Emilio de Miguel Calabia el 26 ene, 2021 (Los grandes principios y valores quedan muy bien en los libros de Historia, pero para crear un Imperio no hay nada como un regimiento de soldados bien entrenados y armados) Masacre más, masacre menos, los defensores del Imperio británico esgrimen que los ingleses llevaron a la India la democracia y sus tres grandes componentes: la libertad de prensa, el sistema parlamentario y el Estado de Derecho. Para el siempre optimista Niall Ferguson esto fue el rasgo más distintivo del Imperio. Tharoor responde que va a ser que no y se explaya. Desde finales del siglo XVIII los ingleses ya empezaron a fundar periódicos en la India. Se trataba de periódicos en inglés, que entonces pocos indios hablaban, y que trataban sobre todo de los temas comerciales que interesaban a sus lectores europeos. Aun así, aquello era libertinaje de prensa para la CIO. Lord Wellesley introdujo en 1799 la censura, que pronto se extendió a todo tipo de material impreso. Es cierto que los ingleses introdujeron la prensa en la India, que hasta entonces no existía. A lo largo del siglo XIX irían apareciendo periódicos propiedad de indios y dirigidos a un público indio. La libertad de prensa que estaba muy bien para los periódicos ingleses, que solían apoyar al Gobierno de la India, estaba un poco menos bien cuando se trataba de periódicos indios. A los periódicos indios se les permitían las críticas, siempre que no cuestionasen el sistema colonial en sí. En 1910 se introdujo una nueva Ley de Prensa con el objetivo de limitar la influencia de los editorialistas indios sobre la opinión pública. La Ley dio pie a multas, cierres y confiscaciones de periódicos y encarcelamiento de periodistas. Comparando el trato dado a los periódicos propiedad de británicos y el dado a los que eran propiedad de indios, Tharoor concluye que algunos periódicos eran más libres que otros. ¿Y qué podemos decir del sistema parlamentario? Los ingleses gobernaron la India por la fuerza, no por la ley. No obstante, las bondades de su sistema político, según funcionaba en Gran Bretaña, sedujeron a los indios. Cuando los líderes indios se sentaron a redactar una Constitución para la India independiente, calcaron el modelo inglés. Para Tharoor esto fue un craso error. Las condiciones de la India hubieran requerido un sistema presidencialista. En lo que se refiere al Estado de Derecho, la narrativa colonial es que el Imperio vino a traer ley, paz y orden allá donde sólo había anarquía y violencia. Para asumir esta narrativa de paz, tenemos que correr un tupido velo sobre las 10 guerras que los británicos libraron en la India entre 1766 y 1849, y en las que a menudo fueron los iniciadores. Esta narrativa servía sobre todo para legitimar la conquista y todas las atrocidades que vinieron después. Uno de sus grandes tintes de gloria fue que Inglaterra le dio a la India su primer Código Penal. Su autor fue Lord Macaulay, que lo terminó de redactar en 1837, sin prestar ninguna atención a las leyes indias precedentes. El Código Penal utiliza parámetros propios de la moralidad de la época, como la criminalización de la homosexualidad (“ayuntamiento carnal en contra del orden natural”, según los términos del Código), la penalización del intento de suicidio, el delito de adulterio, con diferente trato para el hombre y para la mujer y el delito de sedición, que llega a castigar hasta el mero cántico de eslóganes antigubernamentales. Esto no tendría mayor importancia, dado que los Códigos Penales se vuelven obsoletos, si no fuera porque sigue siendo el Código vigente en la India, Pakistán, Bangladesh, Malasia y Singapur. Tharoor no critica tanto el Código Penal en sí como los dobles estándares que se aplicaban a la hora de impartir justicia. Cuando un inglés mataba a un indio, casi siempre se trataba como un accidente y el castigo era mínimo. Por ejemplo, cuando Robert Augustus Fuller en 1875 se enfadó con su criado y le dio una patada en el vientre que le rompió el bazo y lo mató, se le juzgó por causar una herida voluntariamente. Se le condenó a escoger entre 15 días de cárcel o pagar 30 rupias (una cantidad irrisoria) a la viuda. Lo de patear a los indios en la tripa y romperles el bazo (solían tenerlo dilatado por efecto de la malaria y otras enfermedades tropicales y era muy vulnerable) era algo tan divertido, que la revista satírica “Punch” publicó una oda a la bota británica como instrumento para llamar al orden a los nativos, que terminaba diciendo: “Cantemos, gritemos por el pie embutido en cuero/ e inscribamos en nuestras banderas “La sólida