Emilio de Miguel Calabia el 24 feb, 2024 Por el título parecería que voy a hablar de algún tema de rabiosa actualidad. Pues no, lo que pasa es que la Historia se repite. Hoy quiero hablar del libro “Memoria del curso en el extranjero de los aspirantes a la Carrera Diplomática” que escribió el Embajador Guillermo Nadal Blanes y que ha publicado la colección La Valija Diplomática de la Editorial Cuadernos del Laberinto. La edición está prologada y anotada por el Embajador Juan Manuel López Nadal, que es sobrino del autor. En 1933, la única promoción de diplomáticos que formó la II República realizó un viaje de estudios entre el 10 de julio y el 30 de septiembre de ese año. El viaje les llevó a la Sociedad de Naciones, cuya sede estaba en Ginebra, a la República Checa, a Alemania, a Polonia y a la ciudad libre de Danzig. 1933 tal vez fuera el último año del período de Entreguerras en el que uno pudiera hacerse ilusiones de que la paz se mantendría en Europa. La Sociedad de Naciones había sufrido un duro varapalo, al no conseguir castigar adecuadamente a Japón en 1931, cuando conquistó Manchuria. Aun así, el sueño de una Sociedad de Naciones funcional todavía podía mantenerse. Había conflictos internacionales, sin duda. La guerra del Chaco era el principal, aunque también había otros en los que quizás la Sociedad de Naciones hubiera contribuido a que no llegara la sangre al río como el conflicto entre Polonia y Lituania por la ciudad de Vilna o el de Leticia, que enfrentaba a Perú y Colombia. La visita que hicieron a la Sociedad de Naciones me suscita mucha nostalgia. La sensación que transmite es la de que se trataba de una academia de doctos profesores a los que no les importaba distraer parte de su tiempo en dar conferencias a estos vástagos diplomáticos. Incluso uno de ellos, el profesor Alfred Eckhard Zimmern de la Universidad de Oxford, les invitaría a su casa, les ofrecería té y junto con su mujer departiría con los estudiantes. No me imagino a altos cargos de las Naciones Unidas en Nueva York recibiendo a estudiantes e impartiéndoles conferencias. Como me imagino a esos cargos es acelerados, estresados y dándose puñaladas. Referencia: “Backstabbing for beginners” de Michael Soussan, que trabajó en el Programa de Petróleo por Alimentos. Tras Ginebra vino una gira por Europa central. La parada en Alemania, donde los nazis apenas llevaban seis meses en el poder, les impactó bastante. Cuenta Nadal que en Berlín “íbamos a presenciar los continuos desfiles racistas con sus cantos exaltados y sus flamantes banderas. Íbamos a oír en muchas conferencias la pretendida justificación de todo esto y a escuchar los beneficios que el nuevo régimen ha traído a Alemania. Y sobre todo íbamos a ver cómo el pueblo alemán, halagado en sus naturales sentimientos de amor al uniformismo, a la comunidad organizada, y con las promesas de alivio de sus crisis anteriores y de las injusticias políticas de la postguerra, se ha lanzado engañado a una política extremista, en la que espera encontrar la solución de sus males.” Nadal comenta algunas de las conferencias que escucharon y, aunque los nazis apenas llevaban seis años en el poder, ya estaban en germen todos los desastres que vendrían después. Un periodista les explicó que la próxima guerra empezaría por el corredor polaco (profético, porque fue así) y criticó que el Tratado de Versalles hubiese extendido la soberanía de polacos, checos y otros sobre territorios poblados por alemanes; criticando, criticando, acabó por reivindicar la unión política de los ochenta millones de germanófonos (cifra global que Nadal pone en duda) que habitaban en Alemania, Austria y Europa central. También visitaron un Instituto de Ciencias Antropológicas y Psicológicas que tenía pabellones dedicados “a los estudios dirigidos al mejoramiento de la raza, esterilización de anormales y enfermos, etc.” Finalmente describe una función patriótica en el Teatro del Pueblo con toda la parafernalia nazi. En la distancia resulta irónico lo que les dijo el agregado militar de la Embajada de España, cuyo nombre piadosamente no ha pasado a la Historia. Negó que hubiese armas ocultas, aunque reconoció que las armas alemanas estaban a la última en cuanto a tecnología. Quitó importancia a la milicia armada del Partido nazi, las SA, que efectivamente un año después sería laminada por el propio Hitler. También quitó importancia a los desfiles paramilitares de las calles. En fin, que en la guerra moderna no cuenta el número de hombres, sino que “lo principal es poseer buenos armamentos, cosa que Alemania actualmente no tiene”. Igualmente resulta interesante la visita que hicieron al Estado Libre de Danzig. Las autoridades de la ciudad les dijeron que su aspiración era reunificarse con Alemania. El representante de la Sociedad de Naciones les confirmó la tensión entre los polacos y la ciudad, que se resentía de los privilegios concedidos a los primeros. Finalmente, estaba la versión de los polacos, que afirmaba que la Historia estaba de su parte y que Danzig debía volver a ellos. Para Nadal, la solución política lógica pasaba por la reintegración de Danzig a Prusia Oriental, mientras que la solución económica más verosímil sería su integración en Polonia. Doce años y cincuenta millones de muertos después, Danzig terminaría integrada en Polonia con el nombre de Gdansk. El libro es breve y se lee con gusto. Su autor era una persona curiosa y con una gran curiosidad intelectual y con una rara perspicacia. Es un testimonio de la Europa amable que hubiera podido ser y que nos cargamos. Literatura Tags Alemania naziAlfred Eckhard ZimmernDanzigGuillermo Nadal BlanesMichael SoussanSociedad de NacionesViajes Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 24 feb, 2024