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Hacia la guerra (7)

Emilio de Miguel Calabia el

El 1 de noviembre se celebró una Conferencia Imperial a ver si de una puñetera vez decidían qué hacer. Tojo presentó tres propuestas: 1) Aceptar que Japón debía eludir la guerra y pasar por un período de penalidades, que incluiría seguramente el abandono de China; 2) La guerra inmediata; 3) Conducir en paralelo los preparativos bélicos y las negociaciones diplomáticas.

Irónicamente, Tojo, que tantas veces había boicoteado a Konoye, deseaba la opción tercera. Sin embargo, se encontró con una fortísima oposición de los planificadores militares. Éstos veían el mundo por el agujerito de sus planes y desde ese punto de vista cualquier dilación podía ser nefasta. Por su parte, el Ministro de Marina vio la ocasión para llevar el agua a su molino: pidió que se aumentase la cantidad de acero destinada a la Armada, si se quería que apoyase la guerra. Obtuvo lo que quería y se colocó junto a los que favorecía la segunda de las opciones.

Con mucho esfuerzo Tojo y Togo consiguieron que se llegase al siguiente acuerdo: hasta la medianoche del 30 de noviembre se negociaría, mientras seguían los preparativos militares. Si para ese momento no se había conseguido un acuerdo, cinco días después se desencadenarían las hostilidades.

Con los preparativos militares tan avanzados y el Ejército y la Armada tan dispuestos a combatir, la única esperanza que les quedaba a Tojo y a Togo es que les permitiesen ofrecer a EEUU unos términos lo suficientemente generosos como para que éstos se avinieran. Albergar esa esperanza era no conocer bien a los militares japoneses, pero Togo era tenaz y osado y presentó dos paquetes de propuestas. En la Propuesta A, Japón aceptaba retirar todas sus tropas de China para 1966. En la Propuesta B, a presentar si EEUU rechazaba la anterior, Japón se comprometía a no emprender más movimientos agresivos y a retirar sus tropas de Indochina tan pronto se hubiese resuelto la cuestión de China o hubiese paz generalizada en el Pacífico. Mientras tanto, Japón concentraría todas sus tropas en el norte de Indochina para mostrar sus buenas intenciones y EEUU le recompensaría vendiéndole un millón de toneladas de combustible para aviones. Adviértase que la Propuesta B, algo más presentable, no tocaba el tema clave de China.

Ambas propuestas eran insuficientes y EEUU sin duda pediría más, pero los militares japoneses no lo vieron así. Les pareció que se hacían demasiadas concesiones. Intentaron aguar la Propuesta B y si salió adelante al final fue porque Togo amenazó con dimitir. Su dimisión hubiera implicado volver a pasar por todo el complicado proceso de formación de un nuevo gobierno y nadie quería eso. La victoria de Togo tuvo algo de pírrica. Él mismo reconocía que la Propuesta B sólo tenía un 10% de posibilidades de éxito y yo pienso que estaba siendo demasiado optimista.

Tojo y Togo estaban jugando contra el tiempo. Los planificadores militares estaban ultimando los detalles del ataque a Pearl Harbour y la estrategia a seguir en los primeros meses de la guerra estaba ya delineada. El ataque a Pearl Harbour iría acompañado de un ataque contra Malasia y Filipinas, que luego continuaría hasta las Indias Orientales holandesas. En un espacio de tiempo de entre cuatro y ocho meses Japón se habría hecho con los recursos naturales del Sudeste Asiático y había conseguido el predominio en el Pacífico Occidental, construyendo un bastión inatacable por EEUU. Al mismo tiempo habría conseguido contarle los abastecimientos a Chiang Khai-shek. Para rematar, los alemanes habrían conseguido grandes éxitos contra Gran Bretaña y contra la URSS y habrían forzado a EEUU a involucrarse en la guerra europea, con lo que se verían entorpecidos para actuar en el Pacífico. Adviértase que los planificadores japoneses sólo estaban pensando en los escenarios más halagüeños. A la hora de la verdad su avance en los primeros seis meses de la guerra cumplió con los objetivos previstos al 100%, pero fallaron algunos datos de sus cálculos: Alemania no derrotó a la URSS ni estuvo en condiciones de poner en serios aprietos a los británicos tras el inicio de la Operación Barbarroja; EEUU demostró que sí que podía combatir en Europa y en el frente pacífico al mismo tiempo; los suministros a Chiang Kai-shek nunca llegaron a interrumpirse por completo.

