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La concepción tailandesa de las relaciones internacionales (y 8)

Emilio de Miguel Calabia el

Poco después del final de la II Guerra Mundial la cuestión geopolítica del momento era el enfrentamiento entre el denominado mundo libre y el bloque comunista. Tailandia, que siempre ha tendido más al conservadurismo, se incardinó con firmeza en el bloque pro-occidental y con su habitual habilidad supo sacar réditos de ese posicionamiento. Uno de esos réditos fue que la SEATO (Organización del Tratado del Sudeste Asiático, una suerte de OTAN de dicha región) estableció su sede en Bangkok. Esto no impidió que Tailandia asistiese a la Conferencia de Bandung, en la que se creó el Movimiento de los No Alineados. ¡Ah, el eterno equilibrismo de Tailandia!

1967 sería un año clave para la política exterior tailandesa. Fue el año en el que se creó ASEAN, uno de cuyos grandes impulsores fue el Ministro de AAEE tailandés Thanat Khoman. ASEAN se creó en un momento geopolítico muy complicado en la región. Dos años antes había habido un oscuro intento de golpe de estado pro-comunista en Indonesia, cuyo fracaso llevó a la masacre de un millón de comunistas y simpatizantes en Indonesia y al reemplazo de Sukarno por el más pragmático Suharto. Ese mismo año Singapur abandonó (o más bien fue invitado a irse) la Federación Malasia. La guerra de Vietnam escaló y EEUU comenzó su malhadada intervención militar. Finalmente fue el año en el que comenzó la insurgencia del Partido Comunista de Tailandia.

ASEAN nació como la alianza de cinco naciones capitalistas y pro-occidentales, que buscaban traer la paz, la estabilidad y el desarrollo económico a la región en un contexto en el que el comunismo se presentaba como una amenaza que podía acabar devorándolos a todos. ASEAN cumplió con sus objetivos. Los países del Sudeste Asiático comenzaron a ejercer una influencia real sobre su propio vecindario y crearon una arquitectura regional que permitiría el diálogo entre los grandes poderes extrarregionales y la gestión de sus enfrentamientos. El saber manipular a los grandes poderes no es algo exclusivo de Tailandia. Yo diría que es una característica regional.

Como actor internacional ASEAN alcanzó la mayoría de edad con la crisis camboyana de los años ochenta. La invasión vietnamita de Camboya, aunque hubiera sido para derrocar a un régimen horrendo como el de los khmeres rojos, fue vista por los Estados de ASEAN como una amenaza. ASEAN supo mantener un frente unido y relacionarse con las grandes potencias involucradas en el dossier camboyano. En esta acción una parte importante del liderazgo le correspondió a Tailandia.

Mientras que a finales de los noventa Tailandia era una fuerza activa en ASEAN, ejercía un poder moral como una de las tres democracias de la Asociación y era el país que todos los mandatarios de gira por la región querían visitar, desde 2006 Tailandia ha mantenido un perfil internacional bajo o muy bajo. Absorbida por su propia problemática interna, ha renunciado a ejercer un papel influyente no solo a nivel global, sino también dentro de ASEAN.

Resumiendo esta serie, diría que la característica que más se atribuye a la política exterior tailandesa es la de ser flexible como el bambú y su concomitante que es el oportunismo. La flexibilidad puede ser una herramienta muy útil en manos de un gobernante, especialmente cuando se encuentra en una situación en la que el juego entre las grandes potencias le deja poco margen de maniobra. Pero la flexibilidad es un peligro cuando se la utiliza como el recurso por defecto, cuando se recurre a ella en cualesquiera circunstancias. Tailandia ha vivido los dos casos y no hará falta que insista en que la flexibilidad por la mera flexibilidad no siempre es lo más adecuado para defender los intereses. Sobre todo, es muy difícil ser proactivo cuando uno es demasiado flexible.

Otros rasgos de la concepción tailandesa de las relaciones internacionales que destacaría son: 1) El afán por estar en todos los foros; 2) Les interesa el multilateralismo, pero en los foros internacionales tienden a la pasividad. El argumento,- válido por otra parte-, es que sólo les gusta intervenir si tienen algo que aportar (si otros países siguieran este principio, las reuniones internacionales se abreviarían significativamente); 3) Un instinto muy fino para detectar las realidades de poder y para saber maniobrar entre las grandes potencias; 4) La idea, que procede de la caída de Ayutthaya, de la importancia de que los tailandeses estén unidos.

 

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