Emilio de Miguel Calabia el 09 jul, 2024 Husain Haqqani fue Embajador de Pakistán en EEUU y tras dejar el cargo se ha convertido en uno de los expertos más reconocidos sobre Pakistán y el papel del islamismo en Asia meridional. “Pakistan. Between Mosque and Military” tal vez sea su obra más conocida y en ella ofrece una visión histórica de cómo el Ejército y el radicalismo islámico han modelado la trayectoria política de Pakistán desde la independencia. Los musulmanes habían sido el elemento director en el imperio de los mogoles. Esto no implicaba que los hindúes estuvieran necesariamente sojuzgados como a la historiografía británica colonial le gusta aducir. Había hindúes que podían acceder a los peldaños del poder. Para finales del siglo XIX dos sentimientos dominaban a los musulmanes: 1) El pesar por haber perdido la posición de preeminencia que habían tenido durante la época mogol. Algunos como Sir Syed Ahmad Jan fundador de lo que se convertiría en la Universidad Musulmana Aligarh, entendieron que para progresar en el nuevo mundo tendrían que adquirir formación a la occidental; 2) El temor a quedar diluidos en una India hindú. El Partido del Congreso cuyo liderazgo era mayoritariamente hindú y solía tratar las preocupaciones de los musulmanes con cierta displicencia no ayudó en este sentido. La Liga musulmana Pan-India liderada por Muhammad Ali Jinnah defendía que los musulmanes indios eran una nación separada y requerían su propio Estado. Para finales de los años 30 la posición de la Liga era minoritaria. Muchos musulmanes querían seguir siendo indios y a lo más veían la petición de un Estado separado como una palanca para la defensa de sus intereses dentro de la India. Que finalmente triunfase la idea de un Estado aparte para los musulmanes se debió a dos razones: 1) La lentitud del Partido del Congreso en acomodar las inquietudes de los musulmanes y 2) la inquina que Churchill tenía al Congreso, que además cometió el error estratégico de negarse a contribuir y tratar de sabotear el esfuerzo bélico británico en la lucha contra el imperio japonés. Churchill quería castigar al Congreso y favorecer a los musulmanes que sí que habían participado con entusiasmo en la guerra. Además pensaba que el futuro Pakistán sería pro-británico. Pakistán surgió como una contradicción. Un hombre laico como era Jinnah promovió un Estado basado en la fe musulmana de sus ciudadanos, pero no islamista. Uno de los principales argumentos en favor de su creación era la protección de los musulmanes. Irónicamente Pakistán dejaba fuera a aquellas regiones en las que eran minoritarios y donde hubieran necesitado más protección. Y el colmo de los colmos: el futuro Estado constaría de dos partes a las que culturalmente sólo unía la religión que estarían separadas por 2.200 kilómetros de territorio hostil. Pakistán nació en un ambiente extraordinariamente complicado. La frontera entre los dos nuevos Estados había sido realizada por un funcionario británico, Cyril Radcliffe, que nunca antes había puesto un pie en la India, que probablemente tenía un sesgo pro-indio por influencia del indófilo virrey Mounbatten. Apenas se anunció la nueva frontera se produjo un trasiego de poblaciones entre ambos países que estuvo rodeado de violencias que se estima que causaron un millón de muertos. A diferencia de la India, Pakistán no heredó una capital, ni un gobierno, ni unos recursos financieros que le facilitaran poner en pie una Administración. Tanto es así, que Radcliffe se sintió obligado a otorgar Lahore a Pakistán y no a la India como había pensado inicialmente, para que al menos tuviera una gran ciudad. Pakistán era básicamente rural y los principales mercados para sus productos agrícolas se encontraban en la India. Y para rematar, los británicos dieron sólo 72 días a los dos nuevos países para que se prepararan para la independencia. El discurso que Jinnah dio a la Asamblea Constituyente de Pakistán el 11 de agosto de 1947 permite apreciar cómo veía el