Emilio de Miguel Calabia el 06 jul, 2024 F. Sionil José, que murió en 2022 a los 97 años, fue una suerte de patriarca de las letras Filipinas, una conciencia crítica insobornable. En un país en el que hay más escritores que lectores tuvo los arrestos de fundar una librería, La Solidaridad, que también fue el nombre de una asociación de intelectuales filipinos residentes en España que abogaron por la autonomía de Filipinas. Leí recientemente una recopilación de artículos suyos de la última década de su vida, “Writing the Nation” y me interesó lo que un autor comprometido y romántico como él tenía que decir a los jóvenes que, tal vez mal informados, se internan por los vericuetos de la escritura. Para Sionil, la escritura es una suerte de artesanía que debe enseñarse desde la escuela y ser practicada con regularidad. Pero para hacer arte verdadero, el escritor tiene que superar la pura artesanía. Ha de dominar el lenguaje. Ha de ser “creativo, imaginativo, original y profundo”, nada de lo cual se puede aprender en el colegio. La escritura es un don de Dios. Los artistas nacen, no se hacen y acaso en ocasiones se pregunten por qué Dios no les concedió mejor el don de hacer dinero (ésta es mi aportación a la reflexión de Sionil). Escribir es una actividad solitaria. “Cuando trabajamos, estamos realmente solos persiguiendo nuestros demonios, domándolos y, al mismo tiempo, alimentando esa melancolía que sostiene nuestro arte.” La melancolía está presente en toda la gran literatura. Es una melancolía que brota de la conciencia de la brevedad de la vida, esa vida que fue un regalo de Dios, que debemos disfrutar mientras dure y a la que debemos dotar de significado para merecerla. Sionil es crítico con los talleres de escritura. Ha leído muchos de sus productos y a bastantes los ha encontrado finamente elaborados, pero les faltaban “sangre, sudor y lágrimas.” Cree que esos talleres deberían reemplazarse con clases sólidas de historia, filosofía y antropología y con los clásicos de Oriente y Occidente. Yo siento cariño por esos talleres, que frecuenté hace años. Me preocupa que vendan las mismas recetas y coarten la creatividad de los más flojos, que seguramente sean los que deberían dedicarse a la jardinería antes que a a literatura. El bueno interiorizará las recetas y las olvidará en el momento en que vaya a sentarse a escribir. Sionil se pregunta por qué escribimos y tiene claro que es un producto del ego. Ese ego quiere que contemos nuestra vida, que celebremos nuestras experiencias y que las exageremos si hace falta. Y al todo lo llamamos literatura y decimos que es arte, que es tanto como estar una hora contándole a alguien tu vida, sin dejarle meter baza y llamarlo conversación (me pasó recientemente con un catedrático). Pero también puede que escribamos para entendernos a nosotros mismos. También puede que el escritor quiera llegar a otros, ayudarles, consolarles en su dolor, hacerles reír. O puede que escriba porque no encuentre ninguna otra actividad que le procure más placer. En su vejez y con un pie en el más allá Sionil dice que escribe para mostrar que ha vivido. Los libros tienen vida propia (un amigo mío escritor, que no tenía descendientes, decía que eran sus hijos. ¡Cómo se notaba que sus libros nunca fueron adolescentes!) El libro despertará emociones diversas entre sus lectores y el escritor no tendrá influencia sobre ello. El libro tendrá esa vida propia en tanto sea recordado por lo que dice. “Los escritores nunca mueren- se convierten en notas a pie de página”). Cada escritor, lo admita o no, aspira a que su arte perdure, que es una manera de perdurar él también. Los antiguos romanos lo entendían a la perfección: deja tras de ti un nombre y alcanzarás la inmortalidad (no es que me convenza mucho una inmortalidad que no podré disfrutar). Le oí una vez a un escritor colombiano que la literatura es la única arte en la que puedes triunfar después de muerto. ¿Cuántos autores notables que en su tiempo pasaron desapercibidos no han sido descubiertos después de su fallecimiento? Sionil piensa que escribir aspirando a la inmortalidad es errar el tiro. Hay que escribir para el tiempo y lugar que a uno le ha tocado vivir. El escritor es a su manera un historiador. La literatura es historia que es vivida. El escritor puede incluso revelar el alma de su pueblo. Pero Sionil es muy estricto con el uso que debe dársele a la Historia; se la puede interpretar, pero no se pueden falsear los hechos. Una de las cosas de las que más se arrepiente fue que en una novela atribuyó la parálisis del independentista filipino Apolinario Mabini a la sífilis, basándose en chismes que resultaron sin fundamento. El escritor debe escribir a partir de la realidad en la que vive e infundirle su imaginación y debe ser honesto. Como en la vida, en la escritura el carácter de los personajes determina su destino. Para crearlos, el escritor tiene que conocerlos del derecho y del revés. Los personajes tienen que responder a lo que el autor ha dicho que son. Si, por ejemplo, ha dicho que un personaje concreto es un doctor, tiene que actuar, hablar y pensar como un doctor. Sin ese nivel de detalle, el personaje no estará vivo. No sé si aquí Sionil no está pidiendo demasiado al escritor. Esa tarea se puede hacer con los tres o cuatro personajes protagonistas, pero resulta imposible hacerla con más… e incluso cuatro me parecen demasiados. La escritura es una cuestión de amor y vocación, porque de dinero… Rechaza la visión generalizada de los escritores como figuras románticas. Se les suele evaluar por su arte y no se cae en la cuenta de que son mortales como los demás, capaces de pecar, de corromperse y hasta de traicionar. ¿Qué es lo que realmente hacen los escritores? Contar historias y entretener. Pero a ellos les gusta pensar que no son simples entretenedores. Los escritores son los guardianes de la memoria y sin esa memoria no hay nación. Me gusta la combinación de realismo e idealismo con la que Sionil se acerca a los candidatos a escritores. Una profesión que rarísima vez da para vivir y donde a menudo no lleguen los reconocimientos que hubieran justificado las horas de estar sentados a la mesa escribiendo. Literatura Tags EscribirLa SolidaridadLiteratura filipinaSionil José Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 06 jul, 2024