bota británica””. Cuando eran los indios quienes mataban a los ingleses,- a menudo casos de sirvientes enfadados con sus amos-, Punch ya no encontraba la cosa tan divertida, ni los jueces tendían a considerarlo como un accidente. Las penas en esos casos eran severísimas. Este ejemplo sobre los distintos raseros que se aplicaban a indios e ingleses, le da pie a Tharoor para hacer un excurso sobre el racismo inglés. El móvil de todas las potencias coloniales siempre fue enriquecerse a costa de otros. La diferencia entre unas potencias y otras estribaba en dos puntos: qué otros móviles aducían para justificar su latrocinio y su relación con los nativos. Españoles y portugueses utilizaban la evangelización como excusa y no solían tener remilgos a la hora de tener relaciones sentimentales con los nativos. Los franceses argüían la “labour civilizatrice” y la necesidad de convertir a los nativos en ciudadanos franceses que apreciasen el queso roquefort y hablasen de “nuestros antepasados los galos”. A la hora de relacionarse con los nativos eran un pelín hipócritas. No le hacían demasiados ascos, siempre que se hiciese con discreción. La justificación de los ingleses, como hemos visto, era traer el orden y la civilización. En el siglo XVIII los ingleses no tenían demasiados remilgos a relacionarse con los indios. De hecho más de uno llegó a apreciar la cultura mugal y a vivir como un noble indio. Uno de cada tres ingleses tenía una mujer india y eran matrimonios en general duraderos. William Dalrymple ha descrito muy bien ese ambiente en su libro “White Mughals”. Las cosas empezaron a cambiar hacia la década de los 40 del siglo XIX, cuando el cristianismo evangélico y la moral puritana victoriana comenzaron a tomar fuerza en Inglaterra. A partir de entonces, dejaron de verse con buenos ojos las parejas mixtas y los anglo-indios, los hijos de padre inglés y madre india, se convirtieron en una casta aparte, por debajo de los ingleses, pero por encima de los indios. Fue entonces que apareció la figura de la memsahib. Los empleados británicos en la Administración india (el denominado Servicio Civil Indio) tenían que mantenerse célibes hasta los 30. Cada año llegaban barcos cargados de mujeres inglesas que, por ser poco agraciadas, por venir de familias empobrecidas, por cuestiones de carácter o porque se les había pasado el arroz, no habían encontrado marido en Inglaterra. La Administración se ocupaba de que estas mujeres entrasen en contacto con los funcionarios británicos solteros en fiestas y saraos. El celibato es muy duro, aunque más de uno tuviese escapadas con prostitutas indias, algo que la Administración veía con muy malos ojos, de manera que los funcionarios se rendían inmediatamente ante los encantos de sus compatriotas recién llegadas. En la novela “Días birmanos” de George Orwell una de las tramas se refiere precisamente a una de estas mujeres, que está buscando un buen partido. Estas mujeres que se casaban con los funcionarios del Servicio Civil Indio solían ser más racistas que sus maridos y se aseguraban de que el único contacto de sus familias con los indios fuera el que tenían con los sirvientes. Un problema de este orden de cosas es que, cuando en el siglo XX los indios empezaron a protestar contra el dominio inglés, faltaban esas redes de contacto e interacción social que hubieran permitido entablar un diálogo informal y limar asperezas. Hasta el final la sociedad inglesa y la india fueron dos mundos aparte y la primera siempre miró con superioridad y desdén a la segunda. Otra de las justificaciones inglesas a su dominio es que trajeron la unidad a la India. Se la encontraron dividida en multitud de estados y le dieron unidad bajo el régimen del Raj británico. Tharoor contraargumenta que la Historia de la India ha sido una sucesión de períodos de fractura a los que seguían períodos de centralización (el imperio maurya, el imperio gupta, el imperio mogol). Aquí tengo que expresar mi desacuerdo con Tharoor. La India ha tendido siempre a la fragmentación más que a la unidad y ninguno de los imperios mencionados llegó a controlar todo el Subcontinente. Los que más cerca estuvieron de conseguirlo fueron los mauryas, a los que aun así se les escapó al extremo sur del Subcontinente, y los mogoles en tiempos de Aurangzeb, a los que también se les escapó el extremo sur. En lo que sí le puedo dar la razon es que había una cierta identidad cultural india que, con muchas variantes regionales, permeaba el Subcontinente. Cuando los británicos comenzaron su conquista, el Imperio mogol estaba en decadencia y su poder era