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Pakistán. Entre la mezquita y el Ejército (2)

Emilio de Miguel Calabia el

(El Embajador Haqqani)

Uno de los muchos problemas que dejó tras de sí la Partición fue la cuestión de Cachemira. Cachemira era un territorio de mayoría musulmana con un majarahá hindú. Pakistán estimaba que Cachemira debía de ser suya y se sintió estafada por la frontera trazada por Radcliffe. Pakistán optó por pasar a los hechos e incitó a elementos tribales pashtunes a los que había entrenado a que entrasen en Pakistán. Pensaban que la población musulmana de la región les ayudaría y que podrían derrotar a las débiles fuerzas del Maharajá. En ningún momento se les ocurrió pensar que la India intervendría a petición del Maharajá. El resultado del breve conflicto fue que la India se quedó con la mayor parte de la población y del territorio de Cachemira, así como con su capital Srinagar. El conflicto por Cachemira fue un anticipo de lo que traería el futuro. La noción de yihad fue utilizada para movilizar a los pashtunes. En el primer presupuesto del Pakistán independiente el 70% del gasto se destinó a las FFAA y se reforzó la inteligencia militar.

En esos primeros años Pakistán decidió que sería una potencia pro-occidental. Esgrimir la carta del anticomunismo le ayudaría a obtener ayuda norteamericana. La política de Eisenhower tras la guerra de Corea de fortalecer las FFAA de los estados de la línea del frente con el comunismo, entre los que se contaba Pakistán, reforzó la importancia de Pakistán para EEUU.

Durante la primera mitad de los cincuenta apareció un fenómeno que marcaría la Historia política de Pakistán: las luchas fratricidas entre los políticos y su incapacidad para colaborar. Esto dio un gran poder al Ejército y a los funcionarios. El general Iskander Mirza fue elegido por el Parlamento presidente de la República y el Comandante en Jefe del Ejército, el general Ayub Jan se convirtió en un muñidor político en la sombra.

El 27 de octubre el Ejército dio un golpe de estado y Ayub Jan se convirtió en presidente de la República. Para suavizar las cosas con Occidente esgrimió la amenaza comunista e hizo gala de su pro-occidentalismo. Como receta para los males del país prescribió el desarrollo económico y la ideología. Con él el Estado controló la educación y los medios.

El nuevo curriculum educativo enfatizó el Islam. La Historia de Pakistán se retrotrajo a la llegada del del Islam al Subcontinente y no a un capricho de los colonizadores británicos. Se glorificó a los conquistadores musulmanes y las relaciones entre hindúes y musulmanes se presentaron como intrínsecamente hostiles.

Ayub Jan no era un secularista, pero tampoco era un teólogo. Su visión del Islam era instrumental. Debía de servir para cohesionar el país y contribuir a la defensa y el desarrollo del mismo. El Islam serviría para la construcción nacional bajo el control de los militares. En la visión de Ayub Jan, la India era el enemigo perpetuo, el Islam el unificador nacional y EEUU el suministrador de armas y dinero.

En 1964 murió Jawaharlal Nehru, que había sido el primer ministro de la India desde la independencia. Los duros en Pakistán estimaron que era el momento adecuado para actuar en Cachemira e infiltraron elementos armados para que provocasen un levantamiento. La India respondió extendiendo la guerra al resto de la frontera. Ambos bandos se proclamaron vencedores, pero la India tenía más razones para cantar victoria.

La guerra tuvo varias consecuencias para Pakistán. Atizó el antiamericanismo, ya que Pakistán sintió que EEUU no había hecho todo lo que hubiera debido por un amigo. El Ejército recurrió a los llamamientos a la yihad para mantener la moral de los soldados y de la población. Profundizó la brecha entre Pakistán oriental y occidental; Pakistán oriental sintió que se le había dejado desprotegido. Finalmente, la guerra dejó a Ayub Jan en el peor de los mundos. EEUU dejó de confiar en él y no pudo presentar una victoria a la población.

Ayub Jan dimitió en 1969 y le sustituyó otro militar, Yahya Jan. Los partidos regionalistas se habían vuelto más incisivos y los islamistas pedían un mayor papel para el Islam en la vida pública. Una respuesta a estos desafíos habría podido ser la convocatoria de elecciones. El movimiento de reemplazo entre los dos militares se hizo al amparo de la ley marcial.

Yahya Jan accedió al poder en un momento en el que crecía la agitación en Pakistán oriental, que nunca se había sentido realmente integrado en el país y que se sentía postergado. El establishment pakistaní consideraba a la Liga Awami, el principal partido de Pakistán oriental, un caballo de Troya de la India que buscaba desmembrar el país y desoyó sus quejas, muchas de las cuales eran legítimas. Al mismo tiempo el establishment tuvo que acomodar a otro líder populista y carismático, Zulfikar Ali Bhutto, cuyo Partido del Pueblo Pakistaní (PPP) pedía reformas económicas y el alineamiento con China frente a la India.

Yahya Jan anunció que convocaría elecciones a una asamblea constituyente y después se retiraría. En su fuero interno confiaba en que la fragmentación de la clase política haría inoperante la asamblea constituyente y convencería al pueblo de la necesidad de que los militares siguiesen al frente. Yahya tenía muy clara la idea del predominio del Ejército, pero quien creó la estrategia para conseguirlo fue el general Sher Ali Jan desde su puesto de Ministro de información y asuntos nacionales. Para él la ventaja del Ejército sobre los partidos políticos era su carisma, al que contribuía el hecho de que la mayoría del pueblo le había dotado de caracteres míticos como el salvador en última instancia cuando todos los demás recursos habían fallado. Ese carisma era débil, porque se basaba en el hecho de que la inmensa mayoría de la población nunca había tenido contacto directo con el Ejército.

La condición para que el Ejército mantuviera su predominio era tener un parlamento dividido y con los partidos políticos haciéndose la guerra. Para ello, el Ejército tenía que trabajar para multiplicar el número de contendientes y repartir los pins de “patriótico” y “no patriótico”. Esto implicaba acciones tan discutibles como infiltrar los partidos de izquierda y los regionales, difundir desinformación y movilizar a los grupos religiosos contra los partidos que fuesen catalogados de “no islámicos”.

La manipulación de la sociedad iba acompañada del adoctrinamiento del Ejército. Expresiones como “la ideología de Pakistán” y “la gloria del Islam” se hicieron corrientes, así como elogiar por “la determinación, el coraje y los ideales elevados en la mejor tradición del Islam”. El Islam se utilizó como elemento legitimador del predominio del Ejército. Lo malo es que hubo quienes se lo tomaron en serio y se harían sentir en los siguientes lustros.

 

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