Emilio de Miguel Calabia el 11 feb, 2022 Mientras la Administración Biden titubea, es posible que China ya les haya comido la tostada. El pasado 1 de enero entró en vigor el Partenariado Económico Integral Regional (RCEP por sus siglas en inglés), impulsado por China. Para entender el RCEP es preciso retrotraerse a comienzos del siglo XXI. La falta de avances en el establecimiento del Área de Libre Comercio de Asia-Pacífico hizo que varias economías de la zona comenzaran a firmar Tratados de Libre Comercio entre sí. Las más activas en este sentido fueron las más ricas: China, Corea, Japón, Singapur y Tailandia. El resultado de este frenesí negociador fue que para 2013 se había pasado de dos Tratados de Libre Comercio entre los países de ASEAN + 6 a treinta. En agosto de 2011 en la Cumbre de los Ministros de Economía de Asia Oriental, China y Japón presentaron conjuntamente la “Iniciativa para la Agilización del Establecimiento del Área de Libre Comercio de Asia Oriental (EAFTA) y del Partenariado Económico Integral para Asia Oriental (CEPEA)”. CEPEA era una idea que estaba en el ambiente desde 2006 y que había cobrado fuerza después de que ASEAN firmara en 2008 un Tratado de Libre Comercio con la India y en 2009 sendos Tratados de Libre Comercio con Australia y Nueva Zelanda. ¿Por qué China y Japón la abrazaron con tanto entusiasmo en 2011? En el caso de China el motivo es comprensible: EEUU estaba negociando el TPP con otros 11 países y sin ella y existía el peligro de que el TPP acabase convirtiéndose en el gran bloque comercial de Asia-Pacífico. En el caso de Japón, que ya estaba negociando el TPP, la motivación es un poco más difícil de esclarecer. Lo más probable es que sintiese que para hacer frente a una China emergente, necesitaba recurrir al formato ASEAN + 6 para diluir el poderío económico y comercial chino. Por otra parte, el comercio con ASEAN + 6 era lo suficientemente importante para Japón como para no poder permitirse poner todos sus huevos en la canasta del TPP, por más que EEUU estuviera en él. La Cumbre de ASEAN de noviembre de 2011 compró la idea. Los mercados chino y japonés eran demasiado apetitosos. Además los distintos Tratados de Libre Comercio firmados por ASEAN o sus EEMM se habían convertido en una madeja indesenmarañable; algunos de ellos presentaban lagunas importantes, al no contemplar cuestiones tales como el comercio digital o una protección adecuada de la propiedad intelectual. Por otra parte, aquellos países de ASEAN con un menor nivel de desarrollo y más dificultades para acordar Tratados de Libre Comercio bilaterales, encontraron que el RCEP podría ser la herramienta que necesitaban para abrirse nuevos mercados. Las negociaciones arrancaron en noviembre de 2012. Sobre las negociaciones del RCEP, que duraron ocho años, es poco lo que puedo contar. Las negociaciones de Tratados de Libre Comercio multilaterales suelen ser más secretas que la fórmula de la coca-cola. Ni los negociadores, ni los gobiernos, quieren que transcienda nada sobre las negociaciones, especialmente los borradores. La razón es que estos Tratados tienen impacto sobre cuestiones tales como el empleo, la sanidad pública o los derechos laborales y lo último que quieren los gobiernos es verse sometidos al escrutinio de la opinión pública o al tironeo de los lobbies. Estos últimos, a pesar del secretismo, acaban teniendo más posibilidades de hacerse oír por los negociadores que la sociedad civil. Lo que sabemos de las negociaciones del RCEP fue que se impuso el modelo aseánico de flexibilidad y crear consensos sin prisa. En las etapas finales de la negociación lo más peliagudo fue la rivalidad entre la India y China. La India, que tradicionalmente ha apostado por el proteccionismo, temía verse inundada por manufracturas chinas; otra preocupación, aunque menor, era la rivalidad de los productos agro-ganaderos australianos y neozelandeses. En las rondas finales de la negociación India pidió un acuerdo comercial especial entre la India y China, algo que hubiera ido en contra del espíritu del RCEP. Finalmente, a finales de 2019, la India anunció que se salía del RCEP. Hubo un instante de trepidación, al que siguió la constatación de que sin India sería posible concluir las negociaciones más fácilmente e incluso elevar un tanto el nivel de ambición. El Acuerdo se firmó finalmente el 15 de noviembre de 2020 y se estipuló que entraría en vigor una vez que hubiera sido ratificado al menos por seis países de ASEAN y por tres Estados no-ASEAN. Estas condiciones se dieron el pasado 1 de enero y en ese momento entró en vigor el RCEP. En general al RCEP se le critica por