Emilio de Miguel Calabia el 30 may, 2023 EEUU se encontró con una situación muy diferente de la que en su día se encontraron británicos y soviéticos. No había un Estado afgano ni una élite kabulí con los que trabajar. El Estado había colapsado y en lugar de élite kabulí había señores de la guerra. Después de 25 años de guerra, ya no era posible apartar a grupos enteros del reparto del poder. Cada uno quería su parte. En otras ocasiones he hablado en este blog de cómo fracasó la reconstrucción del Estado afgano y de por qué Occidente fracasó. Así que más que dar mis propias opiniones, voy a dar los motivos que aduce el antropólogo que es Barfield para el fracaso occidental: 1) A diferencias de otras ocasiones, el pueblo afgano no deseaba volver a rebelarse en contra de los nuevos ocupantes. Los señores de la guerra estaban desacreditados y los talibanes eran odiados. La población quería paz, estabilidad y una vida aceptable. EEUU no comprendió lo que estaba en juego y desaprovechó los primeros años cruciales; 2) Occidente tendía a ver Afganistán como un Estado fallido y artificial que a poco que se le dejase se fragmentaría según sus líneas de falla étnicas. No entendieron que había un sentimiento de unidad nacional. Tayikos, uzbekos, hazaras, pashtunes y demás querían seguir unidos; 3) No se valoró adecuadamente toda la disrupción que habían traído los años soviéticos ni el peso de los millones de refugiados que habían huído principalmente a Pakistán, pero también a Irán; 4) Tradicionalmente los comandantes locales habían tendido a buscar acomodos con la Administración en Kabul y con las élites kabulíes. Para 2001 el Estado había colapsado y esos señores de la guerra lo que querían era conservar sus feudos provinciales al tiempo que ocupaban posiciones de poder en Kabul. No precisamente la fórmula para crear un Estado centralizado y fuerte; 5) Lo habitual era que las potencias invasoras primero buscasen un líder con el que entenderse (casos de Shah Shuja, Yaqub, Babrak Karmal). En el caso norteamericano ocurrió al revés. Sólo pensaron en la cuestión del líder a posteriori. El elegido fue Hamid Karzai, un pashtun popalzai y durrani. Aquí la comunidad internacional sorprendentemente se atuvo a las tradiciones afganas y escogió a un líder adecuado (al menos sobre el papel): un pashtun que pertenecía a una línea tradicional con legitimidad. Aunque uzbekos y tayikos habían realizado una gran contribución al derribo de los talibanes, estas minorías solían sentir que carecían de fuerza y estabilidad para dirigir el país y preferían ceder el poder a un pashtun. Tal vez Occidente no fuera consciente de que Hamid Karzai necesitaba para afianzarse dos cosas: el patronaje de la comunidad internacional, que le proporcionase recursos para crear redes clientelares, y demostrar que era un líder fuerte. Lo primero generó muchos malentendidos con la comunidad internacional, que no entendió bien cómo funcionaban estas redes clientelares. Lo segundo nunca lo consiguió. 6) Existía una manera tradicional por parte de los afganos de resolver las cuestiones políticas, pero después de las profundas transformaciones ocurridas después de 1978, esa manera tradicional ya no funcionaba igual de bien. Sobre todo, lo más dudoso era que la centralidad de Kabul pudiera seguir manteniéndose. Las provincias querían mayores poderes. Durante los años de guerra se habían acostumbrado a disfrutar de una amplísima autonomía. En el pasado había sido una práctica habitual recurrir a líderes locales a los que se marginaba una vez que el triunfador se había hecho con el poder en Kabul. Esto que podía haber funcionado en el siglo XIX, ya no era aplicable en el XXI. Sin embargo, esto fue lo que Occidente intentó hacer sin ver que los señores de la guerra que habían contribuido a la derrota de los talibanes querían disfrutar de sus feudos independientes y llevarse una parte del pastel en Kabul. 