La influencia de la Escuela de Salamanca y la controversia de Valladolid se dejaron ver en la última gran conquista española del siglo XVI: la de las islas Filipinas.
Es un tópico repetido que la conquista de Filipinas fue de las menos violentas y que predominó la búsqueda de alianzas con los jefes nativos, reservándose las armas para los pocos recalcitrantes. Esto se atribuye a las dotes diplomáticas del conquistador Miguel López de Legazpi. Y yo añadiría y también a la necesidad que tenía de que los filipinos colaborasen con la entrega de comida en una colonia que estaba alejadísima de la América hispana. Como quiera que fuere y cinismos aparte, aquí cabría recordar la influencia de la Escuela de Salamanca.
El 13 de julio de 1573 Felipe II promulgó unas ordenanzas sobre cómo se tenían que explorar, poblar y pacificar las Indias. Las Ordenanzas marcan un punto de inflexión: de la etapa de la conquista violenta, se pasa a la de pacificación y poblamiento y es necesario crear un entramado jurídico que la sustente. En ellas es posible encontrar ecos del debate de Valladolid. Así las Ordenanzas piden que “…[los descubridores] ni les tomen contra su voluntad cosa suya…”. También ordenan que “… [los descubridores] no se empachen en guerra ni conquista en ninguna manera ni ayudar a unos indios contra otros ni se revuelvan en cuestiones ni contiendas con los de la tierra…” Es decir, que el rey ordena que los descubridores no recurran al viejo artificio de meterse en las guerras intestinas de los indígenas para mejor dominarlos. El artículo 30 de las Ordenanzas subraya uno de los objetivos principales de las mismas, la protección de los indios. “Los descubridores guarden las ordenanzas deste libro y especialmente las hechas en favor de los indios…” A este objetivo de protección de los indios se une otro que fue siempre prioritario para Felipe II, la evangelización. Como señala la ordenanza 36: “y que sean pobladas de indios y naturales a quien se pueda predicar el evangelio pues este es el principal fin para que mandamos hacer los nueuos descubrimientos y poblaciones.”
El 17 de septiembre llegó a Manila su primer obispo, el dominico Domingo Salazar. Salazar se había formado en la Universidad de Salamanca y había tomado el hábito en el convento de San Esteban de Salamanca. Sabemos poco de los estudios que cursó Salazar en Salamanca, pero su actuación y escritos posteriores muestran que estaba familiarizado con la escuela del Derecho de Gentes iniciada por Francisco de Vitoria. A esto se añade que coincidió con el jurista y teólogo durante varios meses en el convento de San Esteban. Antes de llegar a Filipinas, Salazar había realizado su labor evangelizadora en México y Florida. Allí había destacado por su defensa de los indios y había visto la diferencia entre lo que se enseñaba en Salamanca o se debatía en Valladolid y lo que se vivía sobre el terreno.
Inicialmente, antes de desembarcar en Manila, su principal interés había sido evangelizar en China, para lo cual consideraba que las islas Filipinas representaban una plataforma inmejorable. No obstante, la constatación de los abusos que se cometían con los filipinos y la ruptura con el jesuita Alonso Sánchez, uno de los grandes impulsores de la denominada “empresa de China”, la conquista armada del Imperio del Medio con el objetivo de favorecer la evangelización, le llevaron a cambiar sus prioridades.
Así, en 1582 convocó un consejo eclesiástico, el denominado Sínodo de Manila, cuyas sesiones se prolongarían hasta 1586. En el mismo participaron los jefes provinciales de las tres órdenes que se encontraban en las islas, varios teólogos y canonistas, algunos sacerdotes formados y las seis principales autoridades militares en Filipinas. Los asuntos a tratar fueron la conquista y descubrimiento de las islas y los deberes de los encargados del gobierno de la nueva colonia, y la forma de proceder a la evangelización.
Existe una relación de “las cosas de las Filipinas” hecha por el propio Salazar que resulta interesante por cuanto que muestra cómo veía la situación a dos años de su llegada a las islas. Sus principales críticas son: la introducción de la moneda en la economía ha generado una inflación insoportable para los nativos; los españoles han abusado del trabajo de los indios a los que además no dejan descansar, ni ocuparse de sus propios asuntos; la corrupción de los alcaldes mayores, que roban los bienes de los nativos; los onerosos tributos que, según Salazar, parece que fueran la única razón por la que los españoles fueron a las islas.
La relación influyó probablemente en las conclusiones finales del sínodo, que fueron un reflejo de las ideas de Francisco de Vitoria. Éstas fueron que no había justo título de conquista, a menos que los nativos se opusiesen a la predicación del Evangelio, y que los españoles no podían exigir tributo si los nativos no habían aceptado libremente su soberanía.
Las conclusiones no quedaron en letra muerta. En 1589 por Real Cédula se dieron instrucciones al nuevo gobernador, Gómez Pérez Dasmariñas, que las incorporaron . Entre otras cosas, las instrucciones reconocían la falta de derecho originalmente para gobernar a los nativos, lo que subsanó en parte con la nueva afirmación de que sí que había derecho a gobernar a algunos de ellos, como los conversos. Asimismo establecían distintas medidas para la mejora de la situación de los nativos. Entre otras, designar a Domingo Salazar protector de los nativos.
El colonialismo español no fue perfecto. Ninguno lo es. Lo que hace que el colonialismo español sea diferente es su preocupación ética por lo correcto o no de la conquista y el esfuerzo,- al menos sobre el papel, pero no pocas veces también en la práctica-, por tratar con dignidad a los nativos sojuzgados.
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