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Hermanos enemigos (y 6)

Emilio de Miguel Calabia el

(El cartel dice “Amistad por siempre”. Habría sido más adecuado: “Amistad hasta 1969”)

1960 fue el año en el que los desacuerdos entre ambas potencias salieron finalmente a la luz. Del 20 al 25 de junio se convocó en Bucarest una Conferencia de Representantes de Partidos Comunistas y Obreros a instancia del PCUS. Jrushchov trató en ella de obtener una condena inequívoca al PCCh. Los resultados fueron los opuestos. Albania, a la que también rechinaban la condena del estalinismo y del culto a la personalidad, se alineó con China, que en lo sucesivo le proporcionaría la ayuda que la URSS le había retirado. Vietnam y Corea del Norte, demasiado próximas a ambas como para tomar partido, optaron por la abstención. Aunque la abrumadora mayoría se hubiese situado del lado de Jrushchov, la victoria había sido algo menos que completa.

La URSS ese año retiró a los cerca de 1.500 técnicos que tenía desplegados en China y canceló la cooperación chino-soviética en el campo nuclear. Los motivos fueron dos: 1) Apaciguar a EEUU con quienes se querían mejorar las relaciones; 2) La desconfianza ante un Mao Zedong que hablaba con una enorme ligereza sobre una potencial guerra nuclear.

El profesor Enrico Fardella ha mostrado cómo parte de las críticas a Jrushchov y a su pensamiento han de ser vistas desde una óptica doméstica china. Por aquellos años, se estaba produciendo una pugna en el seno del PCCh sobre el Gran Salto Adelante y sus consecuencias. Una estrategia defensiva de Mao fue acusar a sus críticos más moderados de revisionistas y de estar de parte de Jrushchov frente a la vía fetén, que era la suya.

La crisis de los misiles de Cuba ofreció otra ocasión a China para atacar a la política exterior de Jrushchov y llamarle cobarde por haber retirado los misiles de la isla. La lectura que hizo es que los soviéticos se habían vuelto acomodaticios y blandengues. Desde la seguridad de su posición en Europa, no deseaban asumir riesgos para derribar el sistema capitalista. Al hacer esto, estaban impidiendo que la revolución triunfase en los países recientemente descolonizados. El corolario es que la URSS no estaba en condiciones para liderar el mundo comunista.

Entre el 6 y el 20 julio de 1963 soviéticos y chinos se reunieron en Moscú para tratar sobre sus diferencias y estudiar maneras de reparar la brecha que se había abierto. La iniciativa de la reunión vino de la URSS para la que la unidad monolítica del bloque comunista era un dogma de fe. La reunión fue un desastre sin paliativos. La mala sangre y los ataques entrecruzados de los últimos años hacían que la relación fuera irrecuperable. Y aun sin esa mala sangre y esos ataques entrecruzados, las diferencias ideológicas eran demasiado fuertes. Lo peor es que esta vez ya no se pudo poner la sordina y finalmente la división sino-soviética saltó a la luz para entusiasmo, entre otros, de los norteamericanos.

La visión simplista de Jrushchov sobre lo que había sucedido es que todo había sido una cuestión de nacionalismo y egoísmo chinos. China había querido ser el primer violín de la orquesta y no se había dado cuenta de que esas cuestiones no se deciden votando, sino que vienen determinadas por el estatus y el reconocimiento de los pares y China no tenía ni uno, ni otro. La interpretación de las palabras de Jrushchov estaba clara: sólo la URSS tenía lo que había que tener para liderar el campo comunista.

Otro elemento divisivo que sucedió en esos días, fueron las negociaciones entre EEUU, el Reino Unido y la URSS para la conclusión de un tratado de prohibición de ensayos nucleares, tratado que se concluiría el 25 de julio. China, que estaba tratando de desarrollar su propia bomba nuclear, vivió ese acuerdo como una traición y un intento de Moscú de congelar el programa nuclear chino. Creo que tenía razón en ambas apreciaciones.

Durante sus últimos meses en el poder, uno de los grandes designios de de Jrushchov sería organizar una gran reunión de todos los partidos comunistas y obreros para cerrar filas y condenar la línea disidente china. China no sólo planteaba un problema porque intentaba competir con la URSS por el liderazgo delobloque comunista. Casi peor era que sus tesis resultaban atractivas a más de uno en el mundo comunista. La idea de que alguien quisiera arrebatarles la antorcha de la interpretación correcta del marxismo-leninismo, ponía de los nervios a los soviéticos.

La caída de Jrushchov y el ascenso de Brezhnev no trajo cambios a las relaciones bilaterales. Lo que les separaba era estructural, no algo coyuntural que pudiera resolver un simple cambio de líderes. Si acaso, con Brezhnev la división chino-soviética se hizo ya intratable. Brezhnev consideraba que la URSS ya iba en camino de efectuar la transición a un socialismo desarrollado, lo que la colocaba a años luz por encima de China. Asimismo, la URSS se veía como par de EEUU y con el derecho a modelar el orden internacional. En comparación China era un Estado de segunda, poco relevante en la configuración del orden mundial. En aquellos momentos, Mao estaba calentando motores para lanzar la Revolución Cultural y no tenía tiempo para peleas con la URSS.

La Primavera de Praga de 1968 representó una llamada de atención al bloque comunista. Los mensajes se captan mejor con tanques y en este caso el mensaje era inequívoco: los países del bloque soviético tenían una soberanía limitada y la URSS y los demás miembros del bloque estaban autorizados a intervenir si el Estado culpable con sus acciones afectaba a los intereses colectivos.

Envueltas en su propia y autodestructiva Revolución Cultural, las autoridades chinas sobrerreaccionaron, pero no se les puede culpar por ello. Habían tenido problemas fronterizos con la URSS en Xinjiang pocos años antes y no podía descartarse que China fuese el siguiente objetivo soviético. De pronto el “imperialismo socialista” (expresión de Zhou Enlai) se revelaba más amenazante que el imperialismo norteamericano. Los soviéticos hicieron un intento de apaciguar a los chinos, pero después de tantos años de desencuentros y con la paranoia que reinaba en Pekín resultó imposible. Los soviéticos se mostraron singularmente incapaces de entender que los chinos tenían razones fundadas para estar asustados y más dada la disparidad entre ambas fuerzas armadas.

En marzo de 1969, años de malentendidos y paranoias estallaron en un conflicto fronterizo, provocado por China, sospecho que porque se sentía amenazada con razón o sin ella. El conflicto tuvo baja intensidad y duró seis meses. No he encontrado cifras verosímiles, pero mi apuesta es que no hubo más de 200 bajas por cada lado. Lo trascendental del conflicto en sí fue las relaciones entre la URSS y China quedaron dañadas para los siguientes 15 años y que fue el punto de inflexión que llevaría a que tres años después se produjera el acercamiento entre China y EEUU.

 

 

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