“Hacia la Fundación” es la segunda de las dos precuelas que Asimov escribió para su saga Fundación. Fue de lo último que escribió, mientras su salud se deterioraba irremediablemente como consecuencia del v.i.h. que le habían inoculado en una transfusión años antes. Tal vez por estas circunstancias resulte la novela de las suyas en la que se cuela más lo autobiográfico.
El protagonista de la novela es Hari Seldon, el inventor de la psicohistoria. No hace falta ser muy perspicaz para darse cuenta de que el personaje es un trasunto del propio Isaac Asimov. Ambos son extremadamente inteligentes, viven para su trabajo y les molestan las interrupciones cuando están trabajando. Tampoco ninguno de los dos se corta a la hora de expresar sus opiniones. La principal diferencia entre ambos es que Seldon tiene a la misantropía, mientras que Asimov fue un hombre muy sociable.
Resultan llamativas las referencias machaconas al envejecimiento y a la pérdida de facultades que conlleva. Al comienzo de la novela Seldon hace poco que cruzó la frontera de los cuarenta y le angustia como casi cada hora pierde facultades en la lucha de torsión. Más adelante, sufrirá impotente que le celebren una fiesta de cumpleaños por su sexagésimo aniversario, que hubiera preferido olvidar. Un ejemplo: “Pero no disponía del tiempo necesario, y tenía la sensación de que también le faltaba la juventud necesaria para ello (lo cual hacía que se sintiera un poco abatido). Su mente seguía siendo sólida y racional, pero ya no poseía la resistente agilidad y creatividad con la que había contado cuando tenía treinta años. Seldon sabía que iría perdiendo facultades con el transcurso de cada año.” Cuando uno piensa que esto lo escribe un hombre que se está muriendo de sida, todo encaja.
Otro personaje importante en la novela es Dors Venabili, la esposa de Seldon, que es en realidad un androide cuya función es protegerle. A pesar de su condición de androide, entre ambos surgirá un auténtico amor. No sé por qué, me da que Dors recoge muchos rasgos de su segunda mujer, Janet Jeppson. Jeppson fue una gran psicoanalista y una escritora interesante de libros de ciencia-ficción. Como la Dors de la novela, fue una profesional destacada, pero dejó un poco de lado su carrera para poder ayudar a Asimov. Me la puedo imaginar en los últimos años de Asimov, cuidándole y protegiéndole como Dors hace con Seldon en “Hacia la Fundación”.
Un tercer personaje de la vida de Asimov que se coló en la novela es su hija Robyn, que aquí aparece como Wanda, la nieta de Hari Seldon. Wanda posee poderes mentales y es la persona a la que confía el futuro de la Segunda Fundación. Robyn Asimov no tiene poderes mentales que sepamos, pero en todo lo demás se parece mucho a Wanda. Según la propia Robyn, “fui la hija complaciente y solícita que a veces se sentía fieramente protectora de él. A mi padre le gustaba eso de mí y diez años después de su muerte ese papel se ha convertido en la custodia de su extensa obra.”
Asimov tenía un coeficiente intelectual de 160. Fue el vicepresidente de Mensa, que sólo admite a personas que estén en el 2% superior de los coeficientes intelectuales. No sé si eso tendrá algo que ver con la visión política que promueve la novela: para acortar el período caótico que seguirá a la caída del Imperio Galáctico, una serie de personas versadas en la psicohistoria, muy inteligentes y con poderes mentales manipularán sutilmente los acontecimientos para que el período caótico sea lo más breve posible. Asimov parece asumir que todas esas personas serán altruistas y que ninguno tratará de utilizar sus conocimientos para hacerse con el poder. También parece asumir que el 98% de la población está compuesta por gañanes. Sospecho que no son meras licencias literarias, sino que Asimov veía así las cosas.
Pero ya está bien de hablar del Asimov persona, que metía de rondón elementos biográficos en su novela, y hablar de la novela que escribió el Asimov escritor.
Para mi gusto, como escritor, Asimov tiene dos grandes defectos. El primero es su incapacidad para crear personajes redondos. Sus personajes son de cartón piedra. Asimov se limita a recalcar los tres o cuatro rasgos que necesita para que funcionen en la estructura de la novela y punto.
El segundo es su renuencia a las escenas de acción. Prefiere que la historia se vaya desplegando a través de los diálogos entre sus personajes. Esos diálogos no son especialmente brillantes. Su misión es, como en los diálogos de Agatha Christie cuando el detective da cuenta de cómo descubrió al asesino, hacer que la historia avance. Es más, los diálogos son la historia, por eso su realismo resulta menos importante.
Parecería que con esos dos defectos la novela de Asimov no me gustaría. Si otro escritor la hubiera escrito, sin duda no la habría terminado. Pero Asimov es diferente.
Yo leo sus novelas como novelas policiacas ambientadas en el espacio y en el futuro. El esquema es parecido al de las novelas de Agatha Christie. Se plantea un problema complicado y la historia consiste en los pasos que dan los protagonistas para su resolución. Dicho así suena sencillo, pero no lo es. Crear una trama consistente y que tenga los niveles adecuados de intriga, no está al alcance de todos.
Otro punto fuerte de Asimov es que tiene el extraño arte de crear mundos plausibles con muchas menos descripciones que otros autores. Unas cuantas pinceladas le bastan para transmitir la imagen de Trantor, la capital de un imperio galáctico en decadencia. Invito a comparar la manera parca con la que Asimov describe el mundo de su invención con todos los detalles y explicaciones que da Aldous Huxley sobre el Mundo Feliz. La parquedad de Asimov sólo puede funcionar con un autor que sea tan efectivo como él.
Y dos últimos puntos a favor de Asimov: es ameno y se lee rápidamente.
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