ABC
| Registro
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizABC
Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

Hacia la guerra (4)

Emilio de Miguel Calabia el

Las conversaciones con EEUU llegaron a un punto muerto el 21 de junio, cuando los norteamericanos hicieron saber a los japoneses una de sus condiciones, que Japón abandonase el Pacto Tripartito, y rechazaron la petición japonesa de mantener tropas en el norte de China para ayudar a los chinos nacionalistas en la lucha contra los comunistas. Al día siguiente Alemania invadió la URSS y el panorama geoestratégico de los japoneses dio un giro total.

El impetuoso Matsuoka propuso inmediatamente que se atacase a la URSS para estar presentes en el reparto de despojos cuando fuese derrotada. La Armada se negó en redondo. Apenas tenía recursos para la expansión hacia el sur que se estaba preparando, como para pensar en meterse en un berenjenal en el norte. Aparte de que las operaciones contra la URSS serían básicamente terrestres, con lo que la mayor parte de los recursos irían para el Ejército. El Ejército, por su parte, no veía con tan malos ojos un ataque contra la URSS. De hecho el Estado Mayor tenía planes de atacar si Moscú caía antes del final de agosto. No obstante, Tojo tenía sus reservas: temía que si Japón atacaba a la URSS, EEUU se viese forzada a acudir en su ayuda y les declarase la guerra. Justo lo contrario que Matsuoka, que pensaba que ahora más que nunca los EEUU estarían demasiado acojonados como para intervenir.

El 30 de junio tuvo lugar una Conferencia de Enlace decisiva en la que se analizó la situación en base a los nuevos acontecimientos en Europa. Matsuoka anunció que Alemania había pedido a Japón que se uniera a la guerra contra la URSS y predijo que si Japón se expandía hacia el sur EEUU y Gran Bretaña le declararían la guerra. Matsuoka podía estar un poco loco, pero era muy persuasivo. A los representantes de la Armada les entraron dudas y sugirieron que se retrasase la expansión hacia el sur. Al final el Ejército, con el apoyo del Príncipe Konoye, impuso que se continuase con los planes ya decididos. El 2 de julio se celebró una Conferencia Imperial para informar al Emperador. Se le informó que se mantenía el plan de expandirse hacia el sur y que el primer paso sería la ocupación de la Indochina francesa. Matsuoka volvió a ser la voz discordante e insistió en que había que atacar a la URSS y que dirigirse hacia el sur conduciría a la guerra con EEUU. Matsuoka fue capaz de despertar ciertas dudas en el Presidente del Consejo Privado, que tuvo que reconocer que sus comentarios tenían su miga, pero la decisión estaba tomada.

Quiero destacar lo poco japonés que resultó Matsuoka en estas Conferencias. Lo japonés es navegar con la corriente, aceptar el consenso al que se ha llegado y no cuestionarlo. Matsuoka intentó, a base de convicción y una retórica enérgica, alterar lo consensuado, por más que estuviese en minoría. Matsuoka se había convertido en una molestia y había que cambiarlo, pero nadie tenía los huevos de ponerle el cascabel a ese gato. La solución para echarle del Gobierno fue muy original. Konoye pidió a todo el Gabinete que dimitiera junto con él. Al día siguiente volvió a ser designado Primer Ministro y formó un nuevo Gabinete con todos los miembros del anterior, salvo Matsuoka, que fue reemplazado por el Almirante Toyoda Teijiro.

A finales de julio Japón forzó a la Francia de Vichy a que le permitiese estacionar 40.000 soldados en Indochina. La reacción de EEUU fue inmediata: el 26 de julio todos los bienes japoneses en EEUU fueron congelados (poco después británicos y holandeses harían lo mismo). Todo comercio con EEUU, que había sido su principal fuente de combustible, quedó interrumpido. Japón se sintió acorralado e injustamente tratado. A fin de cuentas sus tropas habían entrado con la Indochina con el acuerdo francés, con lo que no se había producido ninguna violación del Derecho Internacional. Que les hubiesen retorcido el brazo a los franceses y que hubieran estado dispuestos a mandar las tropas incluso si los franceses se hubieran negado, no contaba para los japoneses.

