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Primer amor

Emilio de Miguel Calabia el

Entre las muchas leyendas románticas que existen está la del reencuentro con tu primer amor. Tal vez lo más sensato que haya leído sobre esta leyenda, fue lo que escribió un sacerdote en un suplemento del ABC al respecto. Decía que un primer amor recuperado ilusiona porque nos retrotrae a otro tiempo en el que éramos jóvenes y felices y no teníamos responsabilidades. El primer amor fue el camino que no tomamos y por eso podemos fantasear sobre él y pensar que todo habría ido como la seda no como con la persona con la que finalmente nos casamos. Ni se nos ocurre pensar que tal vez éste también nos habría decepcionado. Sabias palabras. Me pregunto cómo se le habrían ocurrido al sacerdote que, en principio, no debería de saber nada sobre primeros amores reencontrados.

El reencuentro amoroso más famoso del cine español fue “Asignatura pendiente” de José Luis Garci. Dos novios de adolescencia se reencuentran en las postrimerías del régimen de Franco. Ahora los dos están casados. La vieja llama revive. Finalmente se presentan al examen de la asignatura que les quedó pendiente: hacer el amor. Después de una relación apasionada basada en la nostalgia, el amor empieza a marchitarse. El hombre se da cuenta de que realmente no está enamorado de ella y la mujer, que está más colgada, toma conciencia de que lo que más le ata a él es que se trata de lo único que le saca de la rutina monótona de su vida. Prefiero un final así, desabrido y decepcionado. Pocos amores acaban bien y sobre los reencuentros con un primer amor tiendo a pensar como el sacerdote.

Una de las historias de reencuentros más realista y profunda es “Una música constante” de Vikram Seth. Dos músicos que fueron amantes, se reencuentran. La llama vuelve a brillar (¿sorpresa a estas alturas?). Reanudan su romance, a pesar de que ella está casada. En estas historias de amores reencontrados, el matrimonio nunca parece ser obstáculo y nunca uno de los personajes dice: “Lo siento pero estoy casado”. Al final va a tener razón el sacerdote y el primer amor que no fue tiene más atractivo que el aburrido matrimonio de diez años en el que estás inmerso. Seth tiene la sabiduría de ponerle un final triste.

Lo último que he leído sobre amores reencontrados es “Azami” de Aki Shimazaki, publicada por Nordica. Es una novela que me ha desconcertado. Despacha en 127 páginas una buena historia para la que Vikram habría necesitado 400 páginas. Shimazaki más que ofrecernos una novela, nos ofrece el esqueleto de una novela. No contiene más que los elementos que tiene que contener.

Por ejemplo, el protagonista se ha encontrado por casualidad con un antiguo compañero del colegio. El pasado ha vuelto a él. Su mujer y los niños están en el campo. En la soledad de su patio piensa: “Después de una cena tardía, me doy una ducha y bajo al patio trasero. Corre una ligera brisa. Sentado en el banco, enciendo un cigarrillo. El humo se esfuma con el viento. Con la mirada puesta en el cielo despejado de estrellas, me sumerjo en mis reflexiones”. Y esto es todo. A mí relatar esto me habría llevado una página entera y a Vikram Seth, dos.

Los principales personajes están definidos con unos pocos rasgos. No son personajes redondos, pero tampoco son completamente planos y funcionan muy bien dentro de la novela. Una de las condiciones para que una novela en primera persona funcione es lograr que el lector se identifique con el protagonista. Shimazaki lo consigue. El protagonista, Mitsuo, es un hombre sensible en la treintena, que se encuentra un poco perdido. O sea, como casi todos los hombres en la treintena (y en la cuarentena, y en la cincuentena…), pero con sensibilidad.

La enamorada reencontrada, Mitsuko, tiene un halo de misterio. Mientras que a uno le costaba comprender en “Asignatura pendiente” por qué José Sacristán se reenamoraba de la pánfila de Fiorella Faltollano, aquí uno entiende inmediatamente la fascinación. No diré más, porque destriparía la novela, pero es un personaje muy hermoso.

Dentro de la economía de medios de Shikamazi, los diálogos dejan que desear. Van al grano, pero son planos. Tal vez sea así como hablamos en la vida de todos los días, pero a uno le gusta que el novelista le engañe un poco y le presente una vida embellecida. Un pequeño ejemplo:

“- Mitsuko, no has cambiado.

– ¿Qué quieres decir?- dice abriendo los ojos de par en par.

– Tu belleza y tu apariencia misteriosa. Sigues siendo seductora.

Enmudece. La sonrisa ha desaparecido de sus labios.

– Tú fuiste mi primer amor- le confieso.”

Recapitulo: más que desarrollar la historia, la escritora nos ofrece simplemente su esqueleto mondo y lirondo. Los personajes no son redondos. Los diálogos son pedestres. Y aun así, la historia que cuenta tiene algo que emociona. Es la primera novela de una pentalogía y estoy seguro de que leeré las siguientes.

 

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