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El otro padre de Pakistán (4)

Emilio de Miguel Calabia el

Durante estos años, Iqbal se dedicó a reflexionar sobre el yo. En 1915 publicó una colección de poemas bajo el título “Asrar-e-Khudi” (“Secretos del yo”) y en 1918 otra titulada “Rumuz-e-Bekhudi” (“Indicios del no-yo”). En la primera, describe los estadios por lo que tiene que atravesar el ego para perfeccionarse mediante el amor y el esfuerzo y llegar a convertirse en el virrey de Allah, su cooperador en la tarea de la creación. Esta idea del hombre como co-creador aparece también en la Qabalah. El universo es el escenario para que el yo se desarrolle y se somete a su voluntad, pero se trata de un yo que tiende hacia Allah, no del yo rebelde de Nietzsche. Si Iqbal se aparta de Nietzsche en que el yo se desarrolla en función de Allah, también se aparta de los sufíes en que no aboga por el anonadamiento del yo en lo divino.

En el segundo poemario, Iqbal indaga la relación entre el yo y la sociedad. Iqbal encuentra que hay una dialéctica entre el yo y la sociedad: el yo necesita de la sociedad para desarrollarse, no puede realizarse en solitario. Por otra parte, es el contacto con los demás el que nos enseña a aceptar las limitaciones a nuestra propia libertad y el significado del amor. Si en el plano metafísico el yo debe desarrollarse en relación a Allah, en el social su desarrollo se produce en relación a la sociedad.

De alguna manera la solución que Iqbal propone a los males de Occidente, que dimanan del individualismo, de la elevación del yo a las alturas y del materialismo, es un yo fuerte pero supeditado a Allah y a la comunidad.

En 1924 publicó “Payam-e-Mashrik” (“El mensaje de Oriente”). El libro quiere ser una respuesta al “Diván Occidente-Oriente” de Goethe. En él Goethe se quejaba del materialismo occidental y esperaba que Oriente le ayudase a recuperar los valores espirituales. En “Payam-e-Mashrik” Iqbal trata de dar respuesta a Goethe. Afirma que el mundo se encuentra en el mismo estado de inestabilidad en el que se encontraba Alemania 100 años antes. La comparación es adecuada: la I Guerra Mundial trajo los mismos cambios cataclísmicos que las guerras napoleónicas del siglo anterior. Lo que Oriente puede ofrecer es que no se puede realizar un cambio revolucionario en tanto no se haya producido primero una revolución en los corazones de los hombres. Aquí Iqbal menciona un texto del Corán: “Allah no cambia el destino de un pueblo a menos que se cambien a sí mismos.” En “Payam”, Iqbal quiere recordar a Occidente la importancia de la religión, la espiritualidad y la ética en la labor de regeneración.

En estos años, junto al Iqbal filósofo estaba el Iqbal político. Iqbal era un gran propagandista y sus ideas influyeron mucho en la creación de Pakistán. Como muchos políticos indios de la época, no estuvo de acuerdo con la participación de su país en la I Guerra Mundial. Su postura en torno al  movimiento khilafat, que abogaba por el mantenimiento del Califato en Turquía, fue matizada. Como muchos otros musulmanes indios, pensaba que la India no hubiera debido contribuir a la derrota de un poder musulmán como era el Imperio Otomano. Podía simpatizar con el movimiento a nivel sentimental, pero criticó sus métodos y no compartía el objetivo de la restauración del Califato. Iqbal saludó el advenimiento de la república en Turquía, aunque criticó su intento de replicar el nacionalismo a la occidental. El ideal islámico no es un ideal nacional ni imperialista, sino la constitución de una mancomunidad de naciones. Asimismo Iqbal estuvo lejos de compartir los afanes secularizadores de Kemal Attatürk.

Iqbal discrepó desde muy pronto con el Congreso Nacional Indio, al considerar que estaba dominado por los hindúes. Fue uno de los pocos que se opuso al Pacto de Lucknow, cuando el Congreso y la Liga Musulmana decidieron cooperar. Ya entonces expresó lo que sería uno de sus miedos recurrentes: que los musulmanes, minoritarios en el Subcontinente, se vieran sumergidos por la mayoría india. Aquellos años terminó decepcionado tanto con los políticos musulmanes que se habían incorporado al Congreso, por entender que eran tontos útiles de los hindúes, como con los que permanecían dentro de la Liga Musulmana por su incapacidad de unirse y de darse un liderazgo cohesionado. Fue así, un poco por desesperación, que en 1926 decidió entrar de hoz y coz en política. Se presentó y fue elegido miembro del Consejo Legislativo del Punjab y empezó a tener cierto predicamento dentro de la Liga Musulmana.

