Emilio de Miguel Calabia el 22 feb, 2018 Los cuentos de Prabda Yoon recogidos en el libro “The sad part was” (no creo que haya traducción al español) se caracterizan por el recurso a la imaginación y el gusto de Prabda de dejar los cuentos un poco en el aire. En “The crying parties”, cuatro amigos le alquilan al nuevo inquilino el piso en el que vivía su amiga June hasta su suicidio, para celebrar la última de sus “fiestas de llanto”, que consisten en comer chiles hasta que se les salten las lágrimas y disfrutar entonces del llanto. En “Something in the air”, una pareja ve interrumpido su juego erótico, cuando una tormenta derriba sobre su azotea dos letras de un anuncio luminoso que matan por aplastamiento a un presunto ladrón que se encontraba allí en ese momento. “The sharp sleeper” se centra en las disquisiciones de un hombre que suele perder los botones de los pijamas cuando duerme… Como puede apreciarse, imaginación no le falta. Lo frustrante a veces es su tendencia a dejar los finales colgados en el aire. Sí, la vida es un poco así, a menudo nos comienza a contar una historia y nos hurta el final. Por eso, esperamos que los escritores sean más clementes y al menos nos entreguen un final redondo. En “Shallow/deep, thick/thin”, cuenta la historia de un hombre que se encuentra en un bosque un secreto que viene del espacio exterior; llevan al hombre al plató de televisión para que cuente el secreto en un programa de máxima audiencia, una especie de “Sálvame” sin Jorge Javier Vázquez. El final del cuento es: “Este secreto, ¿parecía misterioso? ¿tenía el aspecto de algo extraño y misterioso? [pregunta el entrevistador] El viajero sacudió la cabeza. Se le arrugó el cuello. Sólo podía mirar a las chanclas que llevaba en los pies. ¿Extraño y misterioso? Ya no se podía acordar. Después de todo, no hay secretos en este mundo. Los productores pasaron a los anuncios.” Hay muchas cosas que me fascinan de Prabda. Una es la facilidad con la que varía las voces de sus personajes. Una de las cosas que me parecen más difícil en la escritura es conseguir que las voces de los personajes se distingan, que cada uno tenga su idiosincrasia. Al final, lo que me suelen salir son personajes que hablan como yo, pero que utilizan una o dos expresiones que yo no suelo utilizar. Prabda es único en lo de crear voces. En “Something in the air” pone a sus protagonistas a hablar como robots prolijos. Así la chica, tras la caída de las letras del anuncio, dice a su compañero: “Nos asustamos en no pequeña medida, pero ahora que has realizado una inspección y determinado la secuencia de los acontecimientos, deberías de estar satisfecho.¿Por qué permanecer expuesto al humor del cielo de esta manera? Corresponde que volvamos corriendo a casa, no sea que alteremos los sistemas respiratorio e inmunitario de nuestros cuerpos…” En “A schoolgirl’s diary” imita perfectamente el lenguaje simple y un poco repetitivo de una niña pequeña. En “Marut by the sea” tenemos una voz incorpórea que habla y que podría haber sido “El innombrable” de Beckett si éste se hubiese tomado vacaciones. El cuento empieza así: “Antes de que sea demasiado tarde, ¿debo deciros, queridos lectores, que mi nombre no es Marut? ¿Y que no estoy sentado junto al mar de ninguna manera?” Me gusta la manera que tiene a veces Prabda de presentar algunos de esos pequeños/grandes acontecimientos que todos hemos tenido alguna vez en la vida. Por ejemplo, una carta de ruptura amorosa: “La esencia del mensaje era: es muy malo que algunas parejas no hayan acumulado la misma cantidad de buen karma en sus vidas pasadas, de manera que sencillamente no están llamadas a ser. Uno podría interpretar esto como: algunos nacieron para dormir en una cama que es demasiado dura y demasiado estrecha como para ser compartida por un período extenso de tiempo.” O bien, la filípica perfecta para un adolescente: “… No teníamos derecho [tu padre y yo] a darte a luz sin haberte consultado (…) Tu padre y yo aceptamos sinceramente nuestra culpa por todo esto. Si es posible, cuando te apetezca tener a tu propio hijo, pregúntale primero si quiere nacer. Si no recibes respuesta, tómalo como un no. Y si no quiere nacer, no lo traigas. Déjale que les nazca a un gato o a un perro según dicte el destino [no olvidar aquí que los tailandeses creen en la reencarnación]. Tu padre y yo lo sentimos. Si estás enfadado o nos odias, es cosa tuya.” Y mi favorita: un resumen en unas pocas líneas de lo que es vivir una vida: “¿Este es el primer minuto de vida en el mundo exterior? Qué milagroso y que penoso al mismo tiempo. Bebé, no llores. Esto es todo lo que hay en la vida: vivir por un tiempo, comer, dormir, aprender de libros hechos con las ideas de otras personas, encontrarse con todo tipo de gente, a algunos los amarás, a otros los odiarás. Cuando te encuentres con uno de los que odias menos, podéis juntaros, ayudaros mientras coméis y dormís y ganáis bahts [la moneda tailandesa] para intercambiarlos por posesiones. Si queréis muchas posesiones, tendréis que ganar muchos bahts. Si tenéis suerte (o mala suerte), viviréis hasta la vejez. A veces estáis cansados, a veces aburridos, a veces tristes, a veces contentos- esto es todo lo que la vida es. No tendréis que esperar mucho para moriros”. No se puede describir mejor lo que es vivir. Literatura Tags Literatura tailandesaPrabda Yoon Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 22 feb, 2018