ello causó tensiones con EEUU que se recondujeron porque el mercado chino era demasiado grande como para alienárselo y porque sucedieron los atentados del 11-S que cambiaron las prioridades de EEUU.

Durante el período de Hu Jintao, la crisis financiera de 2008 hizo que muchos expertos chinos pensasen que el eje del poder se estaba moviendo de EEUU a China. China comenzó a mostrarse más activa internacionalmente: constitución de la Organización de Cooperación de Shanghai (2001), primera cumbre de los BRICS (2009), desplazamiento del G7 por el G20 como principal foro para la gobernanza económica internacional (2009)… Con Xi Jinping se dejaron atrás las cautelas de Deng y China comenzó a mostrarse más asertiva y a desplegar una diplomacia de gran potencia: participación en misiones de mantenimiento de la paz de NNUU, aumento de las contribuciones voluntarias en el sistema de NNUU que le ha permitido luego colocar a varios de sus ciudadanos al frente de agencias onusianas, creación de plataformas de cooperación regionales como el Foro entre China y África o el Foro China-CELAC… La iniciativa de la Franja y de la Ruta y el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras fueron tal vez los dos elementos más conocidos de esta nueva diplomacia china.

Los vectores de su poder son: 1) Su poder económico. En 2023 China representaba el 18,92% del PIB mundial; 2) El acceso a su mercado. Nadie quiere alienarse un mercado con 700 millones de personas de clase media; 3) Su poder financiero acumulado gracias a su inmenso superávit comercial. Los préstamos chinos suelen llevar aparejadas peores condiciones que los concedidos por la banca multilateral, pero para muchos países son el único recurso de financiación internacional que tienen y además no les exigen los requisitos de cambio estructural que pide la financiación del FMI y del Banco Mundial; 4) Desarrollo tecnológico. China ha avanzado tremendamente en áreas como la telefonía 5G o la exploración espacial. Además del impulso que da a la imagen-país de China, muchos países pueden encontrar en China un proveedor tecnológico; 5) Las FFAA. Están en vías de modernización. China tiene el segundo presupuesto militar más elevado del mundo (el primero es el de EEUU). A diferencia de la URSS o de Corea del Norte, no ha caído en la sobreinversión y la financiación de las FFAA no repercute en la economía en general.

Comparado con la extinta URSS y con EEUU, una peculiaridad China es que no está promoviendo su modelo político. Uno de los principios del denominado Consenso de Pekín es que cada país debe buscar su propio modelo de desarrollo económico. Para bastantes países del Sur Global un modelo que no les obliga a atenerse a unos estándares de democracia y DDHH, resulta tremendamente atractivo. Incluso ha habido algún autor occidental que ha sugerido que podríamos aprender algo sobre buen gobierno de China. El canadiense Daniel Bell en “The China Model: Political Meritocracy and the Limits of Democracy” ensalza el modelo meritocrático chino. Es imposible llegar a los órganos directores del Partido sin haber demostrado previamente capacidades de gestión (eso sí hay que reconocer que llevarse bien con un patrón fuerte también ayuda).

Cuando se habla de la política exterior china, inevitablemente aparece la cuestión de Taiwán. En opinión de los autores, la situación actual es subóptima para todos los actores: para China porque no culmina la reunificación, para Taiwán porque no puede ser un actor normal en la comunidad internacional y para EEUU porque tiene que dedicar recursos militares y asumir un compromiso defensivo con Taiwán. Tal vez el status quo sea insatisfactorio, pero es mucho mejor que la alternativa de un conflicto armado. La experiencia de Ucrania muestra lo difícil que sería una invasión anfibia de Taiwán. El Centre for Strategic and International Studies condujo 24 iteraciones de un conflicto no nuclear entre EEUU y China por Taiwán. Las 24 iteraciones dieron como resultado la victoria de EEUU a un coste elevadísimo, sin contar con la destrucción que se produciría en Taiwán.

Conociendo el gusto chino por la aproximación indirecta y los subterfugios desde los tiempos de Sun Tsu, me cuenta creer que China lanzase un gran ataque militar. Me parece más verosímil el uso de los intereses económicos de los empresarios taiwaneses en China continental para crear una quinta columna, aunque la propia Taiwán parece haber previsto esto y está diversificando su comercio. En 2020 China representaba el 44% de su comercio global; en 2024 representa en torno al 30%. Otro escenario posible que leí no recuerdo dónde implicaba comandos durmientes, que se activan y mediante asesinatos y sabotaje, unidos a una quintacolumna, crean el caos en Taiwán y favorecen su derrota. Muy retorcido lo encuentro. Además, pienso que un país desarrollado comme il faut podría hacer frente mal que bien a ese ataque.

Yendo ya hacia los escenarios de futuro, los autores descartan que vaya a haber una transición hacia la democracia. Quitando Hong Kong, Tíbet y Xinjiang, la población no parece demandar democracia y está razonablemente satisfecha con el bienestar económico y social que les ha traído el PCCh. No hay ningún signo de que haya divisiones internas significativas dentro del Partido. La oposición democrática dentro y fuera del país tiene un gran coraje moral, pero su capacidad de influencia es mínima.

¿Podrá China adelantar a EEUU y convertirse en el hegemón mundial? Los autores lo dudan. Para empezar necesitarían ganar la carrera tecnológica. Aunque en algunas áreas ha conseguido logros espectaculares, la brecha tecnológica con EEUU persiste como muestran sus problemas para desarrollar una vacuna contra el covid tan eficaz como las occidentales o sus dificultades para producir chips avanzados. La demografía tampoco ayuda. En 2022 (850.000 personas menos) y 2023 perdió población y no parece que esta tendencia vaya a invertirse. Además, por motivos culturales, China no está preparada para abrir la puerta a la inmigración para salir del impasse demográfico.

He intentado destacar lo que más me ha llamado la atención del libro, pero lo mejor es leerlo. Por 14 euros es una buena inversión.

 

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