país: una morada para los musulmanes, pero en cuyo gobierno la religión no jugaría ningún papel, esto es, un Estado secular. Jinnah murió al año de la independencia, por lo que resulta difícil saber cómo habrían evolucionado sus ideas. Los políticos que le sucedieron se encontraron con un Estado apenas cohesionado (por poner un ejemplo, un punjabi del norte no tenía nada en común con un sindhi de la costa del sur) y para darle una unidad recurrieron a dos temas: la religión musulmana y el enfrentamiento con la India. Esto último permitió crear la visión de que Pakistán estaba permanentemente amenazado por su gran vecino del este. Un tercer elemento fundacional fue la orientación pro-occidental: Pakistán necesitaba aliados que pagasen su defensa y su crecimiento económico y pensó que los encontraría en Occidente. El primer paso hacia la conversión de Pakistán en un Estado islámico se dio en marzo de 1949, cuando el Primer Ministro que sucedió a Jinnah, Liaquat Ali Jan, presentó ante la Asamblea Constituyente una resolución con los principios que deberían inspirar la futura Constitución. La resolución introdujo en determinadas partes elementos que casan mal con un Estado laico. Así en su preámbulo decía que la soberanía sobre todo el universo pertenece a Allah y que ha delegado su autoridad en el Estado de Pakistán para que la ejerza “dentro de los límites prescritos por Él”. La resolución mencionaba como principios la democracia, la libertad, la igualdad y la justicia social, “según los enuncia el Islam”. La resolución presentada por Liaquat Ali Khan abrió una caja de Pandora que ya no se pudo cerrar. Los entusiastas habituales promovieron ideas de lo más peregrinas: que el árabe fuese el idioma nacional, que el bengalí adoptase el alfabeto árabe en lugar del que utilizaba de raíz sánscrita, que Pakistán atrajese a todos los países musulmanes a Islamistán, una entidad musulmana que se crearía. De estas ideas la única que quedó fue la de la formación del Congreso Mundial Musulmán para promover el panislamismo. En aquellos momentos era el nacionalismo y no el islamismo lo que causaba furor en el mundo musulmán, así que los llamamientos islámicos de Pakistán sólo calaron entre un reducido grupo de islamistas. Una de las muchas ironías de Pakistán es que tanto Ali Jan como la mayoría de los miembros de la Asamblea Constituyente eran laicos. Recurrieron al Islam porque necesitaban un cemento para una población tan heterogénea como la pakistaní. Las élites asumieron que el Islam se convertiría simplemente en una herramienta para manipular a las masas. Fue en este contexto que comenzaron a adquirir relevancia Maulana Sayyid Abul Ala Maududi y su partido Jamaat-e-Islami (Partido Islámico). Maududi buscaba una revitalización del Islam entre los profesionales de clase media y los funcionarios del Estado. Su objetivo era crear un grupo de musulmanes piadosos que no aspirasen al poder, sino que guiasen mediante su ejemplo. Maududi, tras la independencia, se volvió más ambicioso. Ahora consideraba que cabía la posibilidad de que un grupo de islamistas practicantes se hicieran con el Estado y organizasen la sociedad sobre bases islámicas que en última instancia contribuirían a extender la influencia del Islam en el mundo. El Jammat-e-Islami se aproximó a las élites y les ofreció las herramientas para crear una identidad pakistaní basada en la religión. La reacción de las élites fue variada. Muchos desconfiaban del activismo de Maududi. Varios sugirieron la creación de grupos religiosos que fueran más controlables. Y bastantes vieron cierto mérito en las ideas de Maududi, aunque no en el líder mismo. La idea de un Estado religioso tenía su atractivo, siempre que no implicase ceder el poder a los mullahs. Historia Tags Cyril RadcliffeHusain HaqqaniIslamismoJamaat-e-IslamiLiquat Ali JanMaulana Sayyid Abul Ala MaududiMuhammad Ali JinnahPakistánPartido del CongresoSir Syed Ahmad Jan Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 09 jul, 2024