su bajo nivel de ambición, algo comprensible si se quería acomodar las sensibilidades de países tan diferentes como Singapur, Vietnam y Laos. Como todo Tratado de Libre Comercio que se precie, establece una reducción de las tarifas de más del 90% de los productos intercambiados entre sus miembros, pero en algunos de los casos establece períodos de desarme arancelario muy largos (20 años y más). Al menos tiene la virtud de reducir la burocracia aduanera y de unificar las reglas de origen, lo que debería simplificar las cadenas de suministros en la región. El comercio de servicios se abre moderadamente: en torno al 65% de los sectores; los servicios financieros, los de telecomunicaciones y los servicios profesionales tienen reglas especiales y un proceso de apertura más gradual (se nota quienes tienen la sartén por el mango; el secretismo que mencioné antes se aplica a algunos, no a todos). Otros aspectos positivos del Acuerdo son que mejora la protección de la propiedad intelectual, promueve la transparencia en las licitaciones públicas y crea un mecanismo de resolución de disputas comerciales. En aras del consenso se han dejado fuera toda una serie de cuestiones que el CPTPP sí que contemplaba, como las normas medioambientales, los derechos laborales, las empresas estatales o los subsidios gubernamentales, mientras que se permitía que consideraciones de seguridad nacional y salud pública entrasen en el texto en tanto que excepciones. Describir un Acuerdo comercial es mucho más fácil que predecir los efectos que tendrá y he leído lo suficiente como para confundirme. Mi impresión es que realmente reforzará el comercio entre los 15 firmantes y afectará a la entrada en sus mercados de productos y servicios de fuera. China parece la gran ganadora: ha conseguido un acuerdo no demasiado ambicioso, acorde con sus intereses, y, siendo la gran potencia exportadora de la región, teniendo una importante base manufacturera y estando más avanzada que muchos de los restantes países en servicios financieros y comercio digital, puede aprovechar mejor las cláusulas del RCEP. En general las expectativas son que ganen más los países con industrias más desarrolladas. Aparte de China, Corea y Japón, dentro de ASEAN Brunei, Malasia, Tailandia y Vietnam son los que tendrían más que ganar. Una última pregunta para redondear la entrada: ¿y la UE dónde queda en todo esto? Cuando APEC comenzó su andadura en serio en 1993, a la UE le alarmó verse al margen de una potencial área de libre comercio que iba a abarcar Asia-Pacífico, la región más dinámica y con mayor crecimiento del planeta. La UE intentó se admitida como observadora en APEC; la petición no fue atendida. En la segunda mitad de la década de los 90, la UE reforzó sus lazos con ASEAN y en 1996 la UE y ASEAN + 3 lanzaron ASEM, la Reunión Asia-Europa, que pretendía ser un foro euroasiático de diálogo y cooperación. Aunque estos movimientos fueron primordialmente políticos, cabría verlos como una manera de aproximarse a Asia por la puerta de ASEAN para no estar completamente ausentes de los desarrollos que estaban ocurriendo en Asia. En 2007 la UE y ASEAN iniciaron negociaciones para la firma de un Tratado de Libre Comercio entre las dos regiones. Las negociaciones zozobraron en 2009. Las disparidades de desarrollo económico entre los países de ASEAN eran demasiado grandes como para que un acuerdo interregional fuese posible. La estrategia de la UE a continuación fue la de negociar Tratados de Libre Comercio bilaterales con aquellos países que tuvieran un grado de desarrollo y una voluntad de apertura similares. Desde entonces, la UE ha concluido los siguientes acuerdos comerciales en Asia-Pacífico: Corea del Sur, Japón (Acuerdo de Partenariado Económico), Singapur y Vietnam. En la actualidad hay varios acuerdos más en fase de negociación. La negociación de un Tratado de Libre Comercio es laboriosa, toma bastante tiempo y recursos, de manera que es difícil predecir si, y cuándo, los tratados actualmente en fase de negociación llegarán a buen puerto. Entretanto, la UE tendrá que adaptarse a un RCEP que posiblemente refuerce las cadenas de valor en Asia y dificulte un tanto las exportaciones de bienes y servicios a la región. Por otra parte, a la vista del RCEP a la UE seguramente le costará más en sus negociaciones comerciales imponer sus normas medioambientales y laborales. La gran lección de los Tratados comerciales es que siempre se hacen a costa de otro y esta vez nos ha tocado. Otros temas Tags ASEANChinaEEUUIndiaJapónRCEPTratado del Partenariado TranspacíficoUE Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 11 feb, 2022