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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

La anarquía india y sus protagonistas (1)

Emilio de Miguel Calabia el

El 1 enero de 1757 la Compañía de las Indias Orientales inglesa era una compañía mercantil que se encontraba en serios problemas. Su principal factoría, Calcuta, había sido conquistada y saqueada por el nabab (gobernador) de Bengala, Siraj ud-Daula. La segunda de sus grandes factorías, Madrás en la costa de Coromandel, esperaba que en cualquier momento llegase una flota francesa para atacarles. Únicamente en la tercera gran factoría, Bombay, la situación se mantenía tranquila. 50 años después, el 1 de enero de 1807, la Compañía era la potencia hegemónica en la India. Tenía un ejército de 155.000 hombres entrenados a la europea y dominaba toda Bengala y buena parte del Hindustán y del Deccan.

William Dalrymple cuenta esta historia en “La Anarquía. El ascenso imparable de la Compañía de las Indias Orientales”. Como todos los libros de Dalrymple, es excelente y sobresale en su descripción de los principales actores del período. Leyéndolo, me he puesto a pensar en el viejo debate sobre si la Historia la hacen los individuos o si es producto de fuerzas ciegas que los hombres no controlan, a la manera del Napoleón de Tolstoi en Borodino. Digresión: Tolstoi pensaba que en una batalla tan pronto se dispara la primera bala, se desencadenan fuerzas ciegas que los generales de los Ejércitos dejan de poder controlar. ¿Qué hizo entonces Napoleón en Borodino según Tolstoi? Recorrer el campo de batalla montado en su corcel, haciendo de Napoleón.

La historia del ascenso de la Compañía comienza con un hombre, Robert Clive. De niño Clive fue violento, pendenciero y asocial, rasgos que apenas se suavizarían en su edad madura. Era impetuoso y arrojado y carecía de brújula moral. También era dado a estados depresivos ocasionalmente.

El 2 de enero de 1757 Clive, con una fuerza de marines, recuperó Calcuta. El gobernador bengalí de la plaza, atemorizado por la osadía de Clive, abandonó Calcuta sin casi dar batalla. Al día siguiente Clive declaró la guerra al nabab de Bengala, Siraj ud-Daula, y pasó inmediatamente a la ofensiva. Siraj ud-Daula reunió un ejército de 60.000 hombres y marchó hacia Calcuta. La madrugada del 5 de febrero Clive montó un ataque nocturno contra el campamento de Siraj. Perdió 150 hombres, pero infligió diez veces ese número de pérdidas al ejército bengalí y a punto estuvo de capturar a Siraj. Siraj, aterrorizado por el ataque, se avino a firmar el 9 de febrero el Tratado de Alinagar con la Compañía, a la que concedió la mayoría de sus demandas.

Dudo que tanto Clive como Siraj pensasen que el Tratado duraría. Siraj era traicionero y tenía muchos dobleces; Clive… pues también. Más allá de la desconfianza, los ingleses querían revancha por la conquista de Calcuta.

Siraj era un gobernante cruel y caprichoso, que en menos de un año de gobierno había conseguido alienarse a sus comandantes y, peor aún, a sus banqueros. Los enemigos de Siraj llevaban meses conspirando. Dos intentonas previas de apoyar a posibles sucesores habían fracasado. La victoria de Clive contra Siraj les llevó a dirigirse a los ingleses para pedirles ayuda.

Las negociaciones entre Clive y los conspiradores darían para muchas páginas. Baste decir que Clive se comportó de una manera deshonesta incluso para los laxos criterios de la Compañía. El plan final que se acordó fue que Clive marcharía con un ejército contra el nabab. Cuando sus tropas y las del nabab chocasen, el principal general del nabab, Mir Jafar, se comprometía a que los hombres a su mando se mantendrían al margen y no participarían en la batalla. Aquí podemos darnos cuenta de la osadía de Clive: iba a adentarse en terreno enemigo y enfrentarse a un ejército que le decuplicaba en tamaño, basado en la promesa de un general traicionero, del que no se fiaba. La jugada al final le salió bien. Mir Jafar cumplió su parte del trato. Clive ganó la batalla y a partir de ese momento los ingleses se encontraron en posición de comenzar a esquilmar Bengala, la parte más rica de la India.

Podemos preguntarnos cómo se habrían desarrollado los acontecimientos con otros protagonistas. Antes de hacerlo, es preciso decir cuál era la coyuntura. En la década anterior, franceses e ingleses, que se estaban disputando la costa de Coromandel, habían comenzado a intervenir en la política local aprovechando que sus ejércitos entrenados a la europea y bien disciplinados eran casi invencibles en el campo de batalla frente a ejércitos indios indisciplinados y de moral quebradiza, que utilizaban tácticas anticuadas. Ingleses y franceses empezaron alquilando sus ejércitos a gobernantes indios que los necesitaban y acabaron utilizándolos como palancas para adquirir poder e influencia.

Sin la ventaja de una tecnología militar superior, es muy dudoso que Clive hubiera podido conseguir sus éxitos frente a las fuerzas bengalíes. Punto a favor de las corrientes de la Historia. Sin embargo, un líder inglés menos intrépido que Clive, probablemente se habría conformado con recuperar Calcuta mediante negociaciones tras su conquista por Siraj ud-daula y, desde luego, no habría emprendido las osadas campañas militares que emprendió Clive. En todo caso, sin Clive, los ingleses habrían podido respetar el Tratado de Alinagar.

Pienso que a la larga los ingleses hubieran intentado en todo caso expandirse territorialmente y pasar de ser una compañía mercantil a convertirse en un poder territorial soberano. Clive aceleró el proceso y a lo mejor, al acelerarlo, permitió que tuviese éxito. Si Bengala hubiera dispuesto de dos décadas extras y un soberano más preclaro que Siraj, habría podido embarcarse en la política de modernización de sus fuerzas armadas, como hicieron marathas y mysores y tal vez habría podido resistir a los británicos.

El resumen sería un empate entre Historia e individuo, aunque en la tanda de penalties creo que ganaría la tesis de la influencia del individuo sobre la Historia.

 

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