El Gobierno japonés quedó conmocionado con la decisión norteamericana. El Jefe de Estado Mayor de la Armada, el Almirante Nagano, informó al Emperador que había que evitar la guerra con EEUU y para ello habría que romper el Pacto Tripartito. Pero al mismo tiempo advirtió que quedaban reservas para dos años, o para 18 meses si estallaba la guerra. En esas circunstancias lo que había que hacer era tomar la iniciativa y asestar el primer golpe. El Emperador le preguntó si era posible alcanzar una victoria del tipo de Tsushima, en la que Japón destrozó la flota rusa del Pacifico al inicio de la guerra ruso-japonesa y sentencio el conflicto. Nagano replicó: “Lo siento. Eso no será posible.” En este punto, quien entienda a los japoneses, que los compre: están acorralados y el único curso de acción que se les ocurre es iniciar una guerra que no pueden ganar.

A comienzos de agosto Konoye jugó con la idea de celebrar una cumbre con Roosevelt para arreglar de una vez por todas sus diferencias, especialmente la cuestión de China. En esa cumbre Konoye se proponía mostrar a Roosevelt que la ocupación de Indochina no había tenido fines expansionistas sino que había venido forzada por la necesidad de cortar los suministros a Chiang Kai-shek. Konoye habría ofrecido el abandono de Indochina si la cuestión de China se resolvía. Los Ministros de la Guerra y de la Armada, Tojo y Oikawa, veían la iniciativa con simpatía, más el segundo que el primero, pero no quisieron comprometerse sin haber consultado con sus colegas de las FFAA. Mientras que la Armada tendía a ver la iniciativa con ojos favorables, el Ejército la acogió negativamente. Muchos militares pensaban que la conferencia no llevaría a ninguna parte y que, peor todavía, Japón daría una imagen de debilidad. De hecho, mientras Konoye se esforzaba por impedir la guerra, los planificadores militares daban por descontado que fracasaría y seguían enfrascados en los preparativos bélicos. El 16 de agosto los planificadores de la Armada y del Ejército se reunieron para discutir un “Plan para la ejecución de las políticas del Imperio”. El Plan había sido elaborado básicamente por la Armada. Aunque recomendaba que se conjugasen los preparativos militares con las negociaciones diplomáticas, estaba meridianamente claro que esperaba muy poco de la diplomacia. Si para mediados de octubre la diplomacia no había dado resultados, sería la guerra.

EEUU no respondió a la propuesta japonesa con el entusiasmo y la prontitud que los más optimistas se habían esperado. La desilusión hizo que los escépticos que pensaban que la guerra era la única salida posible acabaran ganando la partida. Japón leyó mal a EEUU en este tema por una mezcla de barrera cultural y falta de información sobre el proceso de toma de decisiones norteamericano. Con respecto a lo primero, lo que para los japoneses representaba una medida excepcional y extraordinaria, una cumbre entre el Presidente norteamericano y el Primer Ministro japonés, para los norteamericanos no era más que una práctica diplomática no frecuente, pero tampoco excepcional. Los japoneses entendían que estaban haciendo una propuesta extraordinaria; los norteamericanos no la vieron así y no comprendieron la importancia que los japoneses daban al paso que habían dado. Más grave que la incomprensión cultural fue toda la información de la que no disponían los japoneses. Ignoraban que mientras ellos proponían la cumbre, Roosevelt ya estaba celebrando una en secreto con Churchill y que Churchill estaba instando a Roosevelt a que adoptase una línea dura con los japoneses. También ignoraban que hacía tiempo que EEUU había roto su cifra y que leía a placer sus mensajes secretos. Los responsables de procesar la información estaban prejuiciados contra Japón. Sólo veían los indicios que apuntaban hacia el expansionismo y la agresión y prestaban mucha menos atención a otras señales que indicaban que había gente en el Gobierno y las FFAA, sobre todo en la Armada, que no deseaba un enfrentamiento con EEUU. Ni ellos, ni gente como el Secretario de Estado Hull, cuya valoración de las intenciones japonesas fue siempre muy negativa, se dieron cuenta de una serie de hechos que habrían cambiado su percepción de la situación: 1) La sensación de vulnerabilidad y de estar acorralados que tenían los japoneses; 2) El deseo japonés de salir de China, pero sin perder la cara y con ciertas garantías; 3) Para Japón, Manchuria y Corea eran irrenunciables y recibir garantías de que podrían mantener su dominio sobre las mismas habría contribuido mucho a suavizar su posición. En resumen, en EEUU la mayor parte de quienes tomaban decisiones eran decididamente antijaponeses y quitando al Embajador norteamericano en Tokio y parcialmente al propio Roosevelt, apenas había quien les contrapesase.

Historia

Tags

Emilio de Miguel Calabia el

Entradas más recientes