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Cuando España pasó a la defensiva en Asia (y 2)

Emilio de Miguel Calabia el

(Imagen antigua del Galeón de Manila, sin el cual la permanencia española en Filipinas habría sido imposible)

3) La falta de brazos. La presencia española en Filipinas fue siempre escasa. A comienzos del siglo XVII el gobernador interino de Filipinas, Rodrigo de Vivero, expresó muy bien lo de la falta de brazos: “En estas Islas se sustenta la opinión que el poder y el buen gobierno de ellas por ahora más consiste en conservar lo ganado que en ganar otras provincias nuevas, pues no teniendo Vuestra Majestad gente para poblarlas y pacificarlas, menos la tendrá para formar nuevos presidios”.Estaba demasiado lejos y no ofrecía las posibilidades de enriquecerse rápido que ofrecía América. Los españoles estaban concentrados en Manila, bastante menos en Cebú y poco más. Si la Corona otorgó tan amplios poderes a las órdenes religiosas que han llevado a que algunos califiquen el gobierno colonial de las Filipinas de frailocracia, fue porque no tenía suficientes administradores para gobernar las islas. Fueron los frailes los que aseguraron una medida de control, por más que fuera tenue.

Desde la fundación de Manila hasta 1600, la media de españoles (cuando digo españoles, debería decir novohispanos mayormente) que llegaron a Filipinas por año fueron 45. Ya en el siglo XVII, la década en la que hubo más llegadas de españoles fue la primera, en torno a 700. En la segunda y tercera décadas llegaron en torno a 500 y a partir de ahí las cifras se desplomaron.

Cuando uno lee testimonios sobre la fracasada expedición del gobernador de Silva contra las Molucas, por ejemplo, llama la atención lo que costó reunir diez galeones, cuatro galeras, cuatro barcos pequeños de acompañamiento y 5.000 hombres entre soldados y marineros, más 300 piezas de artillería. Pues bien, España no volvió a montar una expedición tan nutrida como ésta.

El suministro de soldados para Filipinas dependía de Nueva España que, como señalé, no era demasiado generosa. Primero tenía que atender a su propia defensa. En todo el siglo XVII en torno a 15.600 soldados viajaron de Nueva España a Filipinas, o sea, 156 al año. Y a menudo los gobernadores novohispanos enviaban a la peor morralla a Filipinas: criminales convictos, adolescentes sin oficio ni beneficio…

En 1678 servían en Filipinas 2.557 soldados. Quitando Manila, donde servían unos 1.000 soldados, y Cavite, donde había en torno a 300, el resto estaban dispersos en pequeñas guarniciones en Cebú, Cagayán, Oton, Calamianes y Caraga, y seguro que me estoy dejando algunos. En fin, una fuerza por completo insuficiente para pensar en tomar la ofensiva.

Algunos apuntan a una cuarta razón: la lentitud en la toma de decisiones, dada la extensión geográfica de la Monarquía Hispánica. Aunque algo de eso hubo, yo lo descuento como causa principal. El imperio español estaba más descentralizado de lo que se piensa. Sencillamente, era imposible tomar todas las decisiones desde Madrid. Muy a menudo las decisiones se tomaban en las capitales de los virreinatos en lo que se refería a su zona de influencia.

Como he indicado, las tres razones de que los españoles pasasen a la defensiva fueron los numerosos frentes que tenía abiertos la Monarquía Hispánica y que impedían el envío de suficientes socorros a las Filipinas, la dependencia del Virreinato de la Nueva España que, inevitablemente, primaba sus propios intereses defensivos, y finalmente la falta de brazos. Vistas las causas, veamos la cronología de esta puesta a la defensiva.

La última gran operación ofensiva de los españoles fue la armada del gobernador da Silva de 1616. Reunir esa numerosa armada estiró al máximo los recursos españoles. Mal dirigida por da Silva, que cambió sus objetivos y murió mientras estaba estacionado en Malaca, y presa de una epidemia, la armada volvió renqueando y desarbolada a Manila. Su único logro fue haber espantado brevemente a los holandeses que estaban acosando Malaca. España ya no volvería a organizar una armada como ésa. Para 1620 había pasado a la defensiva.

En 1638 los sultanes de Mindanao, Ternate y Joló firmaron un pacto con los holandeses para expulsar a los españoles de las Filipinas. La presión fue tan fuerte que en 1646 el gobernador Diego Fajardo optó por firmar la paz con el sultán de Mindanao y retirarse de la isla de Joló, cuya independencia reconoció. Tanto en 1646 como en 1647 flotas holandesas atacaron Filipinas, siendo rechazadas. La Paz de Münster de 1648 puso fin a los ataques holandeses.

A comienzos de la década de los cuarenta del siglo XVII, los holandeses consiguieron dos éxitos notables: la conquista de Malaca en 1641 y la rendición del fuerte español en Formosa en 1642. La conquista de Malaca fue especialmente dolorosa para los portugueses, que habían mantenido la plaza desde 1511. Malaca les había permitido insertarse en las redes comerciales del mundo malayo y representaba un punto clave para la conexión entre Macao y Goa.

En cuanto a Formosa, los españoles sólo estuvieron en su parte norte durante 16 años. El motivo de su establecimiento fue la defensa de la ruta comercial que unía el sur de China con Manila de los ataques de los holandeses. Formosa es otro ejemplo de lo sobreextendidos que estaban los españoles. El gobernador de Manila Hurtado de Corcuera retiró a buena parte de las tropas establecidas en Formosa para que ayudasen en Filipinas. Los holandeses aprovecharon la debilidad de los españoles para conquistar sus posiciones.

Pero tal vez la amenaza más seria en los años medios del siglo XVII fuese la de Coxinga, un legitimista ming, que se hizo con la isla de Formosa, de donde expulsó a los holandeses en 1662. A continuación pidió tributo a Manila. El gobernador Manrique de Lara sólo contaba en esos momentos con 600 soldados en Manila y otros tantos en el resto del archipiélago. Manrique de Lara dio la orden de desmantelar los fuertes en las Molucas y en Mindanao y de que sus soldados regresasen a las Filipinas. El abandono de las Molucas llevaba debatiéndose desde hacía quince años por su nula rentabilidad y el gasto que suponía su defensa. La amenaza de Coxinga aceleró un abandono que, sin lugar a dudas, más tarde o más temprano iba a producirse. En todo caso, ni con estos brazos extras que se rebañaron de las Molucas y de Mindanao, hubieran podido las Filipinas defenderse de Coxinga con sus escasos medios. Lo que las salvó fue la muerte inopinada de Coxinga.

Tras la muerte de Coxinga, ya no habría más amenazas serias para Filipinas, hasta la guerra de los Siete Años y la ocupación británica. Tampoco hubo nuevos intentos de expansión en Asia a partir de las islas.

 

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