Emilio de Miguel Calabia el 27 feb, 2023 Cualquiera que tenga una idea somera sobre China, habrá oído que China se ve a sí misma como el Imperio del centro, al que los países de su periferia le deben pleitesía por su superioridad cultural. Leyendo recientemente el libro “A History of Chinese Political Thought” del politólogo coreano Youngmin Kim, me di cuenta de que lo anterior sólo había sido cierto durante 700 de los 2.500 años de Historia de China. La identidad china terminó de forjarse realmente durante la dinastía Han (206 a.C.-220 d.C.). Fue entonces cuando surgió el concepto de la “eflorescencia central”, que oponía al Imperio del centro concebido como un espacio culturalmente superior a los pueblos bárbaros que lo rodeaban. En aquellos momentos, el espacio exterior preponderante en el pensamiento chino era el norte, donde residían tribus nómadas que amenazaban regularmente al Imperio del centro. Pero, ¿qué lectura cabe hacer de este concepto? ¿Era ante todo espacial y definía un territorio específico que era aquél en el que dominaba la cultura china, identificado entonces con la cuenca del río Amarillo? ¿Era un concepto primordialmente étnico, que se refería a la etnia han? ¿O se trataba de un concepto eminentemente cultural, que aludía a una serie de características culturales que definían lo que suponía ser chino y marcaba la diferencia con los no-chinos? Estas tres aproximaciones son distintas y responden a los intereses particulares de quienes esgrimen uno u otro; pero también las tres concepciones están interrelacionadas. La dinastía Qin, la que unificó China en el 221 a.C., fue la primera entidad política china que se planteó en serio la expansión hacia regiones alejadas del núcleo socio-cultural de China, aunque a menudo esa expansión se limitase al establecimiento de guarniciones militares. La dinastía Han desarrolló herramientas de expansión más sofisticadas, que retomarían todas las dinastías posteriores: la promoción de la emigración han hacia las regiones que se querían incorporar; allá donde lo anterior no era posible, se optaba por permitir que las poblaciones indígenas gozasen de una amplia autonomía para gestionar sus asuntos propios, siempre que reconociesen su dependencia del Imperio del centro. El sistema favorecía a las élites locales que veían su poder asegurado y reforzado por el reconocimiento de sus títulos por la corte imperial. Generalmente esa etapa de amplia autonomía era sólo el primer paso hacia la plena incorporación y sinización de esas comunidades. Igual que el Imperio romano con su ejemplo y su expansión impulsó la creación de grandes confederaciones tribales más allá del Rhin y del Danubio, la expansión qin provocó la emergencia del imperio xiongnu en el 209 a.C. El imperio xiongnu era muy diferente de las formaciones tribales poco estructuradas a las que los chinos estaban acostumbrados a enfrentarse. Su poder militar era tan grande que fue capaz de convertir al imperio Han en un Estado tributario en la práctica tras su victoria aplastante en Pingcheng (201 a.C.). De pronto el Imperio del centro se encontró viviendo en un mundo bipolar, con una frontera claramente definida y donde, encima, el Imperio del centro no era el preponderante. En la nueva concepción, el Imperio del centro hubo de ser definido espacial, cultural y políticamente. Espacialmente, el Imperio del centro eran los territorios al sur de la Gran Muralla. Culturalmente, el imperio xiongnu era el territorio del arco y las flechas y el han el de los sombreros y las fajas. Políticamente, el Imperio del centro era el territorio donde se respetaban las órdenes del emperador. Es decir, la confrontación con el imperio xiongnu obligó a definir claramente lo que era el Estado chino y llevó al desarrollo de estructuras estatales más fuertes. A la larga los han acabarían derrotando a los han gracias a su superiorioridad económica y mayor capacidad para acumular recursos. Los siglos que siguieron a la caída del imperio xiongnu en el siglo I d.C. vieron la llegada a China de pueblos de las estepas y una cierta difusión de la cultura china en los territorios del norte. La dinastía Tang, a cuya fundación en 618 contribuyeron en buena medida elementos no-han, se encontró con el desafío de gobernar poblaciones de una heterogeneidad nunca antes vista en el espacio chino e integrar a los elementos no-han. Su idea fue promover un cosmopolitismo chino, que se manifiesta en expresiones tales como “los bárbaros del norte y del sur constituyen una familia”, “una miriada de Estados viene a nuestro jardín” o “los chinos y los bárbaros constituyen una gran unidad”. Esto implicaba un mayor peso para el Emperador, que era en última instancia quien garantizaba la cohesión y unidad del imperio. La rebelión de An Lushan (755-763) marcó el inicio de la decadencia de los Tang. Originalmente el gobierno Tang había nutrido la corte con familias aristocráticas que tenían su base de poder regional y servían para vincular el centro con la periferia. Cuando en el siglo VIII el poder del centro declinó, la corte designó gobernadores militares con una gran autonomía para que defendieran la frontera. Una decisión de alcance fue la adoptada en 747 de que sólo los militares no-han pudieran ocupar esos cargos. El objetivo era impedir que cortesanos han ambiciosos pudieran disponer de poder militar en las provincias y convertirse en competidores para el emperador. El efecto de la medida, que hubiera debido anticiparse, fue que los nuevos gobernadores militares acumularon poder en sus respectivas regiones y se convirtieron en reyes de facto, mientras que la corte perdía control sobre las provincias y sus recursos. El proceso de descomposición de la dinastía