Gonzalo Jiménez Tapia el 22 abr, 2022 El Sargento José Miguel en la popa del Juan Sebastián de Elcano. G.J.T Robert Graves lo tenÃa claro: «tener buen vino, buenos vecinos y no hallarme a mucha distancia del meridiano de Greenwich», eran motivo más que suficiente para mudarse a la isla de Mallorca, donde escribió Yo, Claudio y vivió hasta su muerte en 1985. El sargento José Miguel Hervás Guillén no lo eligió, tuvo la suerte de nacer en ese ParaÃso, como lo definió la escritora estadounidense Gertrude Stein. Sentados en la cámara de suboficiales de Elcano, mientras cruzamos el océano Atlántico, y a casi 6.000 kilómetros de distancia de Sa IndioterÃa (Mallorca), su pueblo, José Miguel me cuenta que entró en la Armada a los 18 años por vocación, aunque «era algo desconocido en su casa», advierte. Se marchó de Mallorca para empezar de marinero de maniobra en Chiclana, pasó por el patrullero Medas y estuvo destinado dos años en el Buque-escuela, hasta que decidió presentarse a la escala de suboficiales. Ahora ha vuelto al Juan Sebastián de Elcano como suboficial de máquinas con la idea de «pulir [conocimientos] y crecer como profesional, para ser mejor que hace 5 meses», me comenta. Muestra al hablar un espÃritu de superación que traslada a su puesto como jefe de la planta de Tratamiento de Aguas Residuales. AllÃ, me explica, se encarga de que «todos los baños funcionen bien y que tengan agua caliente». El destino funciona como en cualquier ciudad, donde el control de la calidad y limpieza de las aguas es indispensable. En este caso, su labor resulta decisiva para la vida a bordo. El sargento se ha traÃdo una camiseta del Mallorca para ver los partidos de su equipo. G.J.T Pero eso es solo una parte de su trabajo, también supervisa que las máquinas de tratamiento depuren correctamente y que el resto de las bombas y depósitos de la planta cumplan su función de reciclado de las aguas de todo el buque. En el Destino de Fluidos está muy a gusto, el clima es excelente y él, me da la impresión, ayuda a que eso sea asÃ, porque el entusiasmo y confianza que desprende es contagiosa. Su alegrÃa se transforma en orgullo al hablar del Juan Sebastián de Elcano, una embajada flotante de 94 años con una singladura y una historia de la que él se considera parte. Caminando por los pasillos, la cubierta o las cámaras se percibe ese pasado que sirve para «recordar y conocer la historia de nuestros antepasados», comenta con pasión el sargento. Eso sÃ, la vida a bordo es menos legendaria, con mucho trabajo diario y tiempos de descanso que se comparten en las cámaras con los compañeros. Por eso, me cuenta José Miguel que encuentra su espacio de intimidad «una vez que cierro la cortina [de la cama]», momento que aprovecha hablar con la familia. En el libro Por qué vivo en Mallorca, Graves explica que Mallorca para él era «un lugar donde un pueblo todavÃa es un pueblo», para José Miguel es su hogar. En su litera el sargento se reencuentra, por mensajes de WhatsApp, con sus padres, con su mujer y con sus hijas Martina y Carlota, a los que echa de menos. Además, cada dÃa recibe un mensaje de Sebas y Valen, sus dos mejores amigos de la infancia, lo que hace que se sienta un poco más en casa. Me recuerda que es mallorquÃn, el único del buque, y le encanta cuando alguien habla bien de su tierra. Tal vez, por esa razón se trajo al buque varias sobrasadas que volaron la primera semana de navegación por el Mediterráneo. Cuando juega el Mallorca y consiguen retransmitir el fútbol en la televisión de la cámara, se enfunda su camiseta gualda y sufre el partido como único bermellón a bordo. Seguro que a Graves no le interesaba el fútbol, pero quedó maravillado con los paisajes de la isla; al igual que Albert Camus, que se sorprendió al visitar el Claustro de San Francisco en Palma en 1935. Años antes, Rubén DarÃo describió asà las vistas que tenÃa desde su habitación: «veo el vuelo gracioso de las velas de Iona/y los barcos que vienen de Argel y Barcelona». Otros temas Comentarios Gonzalo Jiménez Tapia el 22 abr, 2022
«El comandante es la cabeza visible […], pero sin las otras personas que trabajan mucho, mi labor no servirÃa para nada»