En los últimos meses se me han estado viniendo a la cabeza regularmente imágenes de mi padre. A veces son como fotos fijas y otras son pequeñas secuencias que duran unos cuantos segundos. Son imágenes muy nítidas, con mucho color y muy alegres. Lo curioso es que las imágenes se me presentan cronológicamente en orden inverso. Ahora mismo andamos en el momento en que yo estaba en la universidad y a mi padre le preocupaba que estudiara y que me echara novia. Él creía que las novias seguían siendo como en sus tiempos: fieles, comprensivas y para toda la vida.
Yo creo que mi padre, desde donde está ahora, está reviviendo su vida hacia atrás y que me ha escogido como pantalla sobre la que ir proyectando sus recuerdos. Yo me dejo hacer encantado, porque así estoy un ratito más con él.
Hay una novela de Martin Amis, “La flecha del tiempo”, que narra la historia de un criminal de guerra nazi al revés, empezando por su muerte. Era una novela un poco desasosegante. No creo que mi padre haya leído nunca a Martin Amis. No es su estilo; tampoco es el mío. A diferencia de la novela de Amis, los juegos de mi padre con la flecha del tiempo son guasones y están llenos de ternura. Igual que era él.
Al ritmo que vamos, llegará un día en el que empezaré a ver imágenes de un tiempo en el que mi padre era y yo, no. Exactamente al contrario de como estamos ahora, que yo soy y él, no.
Tengo paciencia. Llegará un día, no sé cómo ni dónde, en el que ambos volveremos a ser al mismo tiempo.
Mis cuentos