La sal es un ingrediente muy utilizado en la cocina ya que nos permite realzar y potenciar el sabor de los alimentos. Por eso, no es de extrañar que una de las preguntas más frecuentes que escuchamos los nutricionistas en consulta, especialmente cuando tratamos enfermedades cardiovasculares y problemas de retención de líquidos y circulación, sea acerca de la sal que consumimos. Y no me refiero a la cantidad, que por supuesto es importante, sino a qué tipo de sal es preferible elegir para añadir a nuestros platos, ya que cada vez tenemos más opciones en los supermercados y esto acaba generando dudas en aquellas personas que quieren cuidarse.
Principalmente se diferencian unas de otras por su origen, textura, color y composición (diferenciándose en la proporción de minerales que contienen que serán los que aportan estas características). De ahí que encontremos distintas opciones: sal refinada, marina, sal en escamos, sal gruesa, del Himalaya, sal negra, yodada… las posibilidades son cada vez mayores. Y los precios tan variables como exóticas sean.
A la hora de elegir, si queremos apostar por la más saludable lo ideal es decantarse por la sal yodada. La sal yodada es un tipo de sal a la cual se le adiciona yodo con el fin de cubrir las necesidades del mismo y evitar su déficit, ya que este puede afectar al correcto funcionamiento de la glándula tiroides y al desarrollo del feto. Resulta que nuestros suelos no son especialmente ricos en yodo, por lo que desde hace años, se recomienda enriquecer las sales o determinados alimentos como el pan, con el fin de evitar su deficiencia.
Eso sí, debemos ser conscientes que porque sea más saludable y evite las carencias de un determinado elemento, no podemos pensar que tenemos barra libre en cuanto a su cantidad. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) no se recomienda sobrepasar los 5 gramos de sal al día con tal de prevenir la hipertensión, enfermedades cardiovasculares, enfermedades renales, óseas, circulatorias y accidentes cerebrovasculares.
Debemos tener especial cuidado con los productos envasados, que pueden contener grandes cantidades y muchas veces no somos conscientes, ¿cómo saberlo?, haciendo una comprobación del etiquetado nutricional. Productos con más de 1 g de sal (por 100 g de producto) se consideran con un alto contenido en sal, así que siempre es recomendable echarle un vistazo al etiquetado nutricional.
Además recordarte que podemos potenciar el sabor de los platos con otros ingredientes: como son el ajo, las especias, el limón o la lima, las hierbas aromáticas o la cebolla. De esta forma lograremos reducir el consumo de sal y mantenernos en las cantidades adecuadas para evitar enfermedades.
Elisa Escorihuela Navarro
Nutricionista y Farmacéutica
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