Así llegamos a 1930 un año clave tanto en su vida política como en la filosófica.

Empezaré por la parte filosófica. Ese año publicó una colección de conferencias con el título “La Reconstrucción del Pensamiento Religioso en el Islam”. El objetivo del libro era, según palabras del propio Iqbal: “…intentar reconstruir la filosofía religiosa musulmana, dando la estima que se merecen a las tradiciones filosóficas del Islam y a los avances más recientes en varias áreas del conocimiento humano.” Se trataba de armonizar Islam y ciencia. Era una vuelta de tuerca más a la vieja preocupación de Iqbal de que el Islam se había quedado rezagado en la esfera de la ciencia y el conocimiento.

Resulta difícil resumir una obra tan prolija en la que Iqbal exhibe toda su erudición sobre la cultura musulmana, que era mucha. Los dos puntos que me parecen más destacables de la obra son: su empeño en mostrar que la civilización islámica ya había anticipado muchas de las ideas de la ciencia moderna y la relación que establece entre ciencia, filosofía y religión: pueden complementarse, pero la última palabra la tendrá siempre la religión. Santo Tomás de Aquino se habría identificado con este aserto.

En cuanto a su exaltación de la civilización musulmana, hay veces que me parece que no tiene abuela. “La deuda de nuestra ciencia con la de los árabes no consiste en descubrimientos sorprendentes o teorías revolucionarias. La ciencia debe mucho más a la cultura árabe. Le debe su misma existencia. El mundo antiguo era, como vimos, pre-científico.” Y a mí que en la escuela me habían enseñado que la ciencia había empezado con los antiguos griegos…El Profeta Mahoma ya era un racionalista antes de Descartes como lo demuestra, según Iqbal, su plegaria: “¡Dios! Concédeme el conocimiento de la naturaleza última de las cosas.” La civilización islámica clásica también descubrió el atomismo y estaba bien encarrilada para desarrollar la idea de la evolución de las especies.

El objetivo último de todas estas autoalabanzas no es masajear el ego de sus correligionarios- que también-, sino que en su acercamiento a la modernidad que trae Europa vean que su propia cultura ya contiene esas semillas, que es posible ser moderno partiendo de las propias tradiciones del Islam. No hace falta seguir servilmente a Occidente. Iqbal adopta esta estrategia movido por el temor de que en su búsqueda de una modernización del Islam, las nuevas generaciones no acaben abandonándolo. Por ello, hace falta reconstruir el pensamiento religioso musulmán desde sus propias premisas, no bajo el puro influjo de la modernidad occidental.

En cuanto al segundo punto, admite que es posible racionalizar la fe, pero ello no implica otorgar superioridad a la filosofía sobre la religión. La naturaleza del fenómeno religioso es tal que sólo puede ser realmente considerado en sus propios términos. La religión no se limita al pensamiento, a los sentimientos ni a las acciones. Es una expresión del hombre en su plenitud. La vida es teleológica “es un principio de unidad, una actividad sintética que unifica y focaliza las disposiciones divergentes del organismo vivo para un fin constructivo”. La experiencia nos permite inferir que la realidad última es espiritual. De hecho la realidad última es “una vida creativa dirigida por la razón”.La religión supera a la filosofía. La segunda se limita a elaborar conceptos y a traducir la riqueza de la experiencia vital en sistemas filosóficos. En cuanto a la religión “busca un contacto más estrecho con la realidad. La una es teoría, la otra es experiencia viva, asociación, intimidad.”

A mí me parece que es un libro que no convencerá más que a aquél que quiera ser convencido y que contiene algunas peticiones de principio. Pero parece que son legión los que lo han abierto con el deseo de que les convencieran. Hay quien lo ha descrito como “la Biblia del Islam moderno”. Para muchos musulmanes angustiados por el estancamiento del mundo musulmán, supuso un aldabonazo que les hizo ver que tenían elementos en su propia cultura para hablarle de tú a tú a Occidente. Pienso que más que el contenido, lo importante del libro fue la inyección de moral que supuso para muchos musulmanes.

 

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