Tang recuerda en parte a la descomposición del Imperio romano de Occidente. Consideraciones militares y demográficas forzaron a los emperadores romanos a otorgar tierras a los bárbaros a cambio de su fuerza militar y su supuesta sumisión a Roma. Cada otorgamiento de tierras no hacía sino debilitar más al emperador. En 907 la dinastía Tang cayó y fue sustituida por varios reinos. No sería hasta 960 que la nueva dinastía Song daría algo de unidad a China. Los Song no llegaron a controlar todo el territorio anteriormente gobernado por los Tang y estaban rodeados por poderosos enemigos bárbaros; de hecho posiblemente sean la dinastía menos poderosa de la Historia de China. Los Song se encontraron en la práctica siendo parte de una constelación de Estados sobre la que no podían imponer su superioridad y su centralidad. Tal vez sea la vez que una dinastía china haya experimentado más una situación parecida a la europea durante la mayor parte de su Historia, con una constelación de Estados, en la que ninguno puede proclamarse soberano sobre los demás. En 1126 los jurchen, un pueblo de lengua tungús, conquistaron la parte norte de los territorios de los song, que tuvieron que trasladar su capital al sur, a Lin’an (la actual Hangzhou) y aceptar un cierto grado de sometimiento político a los jurchen. Las élites de los song del sur, conscientes de su debilidad, prefirieron no luchar para recuperar los territorios perdidos del norte y privilegiaron la diplomacia sobre la fuerza en sus relaciones con sus vecinos. Los song del sur marcaron un punto de inflexión en la Historia de China en varios sentidos: 1) China perdió el cosmopolitismo de la época de los Tang y se cerró a las influencias de Asia central; 2) Comenzó su expansión hacia el sur, trasladando allí el centro de gravedad de la civilización china; 3) La nueva coyuntura geopolítica en la que se encontraron obligó a redefinir la sinidad. Dado que una parte importante del territorio tradicional chino estaba en manos de los jurchen y no había esperanzas de recuperarlo, la sinidad se redefinió sobre la base de factores culturales y no territoriales o étnicos. A comienzos del siglo XIII los mongoles dirigidos por Gengis Jan iniciaron su expansión, que les llevaría a crear el mayor imperio terrestre de la Historia de la Humanidad en cuanto a extensión. En 1279 Kublai Jan, el nieto de Gengis Jan, conquistó a los song del sur y estableció la dinastía Yuan. La dinastía yuan (1279-1368) es una anomalía en la Historia de China. Por primera y última vez en su Historia, China se vio englobada en otra entidad política, el imperio mongol, cuya perspectiva era euroasiática. A diferencia de otros invasores, los mongoles hicieron poco esfuerzo por asimilarse culturalmente. Posiblemente su visión fuese demasiado ecuménica como para limitarse al espacio chino. Los yuan institucionalizaron la separación entre los cuatro componentes étnicos que reconocieron (los mongoles, los originarios de Asia central, los chinos del norte y los chinos del sur). Otra peculiaridad de los yuan es que ejercieron un control mucho más directo sobre los vecinos Estados vasallos que el que ejercerían posteriormente los Ming y los Qing. La idea que tenemos de China como el Imperio del centro y de su sistema tributario, que sería el paradigma de relaciones internacionales prevaleciente con las dinastías Ming y Qing, fue popularizada por el gran sinólogo norteamericano John King Fairbank en “The Chinese World Order” de 1968. Fairbank defiende que la base del sistema era la identificación de lo chino con la cultura. Esta cultura era superior a la del mundo de los bárbaros, los cuales se sentían irremediablemente atraídos hacia la civilización china. El vasallaje que China esperaba de los demás Estados significaba el reconocimiento de la superioridad cultural china. Los Estados vasallos mandaban misiones con tributos consistentes en artículos valiosos producidos en sus tierras como prueba de su sumisión y que iban acompañadas de misiones comerciales. El emperador chino respondía con presentes. En el espacio chino se daban una cierta integración económica y cultural y ambas partes se beneficiaban del sistema. Ello hacía que China pudiera mantener este sistema sin necesidad de recurrir a la coerción militar. En todo caso, hay autores contemporáneos que discrepan en parte del esquema de Fairbank. Estos afirman que durante la dinastía Qing sólo tres Estados habrían respondido al esquema de vasallaje delineado por Fairbank: Corea, Vietnam y las Ryukyu; éstas últimas eran al mismo tiempo tributarias de Japón. En contra del paradigma de Fairbank habría habido más misiones comerciales que las que acompañaban a las misiones tributarias y consideraciones de realpolitik habrían influido en las acciones de los vecinos de China tanto o más que la influencia cultural. Como quiera que sea, sería conveniente recalibrar un tanto el modelo de Fairbank, que ofrece una visión esclarecedora pero tal vez no completamente exacta. Las últimas décadas de la dinastía Qing hicieron que cada fuese más difícil mantener la ficcion de la supremacía china. El momento determinante fue la derrota que sufrió el Imperio en la guerra sino-japonesa de 1894-95. Ser derrotado por otro Estado asiático, algo que no había ocurrido desde 1279, supuso un shock para China. Fue el primer paso hacia su forzosa integración en un sistema de relaciones internacionales no modelado por ella, sino por Occidente. Historia Tags ChinaDinastía HanDinastía QinDinastía QingDinastía SongDinastía Song del surDinastía TangDinastía YuanImperio xiongnuJohn King FairbankJurchenMongolesRebelión de An LushanYoungmin Kim Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 27 feb, 2023