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Joy. Cuando el todo es menor que la suma de las partes

Emilio de Miguel Calabia el

Joy” es una novela del filipino Angelo R. Lacuesta. La trama, según aparece en la contraportada, es interesante: Aristón Letrero es un hombre de múltiples talentos que un día abandona a su esposa y a su hijo para irse con su empleada convertida en amante Odette a EEUU para iniciar una nueva vida. Treinta años después contacta con su hijo Lucas, que está en el mundo de la publicidad y tiene una relación online con Dedes, una vieja amiga de la infancia. El redactor de la contraportada se pone además lírico y añade “… es una historia que canta canciones e himnos de identidad, relaciones, soledad y pérdida y cómo figuran en las vidas de los filipinos contemporáneos que están dispersos en el espacio y en el tiempo, pero que también están conectados y separados al mismo tiempo”. Lo que la contraportada no dice es que la novela no llega a ninguna parte y acaba decepcionando al lector.

Lacuesta es un escritor de relatos breves y se le nota. La novela está contada a través de breves episodios cronológicamente desordenados. Cada episodio en sí es una pequeña joya, pero falla la arquitectura novelística; es como si el autor no hubiera sabido qué hacer con los distintos hilos narrativos. Una consecuencia es que a menudo las motivaciones de los personajes no están claras o que las historias que nos cuenta acaban flotando en el espacio sin cerrarse jamás. Uno podría decir que así es la vida misma. Muchas veces ignoramos las motivaciones de los demás y a menudo lo que nos queda en la memoria no son más que episodios sueltos que nos cuesta hilvanar. Que la vida pueda ser así no es excusa para que el autor no haga un esfuerzo para construir una arquitectura novelística como Dios manda.

Las elipsis, las historias que no se rematan porque la vida muchas veces no se remata, son válidas para un narrador sólo si establece al comienzo una suerte de pacto con el lector que diga: te daré los ladrillos con los que se construyen las novelas, pero no la construcción en sí porque… (poner lo que convenga: soy muy vago para terminar las historias que se me ocurren, tengo en la puerta a un viejo amor de juventud que me ha prometido una noche de lujuria, me han hecho una paralela y no tengo la cabeza para nada… la vida es amplia y el abanico de excusas es más amplio todavía). En fin, que me pasé la novela esperando que adquiriese una estructura, que se desvelase porqué Ariston Letrero se fugó con su empleada y lo que sucedió después o porqué Dedes anuló su matrimonio después de haber hecho una boda en la que estuvo invitado el todo-Manila. Cuando llegué a las últimas tres páginas y me di cuenta de que ninguna de esas historias se terminaría, me llevé una decepción.

Por decir algo positivo de la novela, me encantó el retrato que hace de los filipinos. Las meriendas de las aburridas esposas de…, el gusto por los chismes (el tagalog adoptó con entusiasmo esa palabra del castellano; “tsismis” se escribe), la celebración del cumpleaños de una hija de familia rica y bien conectada… Pero para disfrutarlo realmente tienes que haber vivido en Filipinas. Otra cosa positiva: Lacuesta tiene una gran imaginación para inventar situaciones chocantes; otra cosa es que sepa qué hacer y cómo desarrollar esas situaciones.

En fin, que leer la novela ha sido como estar con una mala novia. Promete mucho al principio y al final te llevas una decepción.

 

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