Aun así, a mediados de noviembre aún hubo alguna oportunidad para la paz. EEUU rechazó la Propuesta A. Cuando recibió la B, el Presidente Roosevelt la vio con simpatía. Para Roosevelt la prioridad era la Alemania nazi, no Japón, y aún pensaba que la guerra en el Pacífico era evitable. Pero a esas alturas jugaban ya demasiados factores en contra de una solución pacífica: los Departamentos de Estado y de la Guerra eran claramente belicistas; la inteligencia norteamericana seguía decodificando mensajes que indicaban que Japón estaba preparándose para la guerra. Los norteamericanos tomaron esos mensajes como un signo de la duplicidad japonesa; no se dieron cuenta de que eran el resultado de lo caótico que era el proceso de toma de decisiones. Finalmente, China, por razones obvias, estaba en contra del apaciguamiento entre EEUU y Japón y el Reino Unido, los Países Bajos y Australia no mostraban mucho más entusiasmo.

La respuesta de Hull a la propuesta japonesa fue decepcionante. Aunque al principio había mostrado mejor disposición, al final la presión de chinos, británicos y australianos, más su propio rechazo a los japoneses, le llevaron a formular una contrapropuesta inaceptable. Tampoco ayudó que los norteamericanos hubieran recibido informaciones de que un convoy japonés transportando 50.000 soldados había sido avistado al sur de Taiwán. Con su afán de llevar en paralelo los preparativos bélicos y las negociaciones bélicas, los militares japoneses habían vuelto a poner palos en las ruedas a los diplomáticos.

La contrapropuesta de Hull comprendía los siguientes puntos: retirada de las tropas japonesas de China y de Indochina; Japón renunciaría a sus derechos de extraterritorialidad en China; no reconocería a otro gobierno que el de Chiang Kai-shek; salida del Pacto Tripartito. A cambio EEUU descongelaría los haberes japoneses y trabajaría para la firma de un nuevo acuerdo comercial. Hull nunca pensó que su contrapropuesta sería aceptada y, efectivamente, no lo fue. Irónicamente una de las cosas que ayudó a que no fuese aceptada fue una mala traducción, fruto también de una redacción apresurada: los japoneses interpretaron que Hull les pedía que se retiraran de toda China, incluida Manchuria. Hull no había pedido esto último. Sin ese error de interpretación tal vez Togo habría podido convencer a las FFAA de que continuaran negociando. Ese error lo hizo imposible.

El Ejército recibió con júbilo la respuesta de Hull. Confirmaba su opinión de que la diplomacia era inútil. Tojo entendió que no le quedaba otro remedio más que la guerra y el propio Togo se dio cuenta de que la diplomacia ya no daba más de sí.

El 1 de diciembre se celebró una Conferencia Imperial. El Emperador seguía con importantes recelos sobre la guerra. Se había llegado a un momento en el que sólo una decisión del Emperador podía frenar a la flota que se dirigía ya a atacar Pearl Harbour, y puede que ni él hubiera podido ya frenarla.

En la Conferencia se pasó revista a cómo habían transcurrido las negociaciones con EEUU hasta que se había llegado a un callejón sin salida. Los jefes militares explicaron que los preparativos militares estaban ultimados. Hara, hablando en nombre del Emperador, reconoció que la guerra era inevitable y exhortó al gobierno a que tratase de encontrar un arreglo en sus primeras etapas, para evitar que se prolongase.

Y así, Japón acabó comenzando una guerra que realmente casi nadie quería.

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