ABC
| Registro
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizABC
Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

El extraño caso del señor S.K. (3)

Emilio de Miguel Calabia el

(Otro retrato de Regine Olsen

El 25 de octubre de 1841 Kierkegaard zarpó de Copenhague rumbo a Berlín. Sin duda estaba tratando de poner tierra de por medio con Regine y con la sociedad copenhaguesa que no había entendido la ruptura del compromiso. Que Kierkegaard estaba hecho un lío en esos momentos, se ve por la carta que le mandó a su amigo íntimo Emil Boisen, en la que le pedía que se reuniera con Regine sin que se supiera y le decía en qué sitios y tiempos la podría encontrar, incitándole a que la espiase discretamente. Más tarde, en otra carta, le dice: “No tengo tiempo para casarme. Pero aquí en Berlín hay una cantante de Viena, una tal Demoiselle Schulze, que interpreta a Elvira y tiene un parecido sorprendente con cierta chica que conozco [¡qué manera más retorcida de referirse a Regine!] (…) Cuando me asalta mi espíritu salvaje, me siento casi tentado de acercarme a ella, y no solo con «las más serias intenciones» (…) Podría ser una pequeña distracción cuando me canse de especular…” ¿Cómo interpretar esta carta? Como un esfuerzo por conseguir que Regine le odiase y acaso de paso mostrarse como un sinvergüenza sin escrúpulos para proteger la imagen de Regine en la sociedad copenhaguesa. Cabe añadir que en esta carta Kierkegaard encareció a Boisen a que no le dijera a nadie lo que le comentaba, que es la mejor manera de pedirle que difundiera lo que le había dicho con el fin de que llegara a oídos de Regine. Conociendo a Kierkegaard, cabe dudar que esa señorita Schulze le hubiera causado tal impacto y desde luego podemos estar seguros de que nunca se le pasó seriamente por la cabeza hacer ningún acercamiento.

A su regreso a Copenhague comenzó un extraño ritual con Regine. Sin haberlo acordado, pero tampoco por mera casualidad, los lunes entre nueve y diez se encontraban sin hablarse en un breve tramo de calle al que les llevaban sus rutinas habituales. El 28 de marzo de 1842, en vísperas del domingo de Pascua, coincidieron en la iglesia de Nuestra Señora. Regine le hizo por dos veces con la cabeza un gesto afectado. Kerkegaard asintió. Regine volvió a hacer el gesto y Kierkegaard le respondió. Con sus dos cabeceos Kierkegaard había querido decir “debes renunciar a mí” y “mi amor te pertenece”. Regine los interpretó como que tenía su bendición para comprometerse con Fritz Schlegel. Por cierto que éste Schlegel había estado enamorado de Regine, cuando llegó Kierkegaard y le movió la silla.

No se sabe cuándo ni cómo Kierkegaard se enteró del compromiso de Regine, pero lo cierto es que le dolió infinito. En su fuero interno consideró a Regine como una traidora, aunque había sido él quien había provocado la situación. Un texto de aquellos días dice:

Argumento: Un individuo con sentido del humor se encuentra con una chica que en cierta ocasión le había asegurado que se mataría si la dejaba; ahora descubre que está comprometida. Él la saluda y dice: permítame agradecerle la buena voluntad con que usted me ha tratado; tal vez me permitirá expresarle mi reconocimiento (saca dos marcos y ocho chelines del bolsillo de su chaleco y se los entrega. Ella se queda muda de indignación [no es para menos. La está tratando de puta], pero se mantiene firme y trata de intimidarlo con su mirada. Entonces él prosigue). No me dé las gracias, es una ayuda para el ajuar, y el día en que usted contraiga matrimonio y corone así la amabilidad con que me ha tratado, le prometo por todo lo que es santo, por el amor de Dios y su eterna bienaventuranza, que le enviaré otros dos marcos y ocho chelines.”

Lo anterior es un texto de ficción y por tanto le podemos dar el significado que queramos. Lo que es real es lo que escribió el 17 de mayo de 1843, – tan real que emborronó el texto para que no pudiera ser leído: “En un sentido estético y caballeresco, la he amado mucho más de lo que ella me ha amado a mí pues, de no haber sido así, ella no se habría mostrado orgullosa frente a mí, más tarde, me habría angustiado con sus gritos.” Suena a narcisista herido. Me pregunto si en algún momento Kierkegaard se llegaría a dar cuenta de que tanto sufrimiento era autoinfligido, que tuvo en sus manos la felicidad y no la quiso.

Poco después de ese texto, Kierkegaard escribió otro en el que justifica su decisión de romper el compromiso como un gesto heroico y generoso y en el que nos habla a su pesar de todos los complejos que arrastraba: “Pero a fin de hacerme entender, habría tenido iniciarla en cosas terribles: mi relación con mi padre, su melancolía, la noche eterna que cultivo en lo más íntimo, mis delirios, deseos y libertinajes, los cuales, pese a todo, quizás no resultan tan escandalosos frente a la mirada de Dios, ya que, después de todo, fue la angustia la que me condujo al extravío [sospecho que la religiosidad e inhibiciones que le habían inculcado hicieron que viera sus deslices de juventud como algo mucho más monstruoso de lo que de verdad fueron. Si quería aprender de libertinajes juveniles, habría podido leer el diario de Tolstoi previo a su boda. ¡Eso sí que fueron libertinajes y no las boberías de Kierkegaard!]; pero ¿dónde podría haber buscado refugio cuando supe o presentí que el único hombre al que había admirado por su energía y su fuerza vacilaba?”

Y otro texto más para justificar por qué su caballerosidad le impidió casarse con Regine: “Si no la hubiera honrado como a mi futura esposa más que a mí mismo, si no hubiera estado más orgulloso de su honor que del mío, habría callado, habría satisfecho su deseo y el mío, me habría permitido casarme con ella- hay tantos matrimonios que esconden pequeñas historias-. No quería eso para mí, se habría convertido en mi concubina, y preferiría matarla antes que eso.” Resultan curiosas las concomitancias entre Kierkegaard y el Tolstoi tardío. En sus últimos años Tolstoi rechazó el matrimonio porque el principal objetivo del cristiano es servir a Dios y el matrimonio le desvía de ello y hace que pase a servirse a sí mismo. El amor físico consagrado por el matrimonio es una forma encubierta de prostitución.

En su literatura de estos años, Regine estaría presente todo el rato. Kierkegaard no lograba quitársela de la cabeza. De alguna manera, como seguramente había hecho antes con el sexo, sublimó su sufrimiento y lo convirtió en literatura.

 

Literatura

Tags

Emilio de Miguel Calabia el

Entradas más recientes