7) Los líderes impuestos por potencias ocupantes en Afganistán han tendido a fracasar (Shah Shuja, Yaqub, Karmal). En general las potencias ocupantes elegían a líderes débiles, pero a los que veían como convenientes por lo acomodaticios que eran. Las carencias de estos líderes sólo se apreciaban una vez que se habían instalado en Kabul y habían empezado a gobernar. Hamid Karzai se revelaría como uno de estos líderes ineficaces. Para más inri, nunca se quitaría de encima el sanbenito de que estaba allí únicamente porque le habían colocado los norteamericanos de los que dependía para todo. Barfield saca a colación unas reflexiones del gran periodista y conocedor de Afganistán, Ahmad Rashid, a propósito de uno de los primeros fracasos de Karzai, la designación del gobernador de Qandahar: “La indecisión de Karzai emergió ahora por primera vez para que todos la vieran. Había esperado demasiado a que los talibanes rindieran Qandahar, cuya captura se reveló inútil porque todos los talibanes se habían escapado a Pakistán. Entonces esperó dos días más, hasta el 9 de diciembre, antes de entrar en la ciudad y verse obligado a designar a Sherzai gobernador [Sherzai tenía mejores derechos y más apoyos para ser nombrado gobernador, pero Karzai había querido nombrar a Mullah Naqibullah. Que Sherzai desafiase la elección de Karzai y ganase era una muy mala señal sobre la fortaleza de Karzai]. Fue el primero de muchos pulsos con los señores de la guerra que demasiado a menudo terminaron en un compromiso humillante o con Karzai envainándosela.” 8) Tradicionalmente Afganistán ha dependido mucho de la ayuda extranjera. Estabilizar Afganistán después de la caída de los talibanes habría requerido: 1) Despliegue de fuerzas internacionales en todas las regiones para garantizar la seguridad; 2) Inversión a gran escala en la agricultura para garantizar el nivel de vida de los campesinos que representaban la mayoría de la población. Un beneficio adicional habría sido que un campesino satisfecho es menos probable que quiera unirse a los insurgentes; 3) Restauración y ampliación de las infraestructuras del país. EEUU descuidó estos tres aspectos porque la campaña de Afganistán se concibió con objetivos cortoplacistas y no quisieron dedicarle recursos suficientes, para que no interfiriera en la guerra de Iraq, que era la operación que de verdad le importaba a la Administración Bush. Ahmad Rashid en “Descent into Chaos” relata cómo EEUU desaprovechó la ventana de oportunidad que existió entre 2002 y 2007 para haber creado un Afganistán estable y fuerte. 9) La rápida derrota de los talibanes en 2001 hizo que EEUU cayera en la complacencia. Se consideró que estaban aniquilados y que no podrían reagruparse. No se adoptaron medidas militares para impedir su regreso ni se presionó a Pakistán para que no les ofreciera santuario. Esas medidas, si se hubieran adoptado en 2002, habrían sido eficaces. Después de 2007, ya no. 10) Una pobre comprensión del modo de funcionamiento de los talibanes. Los talibanes estaban divididos, dependían de Pakistán, estaban poco enraizados en el país y pocos afganos los veían como un modelo del Afganistán que querían para el futuro. En realidad, en los primeros años de guerra no habría sido tan difícil derrotarlos definitivamente. El libro data de 2010 y su segunda edición, que es la que manejo, es de 2012. Hoy ya sabemos que las causas aducidas por Barfield acabaron llevando a la salida apresurada de las fuerzas occidentales de Afganistán y al restablecimiento del poder talibán en Afganistán. Cuando los talibanes estaban próximos a la victoria en el verano de 2021, muchos afirmaron que habían aprendido de sus errores de 1997-2001 y que nos encontraríamos con unos talibanes más flexibles y moderados. No ha sido así. Volvemos a tener un Afganistán aislado de la comunidad internacional, donde se violan regularmente los DDHH y con un gobierno que no sabe cómo gestionar un Estado del siglo XXI. Marx, siguiendo a Hegel, dijo que la Historia siempre se repite dos veces, la primera como tragedia y la segunda como farsa. Afganistán está mostrando las ironías de la Historia: los talibanes afganos están sufriendo los ataques terroristas de un grupo aún más radical que ellos, el Estado Islámico del Jorasán (bueno, desgraciadamente, quien pone los muertos es la sociedad afgana) y Pakistán está sufriendo los ataques de grupos terroristas que han encontrado santuario en Afganistán. Y luego dirán que el karma no existe. Historia Tags AfganistánAhmad RashidEEUUHamid KarzaiTalibanesThomas Barfield Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 30 may, 2023