cada vez más nominal. Sin los británicos, – dice Tharoor-, los marathas, que controlaban una buena parte de la llanura del Decán, habrían podido unificar la India bajo la autoridad nominal del Emperador mogol. Puede, pero también puede que hubieran sido incapaces de controlar amplias regiones del Subcontinente y que éste hubiera seguido fragmentado. Si bien es cierto que los británicos trajeron la unidad a la India, no lo es menos que al irse le impusieron la división. Durante las décadas de los 20 y los 30, los ingleses trataron desesperadamente de mantener su dominio sobre la India, al tiempo que introducían reformas menores para satisfacer a la marea creciente del nacionalismo indio. Desde muy pronto los ingleses trataron de dividir a musulmanes e hindúes. En esto se vieron ayudados por la intransigencia del líder de la Liga Musulmana, Muhammad Ali Jinnah, que quería la creación de un estado musulmán separado a toda costa, y por la torpeza del Partido del Congreso que no se dio cuenta ni de los recelos que despertaba su popularidad entre algunos musulmanes, ni de que el Imperio británico iba a utilizar toda la artillería en su contra. El momento crítico se produjo en septiembre de 1939, cuando el Virrey Lord Linlithgow declaró la guerra a Alemania y metió a la India en la II Guerra Mundial sin haber consultado antes a los indios. Como señala irónicamente Tharoor, los ingleses fueron a la guerra con Alemania porque ésta le estaba haciendo a Polonia lo mismo que los ingleses llevaban haciéndoles a los indios 200 años. Lo triste del caso es que a poco que Lord Linlithgow hubiese consultado al Congreso, seguramente hubiera obtenido su apoyo. Nehru era resueltamente antinazi y antifascista. El gran error que cometió el Congreso fue ordenar a sus miembros que dimitiesen de sus cargos para no participar en un esfuerzo bélico en el que no se les había consultado. Ese error táctico fue aprovechado por la Liga Musulmana, que hasta entonces era un movimiento menor incluso entre los musulmanes. La Liga Musulmana sí que apoyó a los ingleses en la II Guerra Mundial y ese apoyo se traduciría en la decisión británica de dividir el Subcontinente en dos estados y al carajo con la unidad que había traído el Raj británico. Los motivos detrás de la partición de la India son muy complejos. Yo creo que uno muy importante fue el despecho. Churchill odiaba a muerte al Congreso, a Gandhi y a Nehru y en cambio apreciaba a la Liga Musulmana. El imaginario colonial británico siempre había contrapuesto unas razas guerreras (musulmanes y sikhs básicamente) con unas razas débiles (la mayor parte de los hindúes). O sea, que una de las razones de la partición pudo ser una simple pataleta de Churchill: vale os concederé la independencia, porque no me queda otro remedio, pero os vais a enterar. A esto se añade que el Congreso, cada vez más encabronado, no quería ingresar en la Commonwealth tras la independencia, mientras que la Liga Musulmana sí que estaba dispuesto a ello. Asimismo, los ingleses podían pensar que ejercerían un mayor control en Pakistán tras la independencia del que luego ejercieron. En este esquema, Pakistán podía convertirse en un nodo estratégico entre las restantes posesiones británicas en Asia y las de Oriente Medio. La Partición de la India causó el desplazamiento de 14 millones de personas, que sintieron que habían caído en el lugar equivocado de la línea fronteriza, y durante la misma murió una cantidad difícil de determinar de personas. Los cálculos van desde los 200.000 a los dos millones. Pienso que la cifra real está más cerca de la segunda de estas cifras que de la primera. Mientras todo ello ocurría, la gran preocupación de los ingleses, que habían creado el drama, era evacuar el Subcontinente lo más rápidamente posible. Para quienes quieran saber más sobre el drama de la Partición, pueden leer el libro “The Great Partition: the Making of India and Pakistán” de Yasmin Khan o “Esta noche, la libertad” de Dominique Lapierre y Larry Collins. Podría seguir relatando algunos otros de los beneficios que los ingleses llevaron a la India: las hambrunas, que mataron a millones de personas; la solidificación del concepto de casta, que hasta entonces había sido más fluído; el cultivo del opio… Pero creo que no hace falta, que la idea general del libro de Tharoor está clara. Historia Tags Imperio británicoIndiaJawaharlal NehruLiga MusulmanaLord MacaulayMemsahibNiall FergusonPartición de la IndiaPartido del CongresoRacismoReino UnidoSashi TharoorWinston Churchill Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 26 ene, 2021