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Un pequeño reino himaláyico (5)

Emilio de Miguel Calabia el

 

(Vista de Sikkim)

Los disturbios populares y el caos comenzaron a finales de marzo alentados por la inteligencia india. Thondup estuvo a punto de alcanzar un acuerdo con Kazi y de aceptar el principio de una persona/un voto y la elaboración de una nueva Constitución. Pero la India entre bambalinas impidió que Kazi concluyese el acuerdo. En el sur del país, donde los nepalíes eran la abrumadora mayoría, el gobierno perdió el control de la situación. El Comité de Acción Conjunta (JAC por sus siglas en inglés) que habían formado el Congreso Nacional Sikkimés y el Congreso Janata utilizó un pretexto nimio (unos disparos al aire por parte de un miembro de la familia real ante una barricada puesta por unos jóvenes del CAC en una carretera) para pedir la intervención de la India, pidiéndole que “interviniese rápida y totalmente antes de que nos masacren”.

Un diplomático fue despachado a Gangtok para convencer a Thondup de que su única opción era pedirle ayuda a la India. Thondup se mantuvo en sus trece, pero la presión de la calle seguía subiendo. El 8 de abril se rindió y firmó el documento por el que pedía que la India asumiese el control del país. El Kazi y el JAC pararon la agitación inmediatamente.

Las unidades del Ejército indio estacionadas en Sikkim se hicieron con el control de la administración del país y Delhi envió a un oficial político, B.S. Das para que sirviese como una suerte de gestor, que daría cuentas a Delhi y no a Thondup; una parte más discreta de su cometido sería apoyar a las fuerzas contrarias a Chogyal. La India no quería que Thondup volviera a estar al frente de los asuntos de Sikkim. En caso de que se resistiese, la India estaba dispuesta a hacer una prueba de fuerza.

La reacción en las capitales extranjeras fue una de incredulidad y de simpatía por Sikkim. Indira Gandhi entendió que si intervenía finalmente tendría que ponerse el manto de la legitimidad. La nueva consigna era la de evitar la confrontación. La aproximación por la que se optó fue que la India asumiría todos los poderes en Sikkim por intermedio de su jefe ejecutivo Das y Chogyal quedaría como un monarca constitucional sin poderes, cuya mera presencia bastaría para desviar las críticas internacionales contra la India.

A comienzos de mayo se firmó un acuerdo para intentar oficializar la situación. Los firmantes fueron el Secretario de Relaciones Exteriores indio Kewal Singh, Chogyal y representantes de los políticos sikkimeses. El acuerdo concedía algunos poderes limitados a los políticos sikkimeses, establecía el principio de una persona/un voto y no incluía garantías sobre la posición del Chogyal. El acuerdo y los tejemanejes que lo rodearon hicieron que cada uno viera en él lo que quiso ver: la India, que había protegido sus intereses en Sikkim, los políticos, que ahora eran quienes mandaban en Sikkim y Thondup que el acuerdo secreto previo que había firmado con los indios en abril y que le mantenía una posición, era el único que valía. No sé si alguien se dio cuenta de que en realidad la India había asumido en el país la posición que un día fue la del Raj británico.

Thondup no era tonto y sabía que todo había cambiado. Volvió a darle a la bebida. Hope se sentía tristona y lo único que le motivaba era la espera de una carta de su nuevo amante norteamericano y la perspectiva de irse con él a Nueva York cuanto antes. En mayo y junio aparecieron artículos en la prensa occidental atacándola. El Newsweek la llamó la “Maria Antonieta himaláyica” y el Time que antes la había elogiado, ahora decía que se había dedicado a reescribir la Historia para presentar Sikkim como una tierra soberana. Ambos le acusaron de haber empujado al Chogyal de haberse emperrado en perseguir el aparato de la Monarquía, implicando que Chogyal no era un verdadero rey.

Un hombre normal habría aceptado que le habían ganado la partida y que lo único que le quedaba era disfrutar de la vida. Thondup no era un hombre normal. Su siguiente movimiento fue acercarse a Nepal. Nepal era 20 veces mayor que Sikkim y su soberanía nunca había sido puesta en duda. No obstante, al igual que Sikkim estaba sufriendo los efectos de una India más intervencionista. Thondup mandó a Nepal a su hombre de confianza, el teniente de los Guardias Sikkimeses Sonam Yongda, para que sondease a los nepalíes.

Thondup también intentó aprovechar que Indira Gandhi se encontraba en dificultades para visitarla en Delhi. El encuentro además tenía un simbolismo especial: era a él y no al Kazi a quien la Primera Ministra recibía. Thondup además pensó que podría nuevamente hacer valer su larga relación con ella y con su padre. La reunión fue regular. Gandhi tenía demasiados problemas encima de la mesa como para ocuparse del diminuto Sikkim. Pero al menos le permitió a Thondup pasar su versión de los hechos a los medios.

A finales de abril de 1974 tuvieron lugar las elecciones bajo el nuevo sistema. El Kazi se alió con el Janata Congress y recibió la inapreciable ayuda de una delimitación de los distritos electorales hecha por el comisionado electoral indio que le venía como anillo al dedo. El resultado fue que el Congreso de Sikkim consiguió 31 de los 32 escaños en juego. Sólo había una lectura de los resultados: el Chogyal ya no contaba. Delhi contaba,- y consiguió- con que el Kazi sería pro-indio.

